La reforma energética ya fue aprobada, va camino a las legislaturas estatales para que se convierta en letra constitucional. Ya hemos hablado, y tendremos que seguir haciéndolo, sobre su importancia y la forma en que modificará todo el ciclo energético en el país, pero también generará cambios políticos, sociales, económicos y culturales. El petróleo era un mito, un tabú, y cada vez que se logra derribar uno de ellos, los cambios en cadena se suceden.
“Dios ha muerto, Marx ha muerto y yo no me estoy sintiendo muy bien” – Woody Allen
La reforma energética ya fue aprobada, va camino a las legislaturas estatales para que se convierta en letra constitucional. Ya hemos hablado, y tendremos que seguir haciéndolo, sobre su importancia y la forma en que modificará todo el ciclo energético en el país, pero también generará cambios políticos, sociales, económicos y culturales. El petróleo era un mito, un tabú, y cada vez que se logra derribar uno de ellos, los cambios en cadena se suceden.
Muchos ganan con esta reforma pero también hay muchos que pierden o pero aún, se exhiben como lo que realmente son. Pierde el sindicato petrolero (no sus trabajadores que ganan con la ampliación del mercado de trabajo y con una empresa más eficiente, sino sus líderes que se quedarán, progresivamente, porque eso tampoco sucederá de un día para el otro, sin muchas de sus prebendas); pierden los pocos legisladores panistas pintados de amarillo como Javier Corral, que votan contra su partido y su historia; y pierde, sobre todo, el PRD, no porque se haya opuesto a la reforma, sino porque una vez más no pudo terminar de desligarse a tiempo de las alas radicales de su propio partido, del PT y de MC, aliados tácitamente con Morena (que sin López Obrador, como se comprobó, no es nada) que dañan irremediablemente la imagen pública que habían intentado con bastante éxito recomponer durante este año.
Hubo exhibiciones lamentables en la llamada izquierda. Qué mejor ejemplo que la senadora Layla Sansores, siempre prudente, nunca atrabancada, siempre con conocimientos sensatos, con argumentos sustentados, cuando le indujo suavemente a sus pares senadores “esto me recuerda a Saramago: ustedes que quieren privatizar y están con los ánimos de los tiempos nuevos: privaticen los sueños, privaticen la ley, privaticen la justicia, pero si quieren que realmente haya una privatización a fondo, vayan y privaticen a la puta madre que los parió, eso sería mucho mejor que lo hicieran porque al menos ésa es suya, esta patria no les pertenece porque no se la merecen”. Argumentos contundentes. Pobre Saramago, que penas ajenas le hacen pasar. Lo cierto es que lo que más se recordó de cuatro días de debates en la izquierda fue a Lady Layda, quien hasta hace unos años era priista, convertida al PRD cuando le negaron la gubernatura de Campeche, hija de un terrible cacique absolutamente echeverrista, Carlos Sansores Pérez. Todas credenciales de izquierda.
Qué decir del diputado Antonio García Cornejo, perredista de Michoacán, que se encueró en tribuna en una patética parodia de aquel Naked News de la televisión canadiense y rusa, donde la conductora se despojaba de una de sus ropas con cada noticia…la diferencia, obviamente, una muy apreciable cuestión de estética. Había que debatir sobre el petróleo y entonces el diputado decidió mostrar miserias.
También son para recordar las líneas argumentales de la diputada perredista, la aguerrida Karen Quiroga, que para fortalecer sus tesis en el debate legislativo la emprendió a golpes y rasguños contra una diputada priista que terminó en la enfermería. Para demostrar civilidad política, más tarde Quiroga se disculpó en tribuna por haber madreado (diría Lady Layda) a su colega.
Mientras tanto en el salón de sesiones de San Lázaro, convertido en trinchera de la lucha “antiprivatizadora”, cerradas sus puertas con cadenas, recordando aquellos bellos días de la toma de posesión de Felipe Calderón, una veintena de diputados del PRD, PT y MC (no todos, algunos no eran siquiera legisladores, como el propio secretario general del PRD, bejaranista él, Alejandro Sánchez), disfrutaban del salón como si fuera suyo: nadie podía contradecirlos o votar en contra de sus propuestas: usaban curules, tribuna, micrófonos, sentían lo que nunca habían sentido en realidad, que tenían poder. Alfonso Durazo, ahora en MC, luego de haber pasado por el PRI, por la secretaría particular de Colosio, por aquellas oficinas de Aniceto Ortega donde tanto desapareció, por la secretaría particular del presidente Fox y su coordinación de comunicación social, por la campaña de López Obrador, siempre con una línea congruente, se declaraba presidente de la sesión secuestrada y desde allí arengaba contra políticas que impulsó durante buena parte de su carrera. Y qué decir al ver a Manuel Camacho y su tocayo Bartlett, ellos siempre tan amigos y cercanos políticamente, congruentes, tomando la tribuna del senado.
¿Qué hacen en la izquierda, que tiene mucho que decir y que hacer en un verdadero debate político, estos personajes?¿cuánto van a tardar en comprender en las corrientes serias del PRD que con esos compañeros de ruta se desprestigian, pierden influencia y seriedad?. Si como decía don Jesús Reyes Heroles la forma es fondo, las formas que esgrimen demuestran un fondo bochornoso que no puede ser parte de una corriente política seria.