Vientos desestabilizadores
Columna JFM

Vientos desestabilizadores

Prácticamente nadie ha especulado con la explosión del jueves pasado en Pemex. Al momento de escribir estas líneas no están concluidos los peritajes y la única certeza es que la explosión fue tal: no hubo fuego ni incendios. Fue una explosión que no se sabe porqué y cómo fue generada.

Prácticamente nadie ha especulado con la explosión del jueves pasado en Pemex. Al momento de escribir estas líneas no están concluidos los peritajes y la única certeza es que la explosión fue tal: no hubo fuego ni incendios. Fue una explosión que no se sabe porqué y cómo fue generada.

¿Pudo ser un atentado? Sin duda, aunque pareciera demencial hacerlo en ese lugar y a esa hora fuera de que se buscara conscientemente provocar un alto número de víctimas. ¿Quién hubiera podido cometerlo? Cualquiera de los grupos que desde hace tiempo están realizando tareas desestabilizadoras: el primero de diciembre fue una demostración de ello; las acciones que no se conocen públicamente pero que se han dado en varios estados de la república son otra. Puede ser también, y es muy probable que así haya sido que se trate de un mero accidente, pero no deja de crear suspicacias que haya sido en las oficinas centrales de Pemex el día anterior a que comience en el congreso un periodo ordinario donde, el tema de la reforma energética, si bien no se presentará en estos días sigue siendo uno de los dos principales temas de agenda sexenales.

Muy probablemente haya sido la explosión un accidente, pero en el inconsciente colectivo el temor a un acto desestabilizador está muy presente, y como hemos dicho muchas veces el fantasma del 93-94 sigue sobrevolando una realidad que puede ser muy distintas, que puede haberse transformado sustancialmente pero que sigue siendo la que permea el recuerdo de la última etapa del priismo en el poder.

Muy probablemente estemos ante un accidente, pero lo que sucede es que estos mismos días hemos hablado de cómo existen una serie de focos rojos (o ambar, el color que se desee) que están encendidos y que trascienden la voluntad pacificadora de la nueva administración. Y la gente lo percibe por debajo de ese optimismo generalizado que ha despertado el inicio de la misma: pareciera que debajo del optimismo y de las buenas expectativas siempre estamos esperando el golpe, siempre está presente la amenaza que hace pensar lo peor… y resulta que esa percepción se ha convertido en realidad tantas veces que es difícil suponer otra cosa.

Los focos rojos ahí están: la demostración provocadora del primero de diciembre; la reaparición un poco más que extraña del zapatismo, luego de más de un década de silencio; la presencia de grupos armados que están operando, reconocidos o no, en distintos puntos del país, incluidos algunos secuestros de personajes o familiares de éstos, en ámbitos locales que no han llegado a los medios pero que eso no los hace menos un aspecto a tomar muy en cuenta; ahí están las amenazas del SME luego del dictamen de la Suprema Corte; así se suman eventos, acciones, hechos que pueden no estar relacionados entre sí, pero que evidentemente si están concatenados pueden impulsar un ambiente de desestabilización, un escenario propicio para la misma.

No sabemos qué sucedió en Pemex e insistimos, lo más probable es que haya sido un accidente, pero los focos rojos deben ser atendidos y en la medida de lo posible apagados para evitar la incertidumbre. No estamos condenados a un destino de ostracismo o de falta de posibilidades, aunque haya quienes piensen que ese es nuestro sino: pero el destino se construye, se lucha por él, se consolida con hechos. No sería la primera vez que una perspectiva de éxito en el país se termina frustrando por intentos desestabilizadores que nunca terminan de ser del todo identificados: una vez más lo sucedido en 93-94 es paradigmático al respecto.

En esta ocasión la desestabilización no puede ni debe ser la norma. Ya conocemos las enseñanzas históricas y se debería saber cómo sortearla, cómo no tropezar nuevamente con la misma piedra. Y para eso se debe tener mucha mayor claridad y evitar que haya actores que quieran sacar partido de un hecho que puede o no ser fortuito pero que no debería cambiar las grandes líneas de una administración.

Resulta incompresible, por ejemplo, que las primeras reacciones del sindicato petrolero hayan hablado de una explosión generada por la falta de mantenimiento de las instalaciones de Pemex en una caldera que, por una parte, no se encuentra en el lugar donde se dio la explosión, y segundo que no se sabe si sucedió ¿cómo puede el sindicato hacer una suposición sobre lo ocurrido sin saber a ciencia cierta qué ocurrió?. Sólo para lucrar con la tragedia, para llevar, en medio de ella, agua para su molino.

Los grandes procesos desestabilizadores que ha sufrido el Estado mexicano siempre han tenido un base de sustentación en grupos de poder que sienten que se pueden beneficiar de esos hechos independientemente de los daños que ello ocasione al país. Es hora de cambiar la dinámica, de colocar los hechos en otra perspectiva, de tener otra visión del país y de su futuro, de alejar o contener cualquier viento desestabilizador.

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