“No nos une el amor sino el espanto” escribió en su juventud el poeta Jorge Luis Borges que el sábado hubiera cumplido 114 años. En la ciudad de México hemos vivido la última semana en el espanto político, social, de falta de confiabilidad en las instituciones ante un agresión política que las autoridades, todas, las locales y las federales no supieron ni quisieron preveer y afrontar.
“No nos une el amor sino el espanto” escribió en su juventud el poeta Jorge Luis Borges que el sábado hubiera cumplido 114 años. En la ciudad de México hemos vivido la última semana en el espanto político, social, de falta de confiabilidad en las instituciones ante un agresión política que las autoridades, todas, las locales y las federales no supieron ni quisieron preveer y afrontar.
Los costos del espanto son altísimos. La imagen del gobierno federal y del capitalino ha sufrido una drástica caída en estos días. Si la gran baza de la administración Peña Nieto era que el priismo, nuevo o viejo, sí sabía hacer las cosas y sí garantizaba gobernabilidad, la misma ha estado ausente en estos días. Si la del gobierno capitalino era ofrecer modernidad y eficiencia, lo vivido dio la imagen absolutamente contraria.
No se trata sólo de que no se haya actuado y de que los contingentes de la Coordinadora hicieran lo que quisieran, incluyendo dejar en ridículo a los funcionarios y legisladores que quisieron negociar con ellos. Se trata de que no hubo previsión alguna ante un conflicto anunciado: cualquiera que conociera cómo funciona ese grupo político ultrarradical (porque para ellos lo sindical es sólo una base de operación) les podría haber advertido cómo actuarían y lo que harían. No se previó su llegada a la ciudad de México, misma que se hubiera podido dificultar y controlar con relativa facilidad: simplemente revisando sus transportes, se hubiera podido tener un control mucho mayor incluso de quiénes son los verdaderos personajes que están al frente de estos grupos. Se hubieran podido tomar previsiones si no se le hubiera entregado a la Coordinadora un mes de salario completo antes de la movilización en los estados en los que ese grupo tiene presencia (y sigamos recordando que la Coordinadora representa a sólo el 5 por ciento del magisterio nacional). Hicieron lo de siempre en Oaxaca, en Chilpancingo, Morelia o Atenco: plantón en el centro de la ciudad, bloqueo de edificios institucionales, haciendo un despliegue absoluto de violencia para amedrentar y generar en torno suyo una sensación al mismo tiempo de fuerza y de impunidad, bloqueos de calles y avenidas para exasperar a la población y atemorizar a las autoridades, bloqueo del aeropuerto y agresiones a medios de comunicación.
Si había inteligencia y no se enteraron de lo que estaban haciendo algunos miles de maestros a la vista de todos, ésta evidentemente fracasó. Si había control éste no se puso de manifiesto. Si había coordinación entre las fuerzas federales y de éstas con la de los estados resulta evidente que la misma no existió: al contrario, nadie se hizo responsable y todos buscaron hacer responsable a su vecino.
Falló el gobierno federal, el local, los de los estados de donde partieron estos contingentes y un Congreso que no supo ni pudo exigirle a los otros poderes que le permitieran trabajar y garantizaran sus espacios. La decisión de bajar del periodo extraordinario la iniciativa de la ley de servicio profesional docente envalentó a estos grupos, forjó una imagen de debilidad pero, además, termina metiendo en la misma agenda, en el mismo calendario, la aprobación de esa ley, junto con la energética y la fiscal. Si estos grupos necesitaban alguna coartada (que por supuesto no necesitan porque esa ha sido siempre su verdadera agenda) para quedarse a boicotear esas reformas ya lo tienen.
Su calendario es público. Se quedaron miles en el Zócalo capitalino y continuarán con sus bloqueos y agresiones para mantener vivo el movimiento, mientras otros contingentes regresaron a sus estados a aprovisionarse y cobrar sus salarios el viernes 30 de agosto (¿de verdad los estados no les pagarán el salario a los que no trabajaron? El hecho es que en algunos ya les pagaron por adelantado). El regreso está planeado para ese fin de semana de forma tal que el domingo primero de septiembre puedan hacer otra demostración de fuerza que pasará, en buena medida, por impedir el inicio del periodo ordinario sesiones en el Congreso incluyendo la entrega del informe presidencial. Y a partir de allí la confluencia plena con el movimiento de López Obrador en contra de las reformas, que busca tener su momento culminante un domingo después también en el Zócalo.
La violencia y la tensión irán creciendo esperando un acto represivo que les dé, a su vez, una justificación para radicalizarse aún más. Viene el 15 de septiembre. Y ahí estarán los grupos de autodefensa y otros sembrados en distintos puntos del país para darle a esa “rebelión” una nueva vuelta de tuerca, mientras los poderes de la Unión, los tres niveles de gobierno, los principales dirigentes buscan a quién hacer responsable del espanto sin comprender que todos pierden, perdemos, en esa lógica de indefensión.