Un desastre llamado PRD
Columna JFM

Un desastre llamado PRD

Lo que ocurre en el PRD es un desastres para el partido del sol azteca, aunque es uno de esos desastres inevitables. Desde hace muchos años, ese partido está dividido en forma inevitable entre grupos antagónicos, que no sólo mantienen diferencias políticas e ideológicas sino que se terminan tratando como verdaderos enemigos, lo son, y que cada vez más compiten, incluso electoralmente, uno contra el otro.

Lo que ocurre en el PRD es un desastres para el partido del sol azteca, aunque es uno de esos desastres inevitables. Desde hace muchos años, ese partido está dividido en forma inevitable entre grupos antagónicos, que no sólo mantienen diferencias políticas e ideológicas sino que se terminan tratando como verdaderos enemigos, lo son, y que cada vez más compiten, incluso electoralmente, uno contra el otro.

Casi siempre las elecciones internas en el PRD han terminado mal. La de este domingo para elegir consejeros y congresistas estaba suspendida, pero fueron las autoridades electorales las que le ordenaron realizar los comicios internos en los tiempos y la forma en la que lo establecen sus propios estatutos. El PRD tenía hasta el 15 de noviembre para realizar esa elección. Se iba a realizar este domingo, pero en las primeras horas de la mañana la elección fue suspendida ante los evidentes enfrentamientos que se dieron en el DF y en otras partes del país, que se venían arrastrando de dos semanas atrás. Los simpatizantes de López Obrador y de Marcelo Ebrard saben que de esta elección dependerá en muy buena medida la del candidato presidencial pero sobre todo la de los diputados y senadores, además de los aspirantes a los distintos cargos de elección popular en el DF. Y simplemente, sabiendo ambos que sus adversarios intentarían por lo menos manipular la elección (el padrón de más de tres millones de afiliados, es por lo menos poco confiable, no había mucho entusiasmo entre la militancia para ir a votar y todo terminaría en manos de los operadores de las distintas tribus), reventaron la elección. La elección se canceló y vaya a saber para cuándo se convocará.

No se ve cómo se pueda reponer esta jornada antes de la fecha límite del 15 de noviembre. Si no se cumple con ese requisito, el costo para el PRD puede ser altísimo en sanciones, incluyendo hasta la posibilidad de la pérdida del registro. Probablemente no se llegue a tanto pero esa fecha límite lo es también para registrar coaliciones, para la famosa encuesta interna que definirá la candidatura y, pese a lo que se ha dicho, está lejos de existir un acuerdo en torno a ella: el lopezobradorismo quiere una encuesta entre quienes se consideren de izquierda (o darle una valoración más alta a quienes tengan esa simpatía), la gente de Marcelo y la dirigencia del partido quiere una elección abierta. Todo ello en un contexto en el cual, en los hechos, López Obrador ya ha lanzado públicamente a la que considera su verdadera fuerza política, el Movimiento de Renovación Nacional, el Morena, con un PT y lo que fuera Convergencia, ahora llamado Movimiento Ciudadano (para estar más en consonancia con el Morena) que tienen ya a López Obrador como candidato presidencial.

No se ve cómo se pueda procesar tanto la elección de los consejeros y congresistas como la designación de candidato presidencial, sin rupturas. Se ha dicho muchas veces que la ruptura es inevitable y los perredistas siempre han diferido esa decisión, pero en esta ocasión no pueden seguir haciéndolo: deberán decidir entre las dos grandes corrientes que parten ese partido y que cada día tienen menos que ver entre sí, tanto que ya ni siquiera se reconocen. Resulta evidente que si por alguna razón Ebrard quedara de candidato presidencial, cada día hay mayores posibilidades de que López Obrador se lanzaría de todas formas con el PT y la ex Convergencia y con por lo menos la mitad del propio PRD. Si como es más probable, López Obrador se queda con la candidatura (y con la estructura del partido), sus opositores se quedarán fuera de los cargos de elección popular. En este sentido, sobre todo el DF y el senado adquieren mayor importancia, porque son los lugares donde se podrían concentrar fuerzas para el futuro, marcado por los negativos de un partido que sólo parece interesado en la lucha por la distribución de sus propios espacios de poder.

Si a eso le sumamos el desastre anunciado en la elección de Michoacán (todas las encuestas están dejando al candidato perredista, Silvano Aureoles, muy lejos de la panista Luisa María Calderón y del priista, Fausto Vallejo, perfilando una elección entre dos y donde el PRD no tendría posibilidades), las cosas están muy mal para el partido del sol azteca. Con un agravante: las elecciones son el domingo 13, casi el miso día en que vence el plazo para la elección interna, para registrar las coaliciones y para dar a conocer el resultado de las encuestas para el candidato presidencial: ¿alguien cree que todo se podrá procesar sin costos y rupturas?

Por cierto, este jueves Cuauhtémoc Cárdenas recibirá la medalla Belisario Domínguez, en medio de un amplio reconocimiento nacional. Su hijo Lázaro dejó el gobierno de Michoacán con altos índices de popularidad, misma que dilapidó su sucesor Leonel Godoy. Ni Cuauhtémoc ni Lázaro han sido tomados en cuenta. Por eso las cosas están como están.

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