El PAN y su hoguera de vanidades
Columna JFM

El PAN y su hoguera de vanidades

El verdadero origen de la crisis interna que está viviendo el PAN no es el Pacto por México, tampoco el apoyo o no a ciertas medidas de parte de ese partido. El verdadero problema es mucho más añejo y se relaciona directamente con la forma de entender y ejercer el poder dentro del partido y en la relación con las demás fuerzas políticas. Incluso más allá: se trata de definir qué tipo de partido es y debe ser Acción Nacional.

El verdadero origen de la crisis interna que está viviendo el PAN no es el Pacto por México, tampoco el apoyo o no a ciertas medidas de parte de ese partido. El verdadero problema es mucho más añejo y se relaciona directamente con la forma de entender y ejercer el poder dentro del partido y en la relación con las demás fuerzas políticas. Incluso más allá: se trata de definir qué tipo de partido es y debe ser Acción Nacional.

El panismo nunca terminó de sentirse un partido en el poder. Para el PAN siempre fue más sencillo estar en la oposición, incluso cuando estaba en el gobierno. Pero todo indica que después de doce años de indefiniciones ahora tampoco termina de saber acomodarse en su nueva realidad opositora. No nos engañemos: el PAN desde hace años tiene acuerdos y negocia con otras fuerzas. Si pudo llegar a la presidencia de la república fue porque logró, entre 1989 y 1994, establecer una amplia agenda de acuerdos con el PRI que dieron como fruto varias de las reformas más importantes que ha tenido el país pero que también permitieron una acumulación de espacios de poder que el panismo jamás había tenido con anterioridad y que supo explotar adecuadamente hasta el triunfo electoral del 2000, aunque esa victoria, paradójicamente, tuvo más que ver con la figura de su candidato que con su potencialidad como partido. Y en el 2006, también fue evidente que la victoria de Felipe Calderón, además de un trabajo de equipo que no acompañó todo el partido, de ahí la ruptura con Manuel Espino y otros, estuvo amalgamada por el voto de rechazo a López Obrador.

Pero precisamente por eso, el partido en doce años de ejercer el poder no logró fortalecerse. Incluso se debería ir más allá: el PAN ha tenido un número importante de gobernadores desde 1989, además de cientos de legisladores, presidentes municipales, líderes de partido, pero ¿cuántos de ellos se transformaron realmente en figuras públicas, nacionales?. La pregunta es porqué. Y el hecho es que el PAN tiene que definir rumbo y encontrar liderazgos. El lugar del PAN está en el centro derecha, en ser un partido que pueda compaginar, como lo hizo en sus orígenes y luego en los 90, su vertiente liberal con la socialcristiana, alejándose, por lo menos en su accionar político cotidiano, de sus grupos fundamentalistas. Y para eso se requiere claridad mental pero también liderazgos.

¿Cuál fue la diferencia, por ejemplo, del PRI que compitió en 2006 con los peores resultados de su historia y el que ganó la presidencia seis años después?. Muchos de los de entonces y ahora son los mismos hombres y mujeres. Su línea tampoco ha cambiado demasiado. Pero si para llegar al 2006 el PRI se dividió, peleó internamente y tuvo un voto diferenciado en temas como la reforma fiscal y la energética, si no supo cómo relacionarse con el gobierno y tuvo en Roberto Madrazo un dirigente que era cuestionado por muchos sectores y que llevó a la ruptura, en aquellos años, con Elba Esther Gordillo, en 2012 el PRI asumió la campaña con la certidumbre que da el pensar seriamente en ganar la elección: apostando a un candidato y una línea pero también aceptando disidencias que se enmarcaran en las reglas internas del juego. Un ejemplo: buena parte de la reforma política que ahora se presenta desde el gobierno, fue el proyecto que, desde 2009, por lo menos, impulsó públicamente Manlio Fabio Beltrones, entonces en el senado. El equipo de Peña en aquel momento no la hizo suya, entre otras razones porque, legítimamente, Beltrones conservaba aspiraciones de ser el candidato, pero ni uno ni otro rompieron a pesar de que ello generó tensiones. La reforma de Beltrones no salió para los comicios del 2012, pero está en la agenda del actual gobierno y su impulsor encabeza hoy la cámara de diputados. Supieron trascender ese periodo difícil sin romper y con objetivos comunes.

Hoy se ve al PAN más cercano a aquel PRI que a duras penas sobrevivió a la derrota electoral del 2000 que al que recuperó la presidencia en el 2012. Con mayores ganas de ajustar cuentas que de llegar a acuerdos, con traiciones y chaquetazos inverosímiles, con demasiados rencores acumulados y con poca claridad respecto hacia dónde se quiere ir. El problema no es el Pacto por México, ni las reformas, donde el espacio de acuerdo es muy amplio con el gobierno y con otras fuerzas políticas. El verdadero problema es cómo se llega a esos acuerdos y para qué se quieren utilizar. Y es ya, además, un tema personal, porque a diferenciar de lo que diría el personaje de El Padrino, y como decimos en nuestro programa de televisión, en el poder y en la política todo, absolutamente todo, es personal. Y la hoguera de las vanidades lleva demasiado tiempo encendida.

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