Para hacer una analogía con ka reciente reforma energética, comparábamos en días pasados en este espacio, ese cambio constitucional con la firma del tratado de Libre Comercio de América del Norte. Igual de importante, de trascendente, para modificar usos y costumbres de producción, de relaciones internacionales hasta de formas culturales, así han sido y serán ambas reformas.
Para hacer una analogía con ka reciente reforma energética, comparábamos en días pasados en este espacio, ese cambio constitucional con la firma del tratado de Libre Comercio de América del Norte. Igual de importante, de trascendente, para modificar usos y costumbres de producción, de relaciones internacionales hasta de formas culturales, así han sido y serán ambas reformas.
Pero en estos días se suele olvidar (o quizás al no recordarlo se quieren ahuyentar los malos espíritus) que el mismo primero de enero que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio, también estalló el levantamiento zapatista, que también modificó muchas cosas, sobre todo el curso político del país e inicio un proceso que terminó con los asesinatos de Luis Donaldo Colosio, de José Francisco Ruiz Massieu y poco después con la terrible crisis financiera de 1995. Hace 20 años el levantamiento zapatista se hubiera podido impedir. Se conocía de la existencia del EZLN, dónde operaba, dónde estaban sus campamentos y se tenía, en general, conocimiento de sus planes. Nos tocó incluso trabajar sobre el tema un amplio reportaje entre agosto y noviembre del 93 que, por esas vicisitudes del periodismo no pudo salir a la luz hasta enero del 94, cuando ya se había dado el estallido. En realidad, no se quiso agitar el tema del zapatismo primero, porque se consideraba una amenaza menor, y segundo porque no se quería contaminar el ambiente político con la aparición de una guerrilla ante dos procesos fundamentales: la puesta en marcha del TLC, que se votó en el congreso de EU en los primeros días de noviembre del 93, y la sucesión presidencial, que se resolvió el 22 de noviembre del 93 a favor de Colosio y provocó la ruptura de Manuel Camacho con Carlos Salinas.
Se subestimó el peligro y ese levantamiento, aunque nunca, ni remotamente, puso en peligro la seguridad y estabilidad del Estado, sí cambió todo, desde el proceso de sucesión hasta las percepciones. El 31 de diciembre nos acostamos pensando que el TLC era la puerta al primer mundo y nos levantamos al día siguiente en un país donde un grupo le declaraba la guerra al Estado. Ninguna de las dos percepciones eran realmente ajustadas a la realidad, pero las dos marcaron el estado de ánimo en esos meses. Y todo cambió en apenas unas horas.
Han pasado 20 años. Hace unos meses acompañaba en su campaña a Manuel Velasco Coello, el ahora gobernador de Chiapas, que ayer pronunció su primer informe de gobierno. Más allá de que la pobreza y la desigualdad mantienen formas ancestrales en Chiapas, me tocó acompañarlo a El Bosque, una comunidad enclavada en la sierra. Había ido varias veces entre 1995 y 1996. Allí en El Bosque se daba una brutal batalla entre dos comunidades: unos eran zapatistas, los otros priistas. Se emboscaban, se mataban, se secuestraban recíprocamente. Ir a El Bosque era entrar a una de las zonas más violentas de Chiapas y una, también, de las más tristes, porque nada lastima más, es más cruel y violento, que una guerra civil, una lucha entre indígenas de los mismos orígenes enfrentados en una guerra absurda.
Cuando regresé con Velasco Coello a El Bosque el año pasado, el pueblo estaba movilizado, pero porque esa noche, más allá de la campaña, se presentaban los Tigres del Norte. Estoy seguro que las heridas perduran en la comunidad, pero también que dos décadas después podían convivir en paz y asistir a un concierto que luego me dijeron fue multitudinario. Eso, sin duda, cambió, pero no todo es así: en las propias comunidades, zapatistas o no, la pobreza sigue siendo la norma, y el cambio que se ha dado con la disminución de la violencia no ha llegado, aún, en bienestar social. Ese es, entre otras cosas, el gran desafío que tiene el gobierno estatal de Manuel Velasco. Un gobernador que llega al poder con su edad y con su porcentaje de votos tiene la responsabilidad de ejercer un verdadero cambio en un estado tan castigado durante tantos años.
Han cambiado muchas cosas en 20 años, pero el huevo de la serpiente de la violencia se sigue incubando. Ahí está por ejemplo con el desafío de los grupos de autodefensa y armados en Michoacán y Guerrero, enquistado en otras regiones del país como Chiapas y Oaxaca. Ahí está la tentación que siguen teniendo distintas organizaciones de recurrir a la violencia para obtener sus objetivos, desde la Coordinadora hasta los grupos armados o los llamados anarquistas. Se los ha subestimado y como ocurrió hace 20 años con los zapatistas, se decidió no interferir con sus acciones porque existían prioridades, ahora el ciclo de reformas y sobre todo la energética. Ese ciclo ya se cerró y esas amenazas a la estabilidad ahora deben ser atendidas antes de que sea demasiado tarde.
PD: Nos tomaremos unos días de descanso para celebrar estas fiestas con la familia. A todos ustedes queridos lectores lo mejor, muchas felicidades y nos encoentramos quí, nuevamente el lunes 6 de enero. Gracias.