Violencia y medios: el amor y el espanto
Columna JFM

Violencia y medios: el amor y el espanto

¿Porqué les molesta tantos a unos pocos medios en México el que unos 750 hayamos firmado un acuerdo para la cobertura informativa de la violencia?¿de dónde sacaron que será una limitación para la libertad de expresión?¿porqué les indigna, particularmente, que se diga que los responsables de la violencia son los grupos criminales?. La respuesta la tendrá cada uno de ellos en su escritorio, pero lo que es indudable es que se trata de un discurso ideologizado con muy poco sustento en la realidad.

¿Porqué les molesta tantos a unos pocos medios en México el que unos 750 hayamos firmado un acuerdo para la cobertura informativa de la violencia?¿de dónde sacaron que será una limitación para la libertad de expresión?¿porqué les indigna, particularmente, que se diga que los responsables de la violencia son los grupos criminales?. La respuesta la tendrá cada uno de ellos en su escritorio, pero lo que es indudable es que se trata de un discurso ideologizado con muy poco sustento en la realidad.

El acuerdo sobre la cobertura de la violencia tiene muchos antecedentes anteriores pero el principal es el firmado por los medios de comunicación colombianos para enfrentar una situación que era incluso mucho más grave que la nuestra en aquellos años, durante los 80, en plena campaña terrorista de Pablo Escobar Gaviria y otros narcotraficantes colombianos. Fueron asesinados directores de medios, periodistas, muchos fueron llevados a la quiebra. La decisión de asumir una posición común partía del principio evidente de que los responsables de esa violencia, quienes la habían generado y eran en ese y en muchos otros sentidos los verdaderos enemigos de la libertad de expresión, eran los grupos criminales.

Quienes se indignan por el acuerdo, quienes aseguran que los medios nos hacemos el harakiri con esta decisión, son los que consideran que los criminales no son los responsables de la violencia que vivimos, a pesar de que de las 36 mil muertes productos de la lucha contra el narcotráfico, más de 33 mil han sido causadas directamente por enfrentamientos y ajustes de cuentas entre grupos criminales. Ellos son los que extorsionan, los que secuestran y roban, los que censuran, los que han matado periodistas. Resulta ridículo que se le pida a los gobiernos algo así como “no más sangre” pero al mismo tiempo no se adopte una posición transparente respecto a las verdaderas responsabilidades en este proceso. Se dice que si el gobierno no hubiera decidido combatir a la delincuencia, esto no hubiera ocurrido: por supuesto que no, hubiera ocurrido algo peor, tendríamos en un grado mucho mayor que ahora, el control territorial del país en manos de estos grupos.

El acuerdo no limita en nada la libertad de expresión. Uno de los mayores errores que hemos cometido ha sido tomar con superficialidad este tipo de información. Hasta el día de hoy hay medios que llenan sus páginas o sus pantallas de decapitados, asesinados, de las acciones más crueles que se pueden cometer. En algunas, muy contadas ocasiones, tienen una justificación informativa. En la enorme mayoría de los casos es simplemente amarillismo o una forma de transformar la información en un conducto más que eficiente para los criminales.

¿Quién pude decirnos cuál es la utilidad informativa de repetir textualmente los contenidos de las narcomantas o de los mensajes abandonados junto a un cadáver?¿En cuantas ocasiones estos grupos han utilizado esos mecanismos para intimidar, mentir, para destruir, en muchas ocasiones, a quienes en realidad sí los están combatiendo?. No creo que haya una práctica informativa más nociva que la repetición acrítica de los narcomensajes: no hay una forma peor de intimidar a la sociedad, de asustarla, de darle a los hechos de violencia carta de ciudadanía.

¿En dónde está la censura en este acuerdo? ¿Qué plantean sus diez puntos? Tomar postura en contra de los grupos criminales; no convertirse en voceros involuntarios (y yo agregaría en ocasiones voluntarios) de la delincuencia organizada; dimensionar, o sea poner en contexto, correctamente la información; atribuir responsabilidades explícitamente, o sea no dejar en el aire quién provocó un hecho, o hablar simplemente de muertos o víctimas sin especificar porqué se dieron los mismos; no prejuzgar culpables; cuidar a las víctimas y a los menores de edad; proteger a los periodistas; solidarizarse ante cualquier amenaza o acción contra reporteros y medios; no interferir en el combate a la delincuencia, entendido como la divulgación de información que ponga en riesgo la viabilidad de acciones o las vidas de quienes las combaten y sus familias.

Se trata de principios éticos que deberían ser comunes a cualquiera que se dedica a esta labor que, en temas como la seguridad, ponen tanto en riesgo. Decía Jorge Luis Borges, que no nos unía el amor, sino el espanto…una vez más tenía razón.

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