El debate vacío sobre la Universidad
Columna JFM

El debate vacío sobre la Universidad

El debate sobre la universidad pública, particularmente sobre la UNAM, por su peso y trascendencia, pero en general sobre todas ellas, volvió a mostrarse esta semana como un círculo vicioso, donde no hay, porque no se las busca, salidas reales. El presidente Calderón, el rector José Narro, el secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, y hasta el líder del PAN en el Senado, Gustavo Madero, opinaron sobre el tema en algo que pareció, sobre todo, una suerte de suma de recriminaciones mutuas, donde todos tuvieron una parte de razón, pero de lo que no salió ninguna propuesta global para atender un problema que sólo puede calificarse como gravísimo.

El debate sobre la universidad pública, particularmente sobre la UNAM, por su peso y trascendencia, pero en general sobre todas ellas, volvió a mostrarse esta semana como un círculo vicioso, donde no hay, porque no se las busca, salidas reales. El presidente Calderón, el rector José Narro, el secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, y hasta el líder del PAN en el Senado, Gustavo Madero, opinaron sobre el tema en algo que pareció, sobre todo, una suerte de suma de recriminaciones mutuas, donde todos tuvieron una parte de razón, pero de lo que no salió ninguna propuesta global para atender un problema que sólo puede calificarse como gravísimo.

México es un país de jóvenes, más del 50 por ciento de la población lo es. Pero para ellos no estamos teniendo ni empleos, ni educación técnica, ni preparatoria ni superior suficientes. Hoy prácticamente la mitad de los jóvenes  de entre 15 y 25 años de edad ni estudian ni trabajan. Muchos de ellos en la periferia de las ciudades grandes y pequeñas y particularmente, pero no sólo, en el norte del país, terminan integrándose a pandillas que son la carne de cañón del crimen organizado y de la delincuencia en general. La mayoría no lo hace por dinero: en Ciudad Juárez, por ejemplo, el pago de un pandillero es miserable, podría ser cubierto por los programas de Oportunidades sin mayor esfuerzo fiscal. El problema es otro: en esas pandillas encuentran identidad, refugio, son parte de algo. Y eso es lo que deberían proporcionar la educación y/o el trabajo. Y no hay ni uno ni otro.

Es verdad que la solución no está en que todos esos jóvenes ingresen a la Universidad, cualquiera de ellas: la educación superior no puede tener como objetivo sacar chavos de las calles, aunque pueda servir para ello. No creo tampoco que el tema crucial con la Universidad Nacional, como se ha debatido en estos días, pase por el presupuesto, o por la rendición de cuentas que pidió el senador Madero (porque como contestó el rector Narro, la UNAM rinde cuentas y tiene auditorias continuas, si se quiere un sistema más estricto al respecto son los propios legisladores los que deben generar esas leyes), aunque evidentemente ello tiene un enorme peso. Pasa por establecer niveles educativos de mayor calidad y de mayor equidad (y por una reforma laboral que en esos capítulos sería decisiva). La Universidad Nacional (sigo con ella porque es el mejor ejemplo, pero el caso podría ampliarse a muchas otras instituciones públicas) tiene 300 mil estudiantes pero con niveles increíblemente disparejos, desde su ingreso hasta su salida de la casa de estudios. Tiene áreas de excelencia y otras lamentables. Desde un muy personal punto de vista creo que buena parte del problema estriba en la integración en una sola institución del sistema de preparatorias y educación media, con el educación superior, y consecuentemente con ello, el ingreso automático de esos alumnos a la Universidad. El sistema no obliga a mejorar a las preparatorias ni aumenta el nivel académico de sus alumnos porque saben que ingresarán automáticamente a la Universidad, y estrangula el sistema de educación superior para miles y miles de jóvenes que tienen los méritos para ingresar pero no los cupos que están llenos en muchas ocasiones por otros jóvenes con aptitudes y capacidades menores.

Por supuesto que cualquier cambio en ese sentido tiene repercusiones políticas, pero precisamente por eso no se hace nada, como ocurre con las cuotas y muchas otras cosas. Pero además no se hace porque el cambio debe surgir desde abajo y desde los lados y ese no puede hacerlo sola la Universidad: la educación básica no es mala, suele ser un poco peor; lo mismo ocurre en la educación media, donde la deserción aumenta dramáticamente y recrudece al llegar a las preparatorias y la universidad, donde terminan llegando sólo el 18 por ciento de los jóvenes que estarían en condiciones de hacer una carrera en ella. Pero ocurre que en el medio no hay nada: no hay opciones técnicas y de oficios para los jóvenes que no pueden o no quieren hacer el tránsito hacia la universidad, y muchos cuando llegan a ésta tampoco encuentran espacios o carreras.

La verdadera pregunta es si existe, en todos los actores, la voluntad política suficiente como para cambiar esto, pero hacerlo con menos reproches mutuos, menores intereses políticos y una mucha mayor visión integral.

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