La resurrección chiapaneca
Columna JFM

La resurrección chiapaneca

Era a mediados de los años 90, aquellos años terribles de las post incursión del zapatismo, de sus milicias y retenes, pero también de los grupos paramilitares, de aquel conflicto que terminó haciendo eclosión en la matanza de Acteal, un capítulo de una guerra sorda, que se fermentó en la lucha política de fracciones y grupos que utilizaron las comunidades, la fe, la pobreza, en su beneficio y que llevaron a la muerte a miles de chiapanecos.

Era a mediados de los años 90, aquellos años terribles de las post incursión del zapatismo, de sus milicias y retenes, pero también de los grupos paramilitares, de aquel conflicto que terminó haciendo eclosión en la matanza de Acteal, un capítulo de una guerra sorda, que se fermentó en la lucha política de fracciones y grupos que utilizaron las comunidades, la fe, la pobreza, en su beneficio y que llevaron a la muerte a miles de chiapanecos. Tuvimos la oportunidad de poder trabajar periodísticamente sobre lo que ocurría en Chiapas desde bastante antes del estallido del primero de enero del 94, y en ese camino nos tocó cubrir uno de los enfrentamientos más violentos, menos sonados y más crueles de aquella guerra civil y silenciosa: el que se daba entre las comunidades de El Bosque y Plátanos. Un conflicto por supuestos intereses cafetaleros que terminó con muertos, emboscadas, ataques recíprocos entre comunidades hermanas. Unos se acusaban de zapatistas y otros de paramilitares priistas. Pero todos recurrían a la violencia. Lo recuerdo como uno de los reportajes para televisión más tristes que me ha tocado hacer en mi vida: todos eran pobres, todos tenían razón, todos estaban equivocados.

Han pasado unos quince años y regresé la semana pasada a El Bosque, pasé por Plátanos y recorrí toda esa zona de Chiapas. Me invitó a su campaña para el senado mi amigo Luis Armando Melgar y tuve oportunidad de acompañarlo a él y sobre todo al candidato a gobernador por el PRI , el Verde y Nueva Alianza, Manuel Velasco Coello. Me impresionaron varias cosas: la primera vez que estuve en El Bosque, hace quince años, tuve que ir con custodias militares en medio de un conflicto bélico y me encontré con una comunidad que hablaba en susurros, que me llevaba a visitar sus heridos a sus casas, que contaba uno por uno sus muertos y sus desgracias. No es que ahora Chiapas y esa zona del estado estén precisamente nadando en abundancia, pero el día anterior a la visita de Manuel, habían estado en el pueblo, en una fiesta que duró hasta altas horas de la noche, como parte de en un largo recorrido por la zona, eran Los Tigres del Norte. Me tocó ver unos mítines increíblemente concurridos de Manuel donde no parecía existir un acarreo significativo y la verdad es que tuve la sorpresa de convivir con un candidato a gobernador, que, salvo que ocurra algo muy extraño. ocupará el próximo 8 de diciembre el gobierno del estado con apenas 32 años pero que sin embargo lleva doce años en la política local.

No suelo hablar de los candidatos en un terreno personal, pero creo que una de las singularidades de Chiapas es que las circunstancias han permitido que esa significativa normalización de las relaciones sociales, políticas, comunitarias se han dado a partir de hacer un poco de lado los partidos que tanto se habían confrontado hasta casi autodestruirse y apostar a personalidades con un margen muy amplio de autonomía que les han permitido, precisamente, trabajar en la restauración  del tejido social. En ningún otro estado de la república se hubieran podido dar las condiciones para que llegara al poder y trabajara durante seis años un hombre con un margen de independencia como Juan Sabines y creo que en ningún otro estado se está dando hoy un fenómeno local como el de Manuel Velasco. Es verdad que es el candidato del PRI, del Verde, de Nueva Alianza, pero pudo haberlo sido también del PRD y de sus aliados e incluso del PAN. Manuel es un joven muy incluyente que no apuesta al sectarismo ni a la partidización de la vida social, que está viendo con ojos generacionalmente nuevos su estado, que está interesado, por supuesto, en la vida política nacional pero que se ha concentrado en su estado y en sacarlo adelante con proyectos productivos y sociales muy concretos. Me gustó que en sus mítines, cuando se le piden cosas que no son viables, por tiempo, dinero, infraestructura, le diga directamente a la gente que no se puede, que no hay condiciones pero que sí asuma los compromisos que son viables.

Me imagino que le va a resultar difícil y complicado ejercer el poder. Es un hombre muy joven en un estado, hay que decirlo, fascinante pero muy mañoso, como parte de su vieja clase política. Quizás en ello esté el mayor aporte que le podrá dar Manuel al estado: si llega al poder un gobernador de 32 años, con una sólida carrera local, pero sin prejuicios, es la primera oportunidad de cambiar generacionalmente toda la política estatal, es la oportunidad de darle a los jóvenes que no participaron ni en la corrupción desenfrenada de los viejos gobiernos priistas, ni en la ola de violencia fundamentalista del zapatismo, ni en el caos de los años siguientes, la oportunidad, de alguna manera, refundarlo y hacerlo ahora sí renacer. Es la oportunidad para que nunca más veamos a los hermanos de Plátanos y El Bosque contando sus muertos, sino sus sacos de café y produciendo juntos. Un soplo de aire fresco y joven en la política nacional nunca viene mal.

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