Monterrey contra el paradigma
Columna JFM

Monterrey contra el paradigma

The Economist acaba de publicar un largo texto reconociendo la recuperación de la seguridad pública en toda el área urbana de Monterrey. No es un dato menor: recuerdo que hace unos dos años, en una conferencia con los miembros de la Caintra, en la capital regiomontana, luego de presentar un panorama bastante desolador sobre cómo estaban las cosas, me preguntaban si se podría recuperar la seguridad en Monterrey. Recuerdo haber dicho allí que sí, pero que implicaría muchos esfuerzos y coordinación, además de colaboración entre la sociedad y las autoridades.

The Economist acaba de publicar un largo texto reconociendo la recuperación de la seguridad pública en toda el área urbana de Monterrey. No es un dato menor: recuerdo que hace unos dos años, en una conferencia con los miembros de la Caintra, en la capital regiomontana, luego de presentar un panorama bastante desolador sobre cómo estaban las cosas, me preguntaban si se podría recuperar la seguridad en Monterrey. Recuerdo haber dicho allí que sí, pero que implicaría muchos esfuerzos y coordinación, además de colaboración entre la sociedad y las autoridades.

También recuerdo haber afirmado allí y en muchos otros foros, incluyendo éste, que lo que ocurriera en Monterrey (en toda su zona urbana que incluye varios municipios, desde el muy próspero de San Pedro Garza García hasta el muy popular de Guadalupe) en términos de seguridad, daría la pauta para saber si se podría revertir o no la situación en el resto del país. No era una mera especulación: si una ciudad próspera, con una gran industria y una enorme tradición de trabajo, con un buen sistema educativo, que siempre había gozado de altos niveles de seguridad, con una sociedad que durante años había sido participativa, con gobiernos y empresarios que parecían dispuestos a invertir recursos y prestigio, no podía controlar la violencia y a las pandillas que comenzaron a azotarla hace ya unos años, la batalla estaría inevitablemente perdida en el resto del país.

En estos temas nunca se pueden hacer afirmaciones rotundas, pero todo indica que Monterrey (y Nuevo León) le han logrado dar la vuelta a la crisis de seguridad. No es un triunfo que se haya logrado en estos últimos meses ni tampoco es un logro exclusivo de esta administración federal. Lo cierto es que una vez que se llegó, con el incendio del Casino Royale, al punto más bajo de la inseguridad, se tomaron varias decisiones que se han mantenido y afianzado hasta el día de hoy, logrando éxitos reales.

El primer punto es la depuración de las policías. Los cuerpos de seguridad estatal, y en eso se está en los municipales, fueron realmente limpiados, la policía  estatal desapareció y fue reemplazada por otra, la Fuerza Civil que comenzó de cero y tiene hoy más de cuatro mil elementos, nuevos, entrenados, con controles de confianza, con armamento y equipo, con un concepto de operación mucho más basado en la inteligencia, con cuarteles y colonias donde esos policías pueden vivir junto con sus familias. No hay antecedentes significativos de corrupción entre sus elementos. Hoy es una institución respetada por la gente y eso ha permitido detonar la denuncia ciudadana, alimentando la eficiencia de la propia fuerza de seguridad.

Nada de eso se hubiera logrado si no hubieran alineado varias fuerzas, que no habían podido hacerlo antes del casino Royale. Primero, la decisión de los gobiernos, sobre todo el federal (en la época de Calderón y en la de Peña) y del local, aún asumiendo costos políticos importantes durante muchos meses, de enfrentar el problema, coordinarse de verdad y operar en conjunto. Segundo, el respaldo de una buena parte de los empresarios que apoyaron con recursos, personal y convicción (lo realizado en ese sentido por muchos es notable, pero sobre todo, se debe destacar el apoyo de FEMSA y CEMEX), en el marco de una estrategia común. Tercero, la participación de la gente: en un marco de profunda desconfianza y pesimismo, en cuanto se pusieron de manifiesto los primeros resultados en la conformación de los cuerpos policiales, la denuncia y la participación comenzó a crecer en forma geométrica, lo que ha permitido cambiar la dinámica y poner a las autoridades a la ofensiva, previendo y adelantándose a los acontecimientos, en lugar de, simplemente, tratar controlar los daños.

Hace un par de años, en toda esta zona urbana había en promedio unos ocho muertos diarios por ajustes de cuentas. En lo que va del mes se han producido sólo ocho asesinatos. Más importante, Monterrey se había convertido casi en una ciudad fantasma en la noche, hoy vuelve a tener vida y la gente a comenzar nuevamente a disfrutarla.

Si se pudo hacer en Monterrey se podrá hacer en otros lugares, aunque las condiciones sean menos favorables. Tampoco se puede cantar victoria: primero, porque nadie ha dicho que los fenómenos delincuenciales se hayan erradicado por completo; segundo, porque existen problemas sociales que generaron la inseguridad que aún deben ser atacados y cuyos resultados tardarán en verse; y tercero, porque en los estados vecinos de Nuevo León: Coahuila, Tamaulipas y San Luis Potosí, hay esfuerzos muy considerables pero también mucho por hacer. Lo importante es que en Monterrey, en Nuevo León, se pudo dar vuelta a las tendencias, como antes había ocurrido en Tijuana, o como está ocurriendo, con otras características y mayor rezago en Ciudad Juárez o en el puerto de Veracruz. Cuando se dice que no se puede recuperar la seguridad, esos ejemplos deberían demostrar lo contrario.

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