Se acabó el entrenamiento
Columna JFM

Se acabó el entrenamiento

Es difícil adivinar cómo están jugando los distintos partidos en el congreso, sobre todo porque existe una evidente división tanto en el PAN como en la llamada alianza de izquierda. El PRI si bien no es una fuerza homogénea está cohesionado por lo que más puede unir a un partido político: la expectativa del poder.

Es difícil adivinar cómo están jugando los distintos partidos en el congreso, sobre todo porque existe una evidente división tanto en el PAN como en la llamada alianza de izquierda. El PRI si bien no es una fuerza homogénea está cohesionado por lo que más puede unir a un partido político: la expectativa del poder.

Todo lo ocurrido en torno a la reforma laboral debe dejar un relativo buen sabor de boca tanto en el PRI como en el PAN, pero deja también dudas para el futuro. El PRI logró sacar adelante, sin los temas más controvertidos, una reforma que le será muy útil a Peña Nieto: el haber logrado que la elección de dirigentes sea libre y secreta, pero que pueda ser por método directo o indirecto, y el que se haya dejado fuera el tema de la aprobación de los contratos colectivos, fueron dos logros del PRI en la cámara de diputados que se llevaron sin problemas al senado.

El PAN se puede alegrar de que logró incorporar temas a la reforma, que logró darle marcha atrás al PRI en el senado, que pudo demostrar un músculo mayor al que se suponía tenía, pero, al mismo tiempo, demostró que le falta unidad y una línea mucho más definida hacia el futuro. La alianza con el PRD, no puede ser el camino del PAN. Puede haber acuerdos coyunturales de ambos partidos en el terreno legislativo (como el que se dio en la primera ronda del senado) e incluso electoral en algunos estados y en torno a ciertos candidatos que no tengan un sello partidario demasiado definido, pero pensar en una alianza de largo plazo, en acuerdos con un agenda establecida para los próximos años, es una tontería: los objetivos políticos del PAN y del PRD están muy distantes y se podrá decir que existe la posibilidad  de acercarlos, pero entonces ambos partidos tienen que definir con mucha más claridad su perfil, sus fuerzas, su línea y su dirigencia.

EL PRD está obviamente en transición y en la coyuntura de un profundo cambio de liderazgos que tendría que convertirse en un cambio de paradigmas. La dirigencia de Nueva Izquierda alcanza para administrar al partido pero lo deja sin liderazgos; Marcelo Ebrard que aspira a convertirse en presidente del partido tendrá que refrendar, una vez que deje el gobierno del DF, sus fuerzas dentro del propio instituto político, y quién sabe hasta dónde llegue, entonces, el apoyo de Nueva Izquierda; las corrientes afines a Bejarano, con todos sus aliados, van por el partido, y quizás no tienen fuerza para ganar la dirección pero sí para condicionar a cualquier otro aspirante. Hace tiempo lo dijimos en este espacio: la figura de los Cárdenas, Cuauhtémoc y Lázaro, podrían convertirse en el factor de equilibrio de todas esas fuerzas que hoy parecen actuar en forma centrífuga. Con un agravante: si la administración Peña Nieto, como todo lo indica, se lanza a una muy agresiva política social, podría terminar vaciando de cuadros locales y objetivos al PRD, que también debe temer a su izquierda, vía el Morena de López Obrador, la posibilidad de otra sangría. Será dentro de un mes, a mediados de diciembre, cuando el perredismo en su reunión nacional comience a definir qué quiere. Su línea actual no le alcanza ni siquiera, como vimos, para ser fiel de la balanza. Y paradójicamente es cuando más posiciones de poder ha tenido en su historia.

En el PAN la indefinición se arrastrará hasta marzo, cuando tenga su consejo nacional. Es evidente que no es la misma la línea en el Senado y en San Lázaro, no son tampoco afines sus liderazgos y en los hechos, se queda casi sin gobierno locales de peso, y dentro de quince días sin la presidencia de la república. No veo al presidente Calderón queriendo operar abiertamente en el partido en el futuro, pero tampoco lo veo alejado de la vida política: la lucha interna en el PAN es intensa, se reflejó en el proceso electoral interno, en la propia campaña y en los días posteriores. Desde la elección de julio, Josefina Vázquez Mota no ha aparecido públicamente, Gustavo Madero no tiene el control real del partido y tampoco queda claro hasta dónde el calderonismo podrá detentar esa control terminado el sexenio. El juego de equilibrio de poder que realizó en el senado, oponiéndose primero al PRI y luego votando con él la reforma laboral; la ruptura, cuando todo indicaba que existía un acuerdo en torno a la designación de los magistrados de la Suprema Corte, demuestra que hay señales cambiantes y se debe comprender que una cosa es ser el fiel de la balanza y otra muy diferente es convertirse en una fuerza política oscilatoria e impredecible para sus aliados y enemigos.

Lo cierto es que estas semanas han sido una suerte de ejercicio de fuerza, de entrenamiento en condiciones reales, entre los distintos partidos políticos. Con la presentación de las primeras iniciativas del presidente Peña Nieto, en estos mismos días, comienza el juego político de verdad. Se acabaron las pruebas.

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