Diego y el secuestro político
Columna JFM

Diego y el secuestro político

El secuestro de Diego Fernández de Cevallos adopta, cada vez más el perfil de una acción realizada por un grupo armado con intereses que van mucho más allá de lo meramente económico. Hasta ahora, la única noticia cierta es que la PGR, a solicitud de sus familiares, decidió abandonar la indagatoria. Pero lo que le da sentido a lo que está sucediendo es la controvertida foto de Diego que circuló en los medios que habría sido reconocida como auténtica por sus familiares.

El secuestro de Diego Fernández de Cevallos adopta, cada vez más el perfil de una acción realizada por un grupo armado con intereses que van mucho más allá de lo meramente económico. Hasta ahora, la única noticia cierta es que la PGR, a solicitud de sus familiares, decidió abandonar la indagatoria. Pero lo que le da sentido a lo que está sucediendo es la controvertida foto de Diego que circuló en los medios que habría sido reconocida como auténtica por sus familiares.

En algunos órganos de seguridad del gobierno, sigue estando presente la idea de que ese secuestro fue realizado por algún grupo armado y la foto se inscribe en ese contexto. Hasta ahora, ha habido un deslinde del EPR, días después del secuestro, que no ha convencido a muchos. Primero, porque el EPR tiene varias fracciones, y segundo porque no ha habido más que eso: un comunicado diciendo que no tienen ellos en su poder a Diego Fernández de Cevallos.

El secuestro de Diego tiene muchos puntos en común con otro secuestro que fue muy extraño, el de Fernando Gutiérrez Barrios en diciembre de 1997. También es similar, incluyendo la foto, al que se realizó en 1994 contra Alfredo Harp Helú. Con la diferencia de que el de Gutiérrez Barrios tenía objetivos más políticos y el de Alfredo, si bien no renegaba de ellos, estaba enmarcado en una lógica básicamente económica.

El EPR no es el único grupo armado en México aunque sí el más antiguo y sólido. El EPR tiene capacidad de operación en Oaxaca, en la periferia de la ciudad de México, y como lo demostró con los bombazos contra instalaciones de Pemex, en Querétaro y Guanajuato. Otro grupo es el ERPI, cuyo antiguo comandante, Jacobo Silva Nogales, acaba de ser liberado de prisión hace apenas unos meses. El ERPI opera sobre todo en Guerrero y Morelos. El hombre que estuvo al frente de esa organización durante años, el llamado comandante Ramiro, murió en circunstancias poco claras en noviembre pasado. Y también están las FARP, un grupo más pequeño que los anteriores con presencia en Morelos y en la periferia capitalina.

¿Qué diferencia los secuestros realizados por los grupos armados de los efectuados por grupos criminales?. Muchas cosas, primero, son realizados con un relativamente alto grado de profesionalismo. Suelen ser secuestros muy largos, porque estos grupos elevan así su réditos políticos pero también porque no son ellos los que están presionados por el tiempo, sino las familias de sus víctimas y obviamente los gobiernos. No suelen ejercer violencia extrema, aunque puede haber excepciones, contra sus víctimas: son tratados en general como una suerte de prisioneros de guerra. Las negociaciones no siempre se realizan en el país. Tampoco suelen usar comunicaciones telefónicas y en ocasiones tienen como intermediarios a personajes de la iglesia, como ocurrió con el caso de Alfredo Harp Helú y otros.

El EPR dice que no está realizando secuestros, pero en el pasado los que efectuó esa organización fueron realizados con la intervención de grupos que procedían de las disueltas guerrillas de El Salvador. También algunos grupos mexicanos, recordemos el caso Lucía Morett, han recibido entrenamiento de las FARC colombianas, que tienen amplísima experiencia en secuestros, mezclando intereses políticos y económicos (y de crimen organizado). Pero, además, el secuestro de Diego no es una acción aislada.

El pasado 19 de mayo, unos días después del secuestro de Diego, el general retirado Mario Arturo Acosta Chaparro, sufrió un extraño asalto en las calles de Sinaloa y Tampico, en la colonia Roma, en la ciudad de México. No le robaron nada, pero recibió varios disparos y se debatió entre la vida y la muerte. Hoy continúa en terapia intensiva en el Hospital Militar.

Acosta Chaparro es un personaje mítico de la represión a las guerrillas en los años 60 y 70, incluso hasta los años 90, después de la aparición del EZLN, y es probablemente uno de los que mejor conoció esas organizaciones. En el sexenio pasado, fue acusado de violaciones a los derechos humanos en aquellos combates y también de una presunta relación con el cártel de Amado Carrillo. Estuvo detenido pero fue exonerado de ambos delitos. Regresó a la actividad militar y pasó a retiro, con honores, en el 2008. Y la semana pasada fue baleado en plena colonia Roma. Para las autoridades fue un intento de asalto.
Sin embargo, la combinación simultánea del secuestro de Diego Fernández con el ataque al general Acosta Chaparro, más los bombazos que en forma reiterada se han dado en sucursales bancarias del DF, a lo largo de las últimas semanas, hacen pensar que estamos ante un brote de violencia política armada, misma que ya estaba previamente anunciada.

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