El foxismo considera prioritarios para iniciar su gestión: una reforma eléctrica, reforma fiscal y reforma hacendaría. Queda claro que Fox sí quiere descentralizar muchas actividades pero, lo importante, lo quiere centrar en la presidencia de la república. Fox quiere tener directamente en sus manos los dos principales instrumentos de gobierno: la información, la inteligencia política y la política de los medios de comunicación. Las transiciones de terciopelo no existen y Fox llega al poder con toda la legitimidad pero sin el control de todos los hilos reales del poder y con un equipo que Fox podrá denominar como “gabinetazo”.
La propuesta foxista para reformar la ley orgánica de la administración pública federal, no es aún definitiva, es una primera aproximación a la estructura de gobierno que quisiera Vicente Fox. Fue enviada a las fracciones parlamentarias del PAN como un documento de trabajo para ver cómo era recibida y a partir de allí decidir si se enviaba y cómo al Congreso para su aprobación. Y también, no lo descartemos, como una más de las posibles letras de cambio con las que quiere contar el foxismo en el legislativo para sacar adelante los tres aspectos que en el corto plazo considera prioritarios para iniciar su gestión: reforma eléctrica que permita la inversión privada en la generación de energía, el presupuesto y de la mano con éste, una reforma fiscal que permita avanzar en la presentación, ya el año próximo, de lo que denominan como una reforma hacendaria definitiva.Pero no deja de ser muy interesante ver como conciben en el primer círculo del foxismo la forma de estructurar el gobierno y, por lo tanto, de ejercer el poder. En primer lugar queda absolutamente claro que Fox sí quiere descentralizar muchas actividades, pero también que, lo importante, lo quiere concentrar en la presidencia de la república, en sus propias manos y en su entorno cercano. Incluso las propias oficinas de Los Pinos están comenzando a ser ampliadas para colocar allí, al estilo de la Casa Blanca, un amplio staff que acordará directamente y sin intermediarios, siquiera físicos, con el presidente en funciones. Pero lo central es que Fox, según los documentos que fueron entregados a los congresistas panistas, quiere tener directamente y en sus manos los dos principales instrumentos de gobierno: la información, la inteligencia política, y la política de los medios de comunicación.En buena medida, el eje de lo que se está planteando es que el Cisen dependa de alguna forma directamente de la presidencia y que la política de medios, particularmente la relativamente nueva subsecretaría de comunicación social de la SG, pase a depender de la oficina de prensa de Los Pinos, lo que le daría el control, también, sobre el manejo publicitario del gobierno federal. Al respecto hay posiciones muy encontradas. Pero no deja de ser significativo que esa haya sido, exactamente, la misma operación que realizó en su momento, al inicio de su sexenio, Carlos Salinas de Gortari, en una situación muy diferente y al mismo tiempo muy similar a la actual: Salinas comenzaba con un gobierno deslegitimado en el cual sentía que no tenía todos los hilos del poder en las manos y decidió que sólo podía confiar para esas áreas estratégicas (información política y comunicación) en su círculo más íntimo, en su propio entorno y le encargó una a Fernando del Villar bajo el control de José Córdoba Montoya, la otra, medios, fue concentrada en las manos de Otto Granados Roldán. Ambas responsabilidades, en los hechos, salieron del ámbito de responsabilidad de la secretaría de Gobernación, que para entonces se encargó a Fernando Gutiérrez Barrios, acotando así mucho el poder de éste y concentrando el mismo en la presidencia de la república.Evidentemente Fox llega a la presidencia de la república en una coyuntura completamente distinta. Nadie ha llegado a Los Pinos con una carga de legitimidad y expectativas similares a las del guanajuatense en décadas. Pero como hemos dicho muchas veces, y eso ya parece haberlo comprendido Fox, las transiciones de terciopelo no existen y él llega al poder con toda la legitimidad pero sin el control de todos los hilos reales del poder y con un equipo que Fox podrá denominar en las entrevistas como “gabinetazo”, pero que en realidad nunca ha gobernado y, por lo tanto, deberá necesariamente estar a prueba, confrontarse con la realidad para conocer de su verdadera eficiencia. En este sentido, Fox tomó la misma decisión de Salinas, concentrar en los Pinos las áreas de información e inteligencia y la relación con los medios de comunicación. Quizás la única diferencia es que Fox está haciendo un intento para darle legitimidad a esa decisión, mientras que Salinas lo hizo de facto. No nos engañemos: en términos prácticos, Fox tampoco necesita hacer pasar esa decisión por el tamiz legislativo para hacerla realidad.¿Se trata de una decisión correcta o no?. El tema tiene muchos ángulos, pero desde el punto de vista de la real politik pareciera ser una decisión acertada, particularmente hasta que Fox sienta que tiene el poder realmente en sus manos y que puede confiar plenamente en su equipo. Por supuesto que todo ello sería inútil si esas áreas no son asumidas por equipos no sólo muy confiables sino también eficientes.El gran damnificado en todos estos movimientos será el futuro secretario de Gobernación, que se sigue insistiendo que será Santiago Creel. Ello porque la oficina de Bucareli se quedará sin sus brazos operativas y terminará transformándose en un suerte de secretaría de concertaciones: no tendrá la inteligencia ni la información, no tendrá control sobre los medios, no tendrá tampoco ningún área de seguridad (tanto la policía federal preventiva como los reclusorios y otras instancias del sector se concentrarían en la nueva secretaría de seguridad pública) y, por lo tanto, su fuerza disminuirá en forma notable. En los hechos, por lo menos en los últimos tiempos (y así fue también en el pasado, salvo en el sexenio de Carlos Salinas) Gobernación era una suerte de jefatura del gabinete presidencial, el titular de Gobernación funciona como un primer ministro con buena parte de los hilos del poder en su propia mano. Con las reformas que se aplican ahora, el secretario de gobernación no se diferenciaría demasiado del ministro de interior estadunidense (¿usted sabe su nombre?, yo no) que se encarga del manejo de política interna, de algunas gestiones con el legislativo y de aspectos como el manejo de la prevención de desastres y de algunas tareas en las áreas de población. Pero la política no se lleva allí sino en la Casa Blanca y en el departamento de Estado, desde donde se establece la relación con el legislativa y los verdaderos sectores de poder. Y aquel, sea cual fuera la persona que se encarge en el futuro del palacio de Covián, parece ser el papel que le tocará jugar al futuro secretario de Gobernación.La medida habría que evaluarla con cuidado. Porque si bien se concentra el poder y la capacidad de decisión sólo en el entorno presidencial, eso quiere decir, también, que no existen intermediarios, fusibles políticos, que permitan que las descargas lleguen directamente a la propia presidencia. En Estados Unidos, de donde se adoptó el esquema, ello es menos grave porque el propio staff funciona como fusible, pero recordemos que nuestra cultura política es diferente en este sentido y el propio presidente puede pagar los platos rotos de los errores de sus colaboradores más cercanos. Se trata en todo caso, de evaluar, insistimos, en términos de política real, cómo puede funcionar mejor la gestión de gobierno. Y las propuestas presentadas, para el momento, parecen ser las más adecuadas, aunque habría que pensar si en el futuro también lo serán. La pregunta es obvia ¿porqué entonces no darle un espacio de tiempo, implementarlas de facto -legalmente no hay ningún impedimento para ello- y esperar para ver cómo funcionan, sin tener la carga de implementar todo en forma definitiva y pasando, con costos, por un Congreso en el que Fox no tiene mayoría?.La respuesta podría estar, en todo caso, en lo que decíamos al principio: algunas de estas propuestas (que, insistimos, se pueden implementar de facto sin pasar por el Congreso) pueden resultar algunas de las monedas de cambio en el ámbito político, para avanzar en los puntos centrales, inmediatos de la agenda legislativa foxista.