García Luna y la UNAM, bajo fuego
Columna JFM

García Luna y la UNAM, bajo fuego

La UNAM cumple cien años y lo único que se puede hacer es festejarla. Adoptar actitudes mezquinas con la Universidad Nacional es similar, aunque provengan esos ataques de sectores diametralmente opuestos, y tan triste, tan lamentable como haber dicho que en el bicentenario de la Independencia no había nada que festejar.

La UNAM cumple cien años y lo único que se puede hacer es festejarla. Adoptar actitudes mezquinas con la Universidad Nacional es similar, aunque provengan esos ataques de sectores diametralmente opuestos, y tan triste, tan lamentable como haber dicho que en el bicentenario de la Independencia no había nada que festejar.

Buena parte de mi vida, como la de millones de mexicanos, ha estado marcada por mi paso por la UNAM. Allí aprendí, conocí, viví, ame. Dice Borges que “no nos une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto”, y quizás eso es lo que nos une en muchas ocasiones a la Universidad. En este caso es amor y espanto, pero ¿cómo no comprender que, con todas sus limitaciones y problemas, la Universidad Nacional es un pulmón que oxigena cotidianamente la vida social del país?. Quienes han hecho de la crítica de la Universidad un mecanismo sistemática de demolición ¿comprenden lo que sería este país sin ella?¿comprenden, asumiendo todos sus errores e insuficiencias, el papel social y educativo que cumple la Universidad que no puede ser reemplazado por ninguna otra institución de educación superior del país?. Hay varias universidades, públicas y privadas, de extraordinario nivel académico en diversas áreas. Algunas como la Iberoamericana, el Tecnológico de Monterrey y la Universidad de Monterrey, para hablar sólo de algunas privadas, que han logrado avances notables en los últimos años. Pero hasta ahora ninguna ha logrado combinar la integración social con la investigación de élite de tal forma como la UNAM. Ninguna significa tanto.

¿Qué cambiaría de la UNAM?. Sin duda muchas cosas. No me gusta el pase automático de sus preparatorias a la licenciatura, que dejan a miles y miles de jóvenes talentosos sin oportunidades al mismo tiempo que premian, simplemente, la mediocridad. Establecería cuotas, aunque sea mínimas, para quienes cursan en ella sus estudios, basadas en la capacidad económica de la familia de cada estudiante, que le dieran un respiro económico a la Universidad. Me libraría de los fósiles, que ocupan espacios que podrían ser utilizados por jóvenes que realmente quieren estudiar. Descentralizaría mucho más sus instalaciones y actividades para que sea realmente nacional. Y habría muchísimo más por hacer. Pero lo importante es lo que se ha hecho, en una sociedad como la nuestra que requiere, entre muchas otras cosas, una Universidad como la UNAM. Para ella y para el rector José Narro Robles una felicitación de todo corazón.

Otra cara de la realidad. El secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna no le cae bien, le molesta, a ciertos políticos, a cierta prensa, a ciertos actores sociales. Nadie es monedita de oro. El problema es cuando eso se convierte en estrategia política y se distorsiona la realidad para alimentar ese encono, cuando se termina defendiendo a la delincuencia con tal de desembarazarse de un funcionario que les resulta incómodo. García Luna es un hombre de convicciones que ha chocado, a veces por responsabilidad suya, en otras por sus adversarios, con otros miembros del gabinete y con otros políticos y medios. En ocasiones tiene la razón, en otras se equivoca, pero hay quienes se quieren deshacer de él por una razón mucho más sencilla: sin duda es el hombre de mayor confianza personal (la institucional en ese ámbito está, sin duda, en la Defensa y la Marina) del presidente Calderón en el gabinete de seguridad y, contra viento y marea, ha creado una Policía Federal partiendo de algo menos que la nada.

Y eso molesta y mucho más que tenga logros en un ámbito tan permeado, desde hace años, por la corrupción y la ineficiencia. Ahora se ha insistido en el tema de los montajes: el de Florence Cassez, con tres condenas en firme, que llega a afirmar en su libro más reciente que incluso los secuestrados eran parte del montaje en su contra. El de la detención de la Barbie, partiendo de un parte policial parcial. El de los camarógrafos secuestrados en Gómez Palacio, partiendo de un testimonio imposible de corroborar e interesado. El PRI y el PRD en el Congreso lo critican porque se “exhibe” a “presuntos” delincuentes para mostrar éxitos (¿qué hace el gobierno del DF cuando detiene a un delincuente importante?¿qué hacen los gobiernos locales priistas o qué hacían en el pasado desde el gobierno federal?¿qué hacen todas las democracias del mundo en esos casos?¿esperan que el “presunto” delincuente sea juzgado para exhibir su detención?). Es absurdo y raya en el ridículo.

Por supuesto que García Luna podría apelar más a la política que al temperamento en muchas ocasiones y sin duda ha cometido errores, pero sus aciertos son mucho mayores, ninguno como la creación y operación del que es, hoy, uno de los pocos, casi el único cuerpo policial confiable del país, la Policía Federal. Si algunos no quieren a García Luna en el gabinete me parece perfecto, pero que esa lucha la hagan, por lo menos, exhibiendo verdades y datos duros. En lo personal sigo creyendo que es uno de los funcionarios más confiables que tiene la administración Calderón, sobre todo para el propio Calderón.

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