Las víctimas de Cassez
Columna JFM

Las víctimas de Cassez

La reacción del gobierno francés ante la ratificación de la condena a Florence Cassez es desmesurada y absurda, pero además, desmerece la tradición francesa de respeto e impulso a los derechos humanos. Cassez fue condenada en cuatro tribunales distintos formados por jueces distintos; su descargo siempre estuvo formulado por dichos y no se sustentó jamás en hechos; su abogado defensor, con una larga serie de defensas mediáticas, volvió a tratar de lograr la liberación de Cassez mediante esos métodos.

La reacción del gobierno francés ante la ratificación de la condena a Florence Cassez es desmesurada y absurda pero, además, desmerece la tradición francesa de respeto e impulso a los derechos humanos. Cassez fue condenada en cuatro tribunales diferentes formados por jueces distintos; su descargo siempre estuvo formulado por dichos y no se sustentó jamás en hechos; su abogado defensor, con una larga serie de defensas mediáticas, volvió a tratar de lograr la liberación de Cassez mediante esos métodos.

El presidente Nicolas Sarkozy, en un acto de prepotencia política, utilizó la visita de Estado para tratar de lograr la liberación de la joven detenida y condenada por su participación en cuando menos cinco secuestros. Los defensores de Cassez, incluido el gobierno galo, el Partido Socialista y la prensa, siempre han subestimado un punto central: las víctimas de Cassez. Resulta vergonzoso que, para el gobierno y medios tan prestigiados como Le Monde, lo que digan las víctimas terminen siendo algo sin sustancia, algo preparado: ¿podrían los señores de la defensa de Cassez explicarnos cómo se ponen de acuerdo en detalles cinco testigos, cinco víctimas de distintos secuestros, por qué lo harían si la mayoría de ellos luego del terror vivido durante el cautiverio incluso abandonaron el país?, ¿con qué cara pueden el gobierno francés y el presidente Sarkozy equiparar a Cassez con Ingrid Betancourt cuando la segunda fue víctima de un secuestro brutal y la primera una secuestradora?

Cassez fue reconocida por sus víctimas, al momento de su detención, vivía en la casa donde estaban secuestradas por lo menos dos personas; esa casa, que era, además, su domicilio legal, la compartía con el jefe de la banda de secuestradores, que era su pareja, Israel Vallarta. Y eso está probado, confirmado y la condena contra Cassez en cuatro tribunales distintos se basa en eso. Y no tiene Cassez un solo testimonio, una sola prueba que demuestre lo contrario.

Esto es lo que escribió Cristina Ríos, una de sus víctimas, y se trata del testimonio que el gobierno francés y los medios de ese país no quieren escuchar.

“Mi nombre es Cristina Ríos Valladares y fui víctima de un secuestro, junto con mi esposo Raúl (liberado a las horas siguientes para conseguir el rescate) y mi hijo de entonces 11 años de edad. Desde ese día nuestra vida cambió totalmente. Hoy padecemos un exilio forzado por el miedo y la inseguridad. Mi familia está rota. Es indescriptible lo que mi hijo y yo vivimos del 19 de octubre de 2005 al 9 de diciembre del mismo año. Fueron 52 días de cautiverio en el que fui víctima de abuso sexual y, los tres, de tortura sicológica. El 9 de diciembre fuimos liberados en un operativo de la Agencia Federal de Investigación (AFI). Acusados de nuestro secuestro fueron detenidos Israel Vallarta y Florence Cassez, esta última de origen francés, quien ahora se presenta como víctima de mi caso y no como cómplice del mismo. Desde nuestra liberación, mi familia y yo vivimos en el extranjero. No podemos regresar, por miedo, pues el resto de la banda de secuestradores no ha sido detenida. Hasta nuestro refugio, pues no se puede llamar hogar a un sitio en el que hemos sido forzados (por la inseguridad) a vivir, nos llega la noticia de la sentencia de 60 años a la que ha sido merecedora Florence Cassez, la misma mujer cuya voz escuché innumerables ocasiones durante mi cautiverio, la misma voz de origen francés que me taladra hasta hoy los oídos, la misma voz que mi hijo reconoce como la de la mujer que le sacó sangre para enviarla a mi esposo, junto a una oreja que le harían creer que pertenecía al niño.

“Ahora escucho que Florence clama justicia y grita su inocencia. Y yo en sus gritos escucho la voz de la mujer que, celosa e iracunda, gritó a Israel Vallarta, su novio y líder de la banda, que si volvía a meterse conmigo (entró sorpresivamente al cuarto y vio cuando me vejaba) se desquitaría en mi persona.

“Florence narra el ‘calvario’ de la cárcel, pero desde el penal ve a su familia, hace llamadas telefónicas, concede entrevistas de prensa y no teme cada segundo por su vida. No detallaré lo que es el verdadero infierno, es decir, el secuestro. Ni mi familia ni yo tenemos ánimo ni fuerzas para hacer una campaña mediática, diplomática y política (como la que ella y su familia están realizando) para lograr que el gobierno francés y la prensa nacional e internacional escuchen la otra versión, es decir, la palabra de las víctimas de la banda a la que pertenece la señora Cassez. Pero no deja de estremecernos la idea de que Florence, una secuestradora y no sólo novia de un secuestrador (con el que vivía en el mismo rancho y durante el mismo tiempo en el que permanecimos mi hijo y yo en cautiverio) ahora aparezca como víctima y luche para que se modifique su sentencia. Si lo logra o no, ya no nos corresponde a nosotros, aunque no deja de lastimarnos.”

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