Según las encuestas publicadas el día de ayer por BGC en Excélsior y por Parametría, cerca de 70% de la población cree que la situación económica ha empeorado y allí estriban las mayores críticas a la administración Peña. Es lógico: la economía no ha tenido, por diversas razones, internas y externas, un buen desempeño este año y la gente lo ha resentido en su bolsillo. Allí estriba el mayor problema en el corto plazo que debe afrontar la administración Peña, más allá de los desafíos desestabilizadores. Y ahí residen también los mayores claroscuros del discurso presidencial.
Según las encuestas publicada el día de ayer por BGC en Excélsior y por Parametría, cerca del 70 por ciento de la población cree que la situación económica ha empeorado y allí estriban las mayores críticas a la administración Peña. Es lógico: la economía no ha tenido, por diversas razones, internas y externas, un buen desempeño este año y la gente lo ha resentido en su bolsillo. Allí estriba el mayor problema en el corto plazo que debe afrontar la administración Peña, más allá de los desafíos desestabilizadores. Y ahí residen también los mayores claroscuros del discurso presidencial.
Vayamos primero a la forma. Evidentemente, un mensaje presidencial desde los jardines de Los Pinos, debajo de una carpa y con un número relativamente pequeño de invitados no es el escenario en el que estamos acostumbrados a recibir este tipo de eventos. Es verdad que no es el escenario que se esperaba, tampoco la coyuntura ayudaba: el Zócalo tomado, posibilidad de marchas y concentraciones, descartada la opción de Campo Marte para que no se de una imagen de militarización, también el Auditorio porque no se quería una movilización importante de invitados ni de fuerzas de seguridad, Los Pinos terminó siendo una respuesta lógica, pero evidentemente lejana de la ideal.
En ese contexto el mensaje presidencial no tuvo sorpresas. En el terreno de la seguridad, el énfasis estuvo en lo que ha sido lo más importante en estos meses: la coordinación entre las áreas del sector y entre el gobierno federal y los gobernadores. El presidente destacó la reducción parcial de la violencia, a partir del número de muertos, así como el de las detenciones efectuadas y los avances en el código procesal único. Es verdad que ello ha cambiado, en muchos lugares, la percepción de la gente sobre la inseguridad, pero también es verdad que de la misma forma en que ha disminuido la violencia en 5 regiones del país, ha aumentado en forma importante en por lo menos los estados de Guerrero y Michoacán. Al respecto, fue interesante que, pese a que no los llamó por su nombre, el presidente pusiera un límite bastante claro a los grupos de autodefensa que operan, particularmente, en esos estados. Habrá que ver que medidas se toman, ahora, al respecto.
Uno de los capítulos sobre los que más pudo informar el presidente Peña fue de aspectos de la política social. Si bien ella ha estado relativamente atada de manos en estos meses, tanto por el calendario electoral como por límites presupuestales, lo cierto es que la Cruzada contra el Hambre, las pensiones a adultos mayores y el seguro maternal han tenido buena aceptación y muestran la ruta que se tendría que profundizar en la política social, sobre todo en un momento de astringencia financiera y problemas económicos.
Fue precisamente en ese ámbito donde faltó una explicación mucho más profunda de porqué la economía no ha tenido los resultados que se esperaba. Decir que los números no han sido satisfactorios o que ha habido presiones externas es muy insuficiente, porque es el capítulo que más le ha pegado a la gente. Faltó en esa parte del mensaje profundizar las explicaciones, darle verdadero sentido de urgencia al tema y plantear, más allá de los cambios estructurales relacionados con la reforma energética y la fiscal, propuestas emergentes e incluso autocríticas. Un ejemplo, ¿tiene lógica apostar a un déficit cero en la coyuntura que viven el país y el mundo?. Ninguna economía importante está jugando esa carta el día de hoy, porque todas están tratando, sin perder la disciplina fiscal, de impulsar el desarrollo con base a estímulos internos.
Sin duda el centro de la estrategia gubernamental y por lo tanto también del mensaje está puesta en las reformas, y sobre todo en la energética y la fiscal. Es mucho el peso de las expectativas que el presidente Peña ha puesto en ellas y así lo ha expresado. De la mano con esas y otras reformas, el mensaje presidencial ha puesto muchísimo énfasis en el Pacto por México y la corresponsabilidad con el legislativo. Lo segundo no es una novedad, los tres últimos presidentes han reclamado la misma. Quizás la diferencia está dada en que en este sexenio la colaboración legislativa ha sido más estrecha, los resultados mayores y en el discurso presidencial esa tendencia ha tenido relación directa con el Pacto por México. Si hay quienes creen que el mismo, después de lo sucedido con el magisterio, está superado, por lo menos en su discurso el presidente Peña ha insistido en que sigue siendo una pieza clave en su estrategia política.
Hay una frase que me hubiera gustado que el presidente Peña recalcara mucho más: hay 120 días para definir el futuro del país, dijo. Y es verdad. De aquí a diciembre ese futuro tendrá que sustentarse en decisiones y medidas claras. Los próximos 120 días definirán, también, el futuro, la proyección, las posibilidades de la propia administración Peña. Es mucho lo que estará en juego.