Zambrano y su pacto de la Moncloa
Columna JFM

Zambrano y su pacto de la Moncloa

Jesús Zambrano puede pagar un costo político por haber estampado su firma el documento Pacto por México; ya hay grupos que están pidiendo su renuncia o desconociendo su autoridad. Pero lo cierto es que la mayoría del PRD ha impulsado esa postura e incluso un día antes de la firma, la mayoría de los legisladores, gobernadores y dirigentes perredistas hicieron público un desplegado de apoyo que fue decisivo para que el presidente del partido se decidiera a firmar el Pacto.

Decía Tomás Salas, quien fue el fundador de Cambio 16, una revista muy influyente en la transición española, cuando le preguntaban por lo que los diferentes actores centrales de aquel proceso habían hecho para saltar del franquismo a una democracia plenamente funcional, que en realidad ellos se habían convertido en aquellos años, en “unos buscadores de formas”, habían trabajado más sobre las formas que permitieran llegar a soluciones aceptables y de fondo para los distintos sectores y partidos, que en acuerdos demasiado elaborados.

La reflexión que hacía Salas siempre me pareció fantástica porque se aleja de los intentos que buscan intelectualizar un proceso que se basó en la política, y por ende en el diálogo, los acuerdos, la aceptación del otro y las concesiones mutuas. Hubo actores claves en el ese proceso. Uno de ellos fue el recientemente fallecido Santiago Carrillo, el líder del Partido Comunista español, entonces poderoso (estábamos en plena guerra fría), y la fuerza política que había encabezado al bando republicano en la guerra civil y en muy buena medida la oposición al franquismo. Carrillo, no era un joven opositor como el socialista Felipe González, que había nacido después de la guerra: Carrillo había tomado parte activa en ella, con mando de tropas y había encabezado la lucha clandestina de su partido en España después de la derrota. Seguramente en su vida Carrillo cometió muchos errores, pero también sin duda tuvo una contribución notable: aceptó los pactos de la Moncloa, y antes de eso, aceptó el régimen constitucional de su país, aceptó que España se convirtiera en una monarquía constitucional y sacó a su partido de la clandestinidad, rechazando de una vez y para siempre la violencia. Se convirtió el PCE en una de las dos grandes fuerzas del llamado eurocomunismo (el otro era el PC italiano) que apostaba por la democracia, el pluralismo y por Europa.

Eso valía mucho: en primer lugar un silla privilegiada en la mesa de la transición y con ello la propia legalización de su partido. Sin la actitud de Carrillo, la transición española hubiera sido mucho más compleja y difícil de lo que fue. Si como dice Salas, esos actores fueron unos buscadores de formas, en ese proceso las encontraron de forma tal de que nadie ganara todo, pero tampoco para que nadie lo perdiera.

Todo esto viene a cuento por la actitud de Jesús Zambrano de firmar el domingo pasado el llamado Pacto por México. Hay muchos puntos en ese documento que están directamente relacionados con la agenda histórica del PRD, incluyendo algunos de los que planteó en su campaña el propio López Obrador. El ejercicio de integrar capítulos demandados por las distintas fuerzas políticas en este documento fue un ejercicio arduo pero también inteligente, que permitió construir una propuesta que tuviera una base sobre la cual todos se pudieran sentir cómodos: en la que nadie ganara ni perdiera todo. Era, también una cuestión de forma, recordando que en política, diría don Jesús Reyes Heroles, la forma es fondo.

Zambrano puede pagar un costo político por haber estampado su firma en el documento: ya hay grupos que están pidiendo su renuncia o desconociendo su autoridad. Pero lo cierto es que la mayoría del PRD ha impulsado esa postura e incluso un día antes de la firma, la mayoría de los legisladores, gobernadores y dirigentes perredistas hicieron público un desplegado de apoyo que fue decisivo para que el presidente del partido se decidiera a firmar el Pacto.

Nadie sabe finalmente qué sucederá con el Pacto: puede sentar las bases para el desarrollo futuro del país o puede terminar en un fracaso. Son muchos acuerdos, 95, que tienen fechas y responsables para su cumplimiento, existen observadores y hasta un comité técnico de seguimiento, pero lo más importante es que quedó plasmada la voluntad política de avanzar en esa agenda de acuerdos. En una agenda donde no siempre habrá unanimidad entre los firmantes pero donde sí se colocan límites incluso para ese disenso.

Para Zambrano y para el PRD es una oportunidad única de reconstruir a su partido sobre unas nuevas bases, después de la ruptura del lopezobradorismo, pero de hacerlo sobre una plataforma distinta, mucho más orientada hacia la socialdemocracia que en el pasado reciente, y también de mostrar formas nuevas que la propia sociedad le reclama. El partido del no, de los bloqueos, de la deslegitimación de sus adversarios, de la marcha en el filo de la violencia, existe y tiene un espacio, pero a la larga no tiene futuro. En las nuevas formas, el PRD tiene posibilidades inéditas, sólo experimentadas por ese partido en la campaña electoral para el DF en 1997. Si supera los golpes internos, será el principal rédito que le dará Zambrano al perredismo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *