Gobernabilidad, acuerdos y pacto
Columna JFM

Gobernabilidad, acuerdos y pacto

Pocas cosas le han terminado cayendo tan bien a los tiempos políticos del país, El equipo de transición ha dado pasos con bastante certidumbre en varios aspectos: se ha adelantado, por ejemplo, que habrá cambios en la secretaría de Gobernación, cambios que le darán un perfil nuevo a esa dependencia regresándole muchas de sus funciones anteriores.

Pocas cosas le han terminado cayendo tan bien a los tiempos políticos del país, pero particularmente al equipo de transición de Enrique Peña Nieto, que todo lo relacionado con el huracán Sandy azotando la costa Este de Estados Unidos y Nueva York. Las noticias del huracán combinadas con la elección en los propios Estados Unidos, propiciaron una explosión de información en torno a lo que sucedía en la más importante ciudad de occidente, una información que, quizás por eso mismo, pecó en demasiados sentidos de amarillismo (la situación con toda su gravedad, como aquí lo comentamos, distó mucho de la magnitud de catástrofe que se le quiso dar, dentro y fuera de la Unión Americana, incluyendo por supuesto México). Pero lo cierto es que ese espacio ha permitido continuar con una transición que pareció complejizarse con el debate de la reforma laboral en el senado pero que todo indica ha regresado en estos días a su cauce.

El equipo de transición ha dado pasos con bastante certidumbre en varios aspectos: se ha adelantado, por ejemplo, que habrá cambios en la secretaría de Gobernación, cambios que le darán un perfil nuevo a esa dependencia regresándole muchas de sus funciones anteriores. Gobernación tiene que ser lo más parecido al ministerio del interior con el que cuentan casi todas las naciones democráticas del mundo. Los cambios institucionales que se realizaron al inicio de la administración Fox fueron desacertados y quisieron copiar aspectos del modelo estadounidense sin comprender que no hay casi equivalencias entre la estructura de poder de ese país con nuestro andamiaje institucional. Incluso en la Unión Americana, después de que el gobierno de Vicente Fox hubiera desmantelado las responsabilidades de Gobernación en el ámbito de la seguridad, pasados los ataques terroristas del 11-S, se reconvirtió la estructura de gobierno para contar con un Homeland Security, que cumpliera muchas de las funciones de un ministerio del Interior tradicional, centralizando información y tareas. En nuestro caso nos quedamos en el peor de los mundos posibles, con un esquema institucional fraccionado que fomentó divisiones y una manejo poco eficaz de la política interior del país.

La reforma de Gobernación, a partir del primero de diciembre tiene que ir en ese sentido, quitándole algunas funciones que no necesariamente tendrían que estar allí y recuperando, por ejemplo, las áreas de seguridad, incluyendo una fuerte revitalización de la generación de inteligencia, sea a través del Cisen o de nuevos organismos (o con una organización similar a la que tienen otros países que les permite tener órganos de inteligencia descentralizados pero que tienen un paraguas de coordinación institucional).

Al mismo tiempo este periodo permitió restaurar, aparentemente, los daños que pudiera haber dejado el debate y la votación de la reforma laboral en el senado. Todo indica que se podría sacar esa reforma aceptando algunos cambios en diputados y desechando otros, para que fuera ratificada en el senado nuevamente esta misma semana. El curso de acción de endurecimiento entre el PRI y el PAN de la semana pasada, hubiera generado costos para ambos partidos, pero además, paradójicamente, lo único que hacía era generar un espacio de incertidumbre donde los que ganaban eran los sectores más duros de todos los partidos, incluyendo el cada día más heterogéneo frente de izquierda.

En los hechos, luego de los devaneos, que no concluyen, para establecer una suerte de frente opositor (que podría funcionar en algunas coyunturas electorales locales, pero no como una norma), el eje de una base de gobernabilidad sustentable para el país tiene que pasar por acuerdos entre el PRI y el PAN a los que se incorporen el PVEM y el PANAL. Por supuesto que ahí habría espacio para el PRD pero el principal partido de la izquierda tiene que terminar de definir su propio destino y perfil, que transita demasiadas veces en la esquizofrenia política, en la lucha entre el Morena de López Obrador y sus propios orígenes. No hablemos ya del PT y Movimiento Ciudadano que simplemente están a la espera de ver qué resulta de esa búsqueda de identidad para ver dónde se acomodan.

El tema va mucho más allá de un simple acuerdo legislativo para una o para varias reformas. El país necesita un gran Pacto de Estado, donde tiene que haber generosidad de todos los actores principales de forma tal de encontrar vías que permitan potenciar, en un contexto de crisis global, las enormes oportunidades que tenemos en muchos ámbitos y acabar, de una vez por todas, con los desafíos a la seguridad pública y ciudadana, incluyendo, por supuesto, la propia desigualdad social.

Estos días de huracán en Nueva York y elecciones estadounidenses parecen haber contribuido a la construcción de esas opciones.

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