Jalisco y una resurrección priísta
Columna JFM

Jalisco y una resurrección priísta

Los comicios del domingo en Jalisco constituyeron una de las mayores sorpresas políticas de los últimos tiempos. Las encuestas realizadas antes de la elección daban una ventaja de entre 10 y 15 puntos al candidato panista. Sin embargo, cuando comenzaron a fluir los resultados de los conteos rápidos la distancia entre Ramírez Acuña y Arana Arana era mínima, incluso el Centro de Estudios de Opinión de la Universidad de Guadalajara declaró un empate técnico. Queda ahora, un seguramente delicado proceso electoral, en donde habrá exigencias de revisión de votos, donde más de una decisión podrá ir a parar al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Los comicios del domingo en Jalisco constituyeron una de las mayores sorpresas políticas de los últimos tiempos. Todas las encuestas realizadas en fechas previas a la elección, (aunque todas ellas efectuadas antes del puente de día de muertos, por lo tanto con una distancia de por lo menos quince días respecto a la jornada electoral) daban una ventaja de entre diez y quince puntos al candidato panista, Francisco Ramírez Acuña, y dejaban muy rezagado al ex alcalde de Tonalá, el priísta Jorge Arana Arana. Pues algo sucedió en esas dos semanas de cierre de campaña porque todas las encuestas se equivocaron. En la noche del domingo volvieron a equivocarse los llamados exit polls, las encuestas que se hacen a la salida de las urnas, que daban, en promedio, una ventaja de entre cinco y ocho puntos al candidato panista. Porque lo cierto fue que cuando comenzaron a fluir los resultados y los mucho más confiables reportes de los conteos rápidos, la distancia entre Ramírez Acuña y Arana Arana era mínima e incluso el Centro de Estudios de Opinión de la Universidad de Guadalajara declaró un empate técnico por la diferencia tan pequeña, menos de dos puntos, que le reportaban sus estudios.Al momento de escribir estas líneas, la elección sigue sin estar completamente definida aunque se conserva una mínima ventaja a favor de Ramírez Acuña. Pero lo que debemos preguntarnos es qué pasó en Jalisco. La caída del PAN en estos comicios es francamente preocupante para ese partido, lo mismo que ciertas actitudes tomadas en la recta final del proceso que hablan mal de su comportamiento electoral. Decía Granados Chapa el domingo que el PAN no necesitaba adoptar “minúsculas muestras de priísmo, como la propaganda tardía del gobernador (a favor de Ramírez Acuña) y la integración de un consejo electoral filopanista” para ganar esos comicios. Lo que muchos no preveíamos, es que quizás sí esas artimañas de última hora eran necesarias para sacar adelante el triunfo de Ramírez Acuña.Lo cierto es que el PAN en las elecciones para gobernador de hace seis años, realizadas en aquella ocasión en febrero de 1995, en plena crisis económica, obtuvo con Alberto Cárdenas el 52.7 por ciento de los votos contra el 38 por ciento del priísta Eugenio Ramírez Orozco. Es verdad que en la elección intermedia de diputados locales el PRI le dio una sorpresa al PAN y le ganó la mayoría en el Congreso, pero todo volvió a la normalidad en los comicios federales del 2 de julio: allí, hace apenas cuatro meses, el PAN obtuvo el 53 por ciento de los votos contra el 38 por ciento del PRI. Por lo tanto, el cambio que sufrieron las tendencias electorales en los últimos días sólo puede achacarse a las propias campañas electorales de ambos partidos y a un componente que no debe desecharse: el virtual derrumbe del perredismo, que apenas sobrepasó el cinco por ciento de los votos (una cifra, por cierto, aún más baja pero no muy alejada de lo que obtuvo el 2 de julio).¿Qué sucedió con los candidatos y sus campañas?. A Ramírez Acuña lo afectaron varias cosas. Primero, un paso controvertido por la presidencia municipal de Guadalajara y una gestión mucho más controvertida de su hermano en la conurbada presidencia municipal de Zapopan. Pero sobre todo, lo afectó el enfrentamiento interno que vive el PAN en Jalisco entre sus alas tradicionalistas y la corriente que conforma el grupo Desarrollo Humano Integral, el DHIAC, que en su momento impulsó al candidato Alberto Cárdenas y a varios de sus integrantes para los principales cargos de elección popular, como el antecesor de Ramírez Acuña en Guadalajara, César Coll Carabias.Lo cierto es que pese a sus errores iniciales, algunos de ellos realmente gruesos, Alberto Cárdenas fue moldeando un gobierno que a la gente le cayó bien, en buena medida por su sencillez y por abordar en forma directa los problemas. Luego del desgobierno en que había estado sumido el estado de Jalisco durante, por lo menos, los dos últimos sexenios, ello era un haber inigualable a favor del ex alcalde de Ciudad Guzmán. Pero muchos de sus colaboradores del DHIAC (una organización a la que no pertenece Cárdenas) no cumplieron adecuadamente o terminaron comprometidos con algunas de las decisiones que más daño le hicieron al panismo en los últimos años: la prohibición de las minifaldas, decisiones, sobre todo en Guadalajara de una absurda moralina y censura, errores administrativos serios y, en algunos casos, por lo menos incompetencia y hasta corrupción en el manejo de la administración pública, particularmente en el ámbito de la justicia. Por esa incompetencia de muchos de los que aspiraban a suceder a Cárdenas, fue que resurgió la figura de Ramírez Acuña (un hombre que se dice es cercano a Diego Fernández de Cevallos), lo que le permitió ganar, con fuerte oposición interna primero la alcaldía de Guadalajara y desde allí proyectarse hacia la candidatura. Pero nunca tuvo el pleno apoyo de todos los sectores de su partido (particularmente del DHIAC) y sufrió algo que el PAN, después de la experiencia de Chihuahua, ya tendría que haber comprendido: la indulgencia social concluye cuando se comienza a gobernar y a partir de allí lo que se sufre es el desgaste natural del poder. Lo cierto es que de los 14 puntos de ventaja que tenía el PAN hace seis años y que había reiterado en julio pasado, ahora sólo le restan un puñado de votos. No es casualidad en este sentido, y también tendría que ser motivo de reflexión, que esa diferencia se haya consumido sobre todo en Guadalajara y los municipios conurbados, que apenas en julio había ganado dos a uno, con enorme amplitud, sobre el PRI: ahora, salvo en Tonalá, los candidatos panistas aparentemente volvieron a ganar, pero por diferencias mínimas. Allí estuvo la diferencia más notable.Por el contrario, la campaña de Jorge Arana fue, en varios sentidos, la mejor que ha tenido el PRI en mucho tiempo, aunque finalmente termine perdiendo la gubernatura. No sólo recuperó para su partido más de diez por ciento de los votos que había perdido hace apenas cuatro meses, sino que también mostró una actitud fresca, directa, que no recurrió al desgastado rollo “revolucionario institucional” y que se plantó en lo que debe ser una campaña opositora. Ayudó, sin duda, que Arana -un hombre joven y que había hecho un buen gobierno municipal en Tonalá- no estaba relacionado con el nefasto pasado de la mayoría de los ex dirigentes priistas en la entidad y sin bien su discurso podría parecer muy poco elaborado para un público nacional, para los tapatíos resultaba (como en su momento el de Alberto Cárdenas) muy aceptable. No en vano cuando se le preguntaba a la gente su opinión sobre las campañas de ambos candidatos, incluso en aquellas encuestas que le daban amplia ventaja a Ramírez Acuña, había consenso de que la campaña de Arana gustaba más y era más atractiva. Y se realizó, recordémoslo, después de la derrota del dos de julio, con un PRI en graves problemas y con muchos menos recursos, de todo tipo, incluso políticos, que los del PAN. Sumémosle a eso, el desgasta panista en el poder y ahí tenemos un resultado electoral que estuvo a punto de repetir el fenómeno Chihuahua.Queda ahora, un seguramente delicado proceso poselectoral, en donde habrá exigencias de revisión de votos, donde más de una decisión podrá ir a parar al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, como ya ocurre con el caso Tabasco, y que obligará, casi con seguridad, a la renuncia del presidente de ese tribunal, el magistrado Fernando Ojesto Martínez Porcayo, cuestionado seriamente por el PRD y el PAN. La situación no será fácil. Insistimos: no hay transiciones de terciopelo.

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