Fox y el Congreso: primeros desencuentros
Columna JFM

Fox y el Congreso: primeros desencuentros

El presidente Fox ya ha tenido varios enfrentamientos con el Congreso. Para muchos, la toma de protesta fue desde una ruptura del protocolo, una falta de respeto hacia el legislativo, hasta una simple violación a un texto constitucional. A Fox, le guste o no, no puede ir a una confrontación abierta con el Congreso, cuando no tiene la mayoría legislativa necesaria para sacar adelante sus proyectos. La ley sobre derechos y cultura indígena recoge el “espíritu” de los acuerdos de San Andrés firmados hace ya casi cuatro años por el gobierno federal y el zapatismo. Pero no es exactamente el mismo texto que elaboró la Cocopa. El otro tema, en muchos sentidos más importante que Chiapas, es el del presupuesto y la ley de ingresos.

El presidente Fox lleva menos de una semana al frente del gobierno federal y ya ha tenido varios entrenamientos con el Congreso. Desde la toma de protesta varios legisladores le reclamaron al presidente el haber modificado el texto constitucional en esa ceremonia y posteriormente, se enojaron porque Fox saludó primero a sus hijos y luego a los legisladores. Para muchos, se trató simplemente, de una ruptura del protocolo, de una demostración de que se quería cambiar las formas que, evidentemente, al foxismo no le gustan demasiado. Para otros, se trató de una falta de respeto hacia el legislativo en su propia casa y, en el caso de la toma de protesta, de una simple violación a un texto constitucional que, guste o no, debe ser respetado mientras esté vigente. El pasado martes, el Congreso hizo, por primera vez en la historia moderna del país, un “extrañamiento” al presidente Fox por aquellas causas, mismo que debió leer, muy incómodo por cierto, el panista Ricardo García Cervantes.

Muchos han dicho que todo esto es un show de legisladores resentidos, que están buscando un lugar bajo el sol en el nuevo juego político. En muchos casos es así, y allí está el tristemente célebre espectáculo que protagonizo el semipeterno legislador priísta Eduardo Andrade la misma noche del viernes, al irrumpir, sin estar invitado, a una mesa de debates que dirigía López Dóriga en Televisa. Pero también es verdad que Fox, le guste o no, no puede ir a un confrontación abierta con el congreso por cuestiones de forma, cuando no tiene la mayoría legislativa necesaria para sacar adelante sus proyectos. Existe, en este sentido, una tentación en el nuevo equipo gobernante de confrontar al Congreso, con la propia popularidad y legitimidad del presidente Fox para de alguna forma obligarlo a aceptar las distintas iniciativas presidenciales. Sería un error.

Porque, evidentemente, en el Congreso hay legisladores que están empecinados en hacerla la vida difícil a Fox pero hay otros, sobre todo los que están muy cerca de sus propios gobernadores, que tendrán una actitud más moderada, porque la enorme mayoría de los gobernadores (salvos aquellos que tienen un proyecto político de otra clase, que trasciende sus estados) buscarán establecer una buena relación con el Ejecutivo federal. Pero de allí a pensar que se puede doblegar al Legislativo hay una distancia muy amplia que puede terminar complicándole las cosas al presidente Fox no sólo con sus oposiciones, sino también con muchos legisladores del PAN.

El mejor ejemplo lo tuvimos el mismo martes. Al tiempo que se divulgaba el “extrañamiento” a Fox, entraban en las cámaras las iniciativas para los pueblos indígenas y el presupuesto y ley de ingresos para el año 2001, seguramente las únicas dos iniciativas importantes que enviará el nuevo gobierno al Congreso antes de que termine el periodo ordinario de sesiones a fines de mes.

La ley sobre derechos y cultura indígena, aseguró el comisionado para la paz en Chiapas, don Luis H. Alvarez, recoge “el espíritu” de los acuerdos de San Andrés firmados hace ya casi cuatro años por el gobierno federal y el zapatismo. Pero no es exactamente el mismo texto que elaboró, para aquellas fechas, la Cocopa. Tiene pocas modificaciones, pero las tiene, como las tenía (mayores que las actuales) la iniciativa presidencial que hace dos años envió la administración Zedillo al Congreso y que se quedó en la congeladora. Con todo, sigue siendo muy diferente a la que el propio PAN envió para esas mismas fechas al Congreso.

Esta iniciativa de ley podría ser apoyada por todos los partidos, sin embargo aquí habrá que tomar en cuenta un par de cosas: primero, si el PRI realmente, luego de perder la presidencia de la república y el gobierno de Chiapas, quiere darle oxígeno a una legislación muy similar a la que el propio priísmo presentó en su momento y que el PAN y el PRD se negaron siquiera a debatir porque no tenía el apoyo del zapatismo. Habrá que tomar en cuenta, también, que hará el propio EZLN porque hasta ahora, ha insistido en que cualquier ley que se vote sin respetar “textualmente” aquella que elaboró la Cocopa, no será aceptada y ese bien podría ser el caso de ésta, asumiendo, además, que los legisladores podrán realizar modificaciones adicionales a las que ya hizo el Ejecutivo. Hasta ahora, la posición hegemónica en el PRD es no votar ninguna iniciativa, en este sentido, que no sea aceptada previamente por el EZLN. Tercero, habrá que analizar qué actitud asumen los panistas doctrinarios que nunca estuvieron de acuerdo con muchos de los puntos de los acuerdos de San Andrés, particularmente en lo que hace a los usos y costumbres de las comunidades indígenas y a los márgenes de su autonomía. Evidentemente, para sacar adelante esta ley se requerirá de una intensa labor de cabildeo legislativo (y en Chiapas) en demasiado poco tiempo, que no tiene sentido que se vea contaminado por el respeto o no a meras formalidades.

Al respecto y apartándonos unos momentos del tema: vamos a ver en estos días porqué, como decíamos el lunes, fue un error, haber vuelto a colocar voluntariamente, el tema Chiapas en la cima de la agenda nacional, cuando no había ninguna necesidad política de hacerlo y cuando no estaban, aún, construidos los canales para darle una salida real y, sobre todo, rápida. Como dirían los clásicos: pero qué necesidad. Porque no es, como dice un pésimo y desinformado artículo que sobre México publicó este domingo El País Semanal, que en Monterrey se enteren qué sucede en Chiapas por el Discovery Channel, sino que el tema Chiapas, sin duda importante para muchos, primero no estaba en el eje de la agenda nacional para muy amplios sectores sociales; segundo, porque hubo un cambio político en ese estado que aún debe madurar que es la llegada al poder, el próximo viernes, de Pablo Salazar Mendiguchia; y tercero porque se abre un capítulo donde las divisiones son muy profundas, atendiendo exclusivamente a sus efectos escenográficos y no a la atención de las causas profundas del conflicto actual, que ha cambiado mucho respecto al que estalló el primero de enero del 94.

El otro tema, en muchos sentidos más importante que Chiapas, es el del presupuesto y la ley de ingresos. En este sentido sí se actuó con prudencia. Francisco Gil Díaz recibió un presupuesto en buena medida etiquetado, sin posibilidades de mayores modificaciones y decidió, salvo reformas menores, enviarlo sin cambios respecto al que fue votado en diciembre pasado para este año. En término de la ley de ingresos, tampoco se proponen cambios fiscales significativos, aunque ya ha comenzado a circular un borrador de la reforma fiscal que el foxismo quiere presentar para el primer trimestre del año próximo. En todo caso, en este momento, lo más importante para la actual administración es votar un presupuesto coherente que mantenga la disciplina fiscal y que le permita avanzar en un programa de cien días que anunció Fox en su toma de posesión en el cual, prácticamente un tercio del tiempo, se perderá en los naturales reacomodos burocráticos.

Para esos y otros capítulos el nuevo gobierno depende de poder llegar a acuerdos con el congreso en un momento en el cual los partidos de oposición no tienen nada claro cuál será su futuro y, cuando, mientras definen posiciones internas, nadie quiere ser identificado como demasiado cerca del nuevo oficialismo. En ese contexto y mientras las cosas se aclaran un poco en el congreso y en el sistema de partidos, quizás lo más lógico sería tratar de encontrar salidas concertadas con el menor costo posible y menos aún, pagarlos por cuestiones de forma.

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