Si lo que se dice es cierto, la reforma energética está en donde debe estar: en un debate entre el PRI y el PAN sobre si la reforma en el terreno de los hidrocarburos debe incluir concesiones, como plantea el PAN o debe quedarse en contratos de utilidad compartida, como sostiene el PRI.
Si lo que se dice es cierto, la reforma energética está en donde debe estar: en un debate entre el PRI y el PAN sobre si la reforma en el terreno de los hidrocarburos debe incluir concesiones, como plantea el PAN o debe quedarse en contratos de utilidad compartida, como sostiene el PRI.
No es un debate menor, pero es un debate que está enmarcado en una lógica donde el margen de error, en realidad, es muy pequeño. Los contratos de utilidad compartida, son un instrumento relativamente antiguo. La mayoría de los contratos actuales para proyectos de inversión se realizan vía concesiones, y éstas no ponen en riesgo la renta petrolera, al contrario, la maximizan desde el momento en que la explotación, regida desde el Estado, tiene enormes posibilidades de incrementarse. Y por lo tanto la propia renta.
Tan es así que en todos los demás ámbitos de la ley energética, sobre todo en la generación de electricidad, se establecen las concesiones como forma idónea de establecer acuerdos con inversores privados. El tema no es económico sino político: hablar de concesiones en los hidrocarburos es más arriesgado que de contratos de utilidad compartida, aunque las concesiones sean más eficientes y productivas.
La pregunta es si vale la pena o no pagar los costos que ir por las concesiones implica. Y probablemente sí vale la pena. En términos de la respuesta de los grupos opositores a la reforma no habrá cambios ante una u otra. Quizás aumentará el tono del discurso, pero en los hechos, quienes se oponen a la reforma, el PRD, Morena y sus respectivos aliados, se opondrán a todo lo que sea un cambio constitucional, y sin el mismo, se hable en ella de contratos de utilidad compartida o de concesiones, no hay reforma energética. Se dice también que sectores tradicionales del PRI podrían no aceptar ir tan lejos. Puede ser, pero si algo caracteriza al priismo es su disciplina: si pudieron sacar adelante una reforma fiscal como la aprobada semanas atrás, también podrán sacar la energética. Porque, además, tendrán con ella enormes beneficios en muchos de los estados que gobiernan, comenzando por Nuevo León, Tamaulipas y Veracruz.
En otras palabras: el costo de ir por concesiones o contratos de utilidad compartida será el mismo, no hay opositores que cambien de posición con una u otra alternativa, pero los beneficios de las concesiones podrán ser mayores, porque las inversiones serán más amplias y más productivas, como ocurrirá con la electricidad y las otras formas de generación de energía. Y eso es lo que engendrará los verdaderos beneficios políticos de quienes impulsen las reformas.
El vocero
Nunca conocí mejor vocero y director de comunicación social en la presidencia que José Carreño Carlón, una capacidad que iba aunada a un presidente, Carlos Salinas de Gortari que estaba muy lejos de despreciar o temer la relación con los medios. Creo que fue Carreño quien, cuando se le propuso ese cargo, le dijo al presidente Salinas que sólo pedía dos cosas para aceptarlo: ser el primero que lo viera al iniciar sus actividades y el último al concluirlas. Lo deberá recordar Eduardo Sánchez, un buen amigo y discípulo de Pepe Carreño que, desde el sábado, es el nuevo vocero de la presidencia de la república.
El presidente Peña tiene un problema de comunicación real: el mensaje presidencial se pierde. Durante este año la publicidad gubernamental se vio muy restringida, la aparición del propio presidente en los medios se basó en sus participaciones en actos públicos: prácticamente no dio entrevistas a medios nacionales y sus posiciones se diluyen en el terreno mediático. La figura de un vocero se hacia indispensable. Haber designado para esa posición a Eduardo Sánchez es una muy buena decisión política. Fue un muy buen vocero de seguridad nacional. Ahora lo hará en presidencia dándole al ejecutivo federal una presencia que está perdida en la información cotidiana. Sobre todo porque puede hacerlo con talento, superando algunos modelos del pasado que terminaron caricaturizando esa vital función política.
El Notario
Quizás hay que leerlo de otra manera, pero lo cierto es que la semana pasada, el jefe de gobierno capitalino le otorgó un importante reconocimiento a Ignacio Morales Lechuga, presidente del Colegio de Notarios del DF, y antes que eso un muy buen procurador del DF y de la República (durante el periodo de Morales Lechuga en la PGR se han realizado los decomisos de droga más importantes en la historia del país…hasta el día de hoy). El reconocimiento del gobierno del DF a Morales Lechuga se dio por su labor al frente del Colegio que ha llevado la asesoría notarial gratuita a colonias populares y plazas públicas. Nunca antes, ni con López Obrador ni con Ebrard, el gobierno capitalino había hecho este tipo de reconocimientos. Mancera lo otorgó por esa labor profesional, pero la lectura política puede ir mucho más allá.