Legionarios, equilibrios e impunidad
Columna JFM

Legionarios, equilibrios e impunidad

La decisión de intervenir (e implícitamente refundar) a la orden de Los Legionarios de Cristo adoptada por el Vaticano la semana pasada implicará una reestructuración profunda de los equilibrios entre las distintas corrientes y órdenes de la iglesia católica (Juan Pablo II le había dado enormes poderes a la orden fundada por Marcial Maciel, incluso después de que se hicieran públicas muchas denuncias contra éste) y también provocará cambios en los equilibrios de la propia iglesia mexicana.

La decisión de intervenir (e implícitamente refundar) a la orden de Los Legionarios de Cristo adoptada por el Vaticano la semana pasada implicará una reestructuración profunda de los equilibrios entre las distintas corrientes y órdenes de la iglesia católica (Juan Pablo II le había dado enormes poderes a la orden fundada por Marcial Maciel, incluso después de que se hicieran públicas muchas denuncias contra éste) y también provocará cambios en los equilibrios de la propia iglesia mexicana.

En el primer caso resulta evidente que la intervención y refundación se convertirá en algo mucho más profundo. Después de todo lo sucedido, los Legionarios tendrán que transformase en otra cosa, en algo distinto, con otro perfil, otra estructura y definitivamente con otros mandos. Ni Alvaro Corcuera ni Luis Garza Medina podrán seguir al frente de los Legionarios: si sabían lo que sucedía con Maciel, lo que es más que probable, serían de alguna forma cómplices, si no lo sabían demostrarían que no estaban en condiciones de encabezar esa orden. Lo cierto es que lo más probable es que con la intervención, como lo ha hecho muchas veces a lo largo de la historia, el Vaticano literalmente desaparezca a los Legionarios pero transformándolos en otra cosa. Los puntos importantes son dos: los enormes recursos con los que cuentan (que los hicieron tan importantes en el papado de Juan Pablo II, luego de la crisis del banco Ambrosiano), y los casi mil sacerdotes que pertenecen a la orden. Unos y otros quieren, obviamente, ser preservados por Roma.

En términos nacionales la decisión también tendrá efectos que deberán ser atendidos. Se romperán muchos de los equilibrios, en ocasiones muy inestables, que existen en la cúpula de la iglesia católica en México. Si es verdad lo que se ha publicado en Roma de que el cardenal Juan Sandoval Iñiguez será el interventor de los Legionarios de Cristo, eso le dará un poder mayor al que aún tiene, y le permite tener una salida de la arquidiócesis de Guadalajara, ya tiene 77 años, desde una situación de poder. No es un secreto que, por ejemplo, la corriente que representa Sandoval Iñiguez en la iglesia tiene diferencias profundas con otros sectores, sobre todo con los que representa el cardenal Norberto Rivera, diferencias que se reflejan en muchos puntos, entre ellos, la actitud ante el asesinato del cardenal Jesús Posadas Ocampo, en la que Sandoval sigue insistiendo en que fue un complot del Estado en contra de su antecesor, aunque no haya pruebas de ello. En los hechos, la corriente del cardenal Sandoval Iñiguez es una de las más conservadoras de la iglesia, y quizás por eso sus relaciones con el papa Benedicto XVI son muy fluidas.

Otro cambio en los equilibrios, si Sandoval quedara como interventor de los Legionarios, se daría en el peso geográfico. En los hechos, la mayor influencia económica y política de la orden está en las ciudades de México y Monterrey. Ahora el control estaría en Guadalajara. Nadie puede saber cómo se reflejará todo esto en el seno de la iglesia en México, pero que alterará los actuales equilibrios es evidente.

Se podrá argumentar que estamos hablando de política y no de fe. En realidad, por encima de la fe, estos temas son netamente políticos y en este caso en particular, de poder y económicos. Estamos hablando de una orden que tuvo en el Vaticano, en México y en varios otros países, un enorme poder político y económico, que logró imponer boicots personales y comerciales a todos los que osaron denunciar lo que pasaba en su seno (y en eso merece un reconocimiento indudable Ciro Gómez Leyva), que influyó en decisiones, colocó personalidades en puestos políticos y empresariales, que abrió y cerró puertas.

Su crisis, la revelación de los secretos y perversiones que marcaron la actuación de su fundador y líder, el esquema de protección que creó en torno suyo, y ahora su intervención y muy probable liquidación, marcan una de las historia más graves y degradantes en la historia reciente de la iglesia católica. Debería ser un motivo no sólo de culpa y arrepentimiento, sino de profunda reflexión y cambios en su propia estructura para que ello no vuelva a suceder ni aquí ni en ningún lugar. No puede haber tanta perversión, impunidad y protección en nombre de la fe.

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