13-11-2014 Dice Mafalda que “el drama de ser presidente es que si uno se pone a resolver los problemas de Estado no le queda tiempo para gobernar”. Algo así sucede con la visita del presidente Peña a China. ¿Alguien duda que, en tamaño, la economía china será, inevitablemente, la más grande del mundo?¿que además tienen recursos y han decidido invertir muy fuerte en América latina?¿que, como vimos en la reunión de la APEC, está decidida a liderar las economías del Pacífico, incluso en contraposición a la concepción que impulsa Estados Unidos?.
Decir que el presidente tenía que quedarse en el país por la crisis generada a partir de Iguala no tiene sentido. No se puede minimizar lo sucedido con los normalistas, pero tampoco el país puede seguir girando sólo en torno a un tema que, además, no tiene solución en sí mismo. Contradiciendo a Mafalda hay que buscar como resolver los problemas de Estado pero también hay que gobernar. Y nuestros dos grandes desafíos son, hoy, la seguridad y la economía cotidiana.
En la seguridad, ya lo hemos dicho, hay que emprender una serie de medidas que se apliquen de forma estricta: nuevo modelo policial, mando único, coordinación obligatoria de los estados con la federación; revisión de los ministerios públicos; depuración judicial; instrumentación de todos los acuerdos de seguridad establecidos desde el 2008 y aún sin cumplimentar, todo con el objetivo de garantizar la seguridad cotidiana, la de todos los días, para que la gente pueda vivir en paz y no como hoy cuando el 68 por ciento de las personas se siente insegura aún dentro de su casa.
Y en la economía se requieren inversiones, trabajo, ingresos, desarrollar un mercado interno que no crece porque no hay dinero ni tampoco expectativas de que la situación mejore. En ese terreno, renunciar a participar en grandes reuniones internacionales como la de la APEC es una tontería: todos van porque todos creen que tienen algo que ganar o por lo menos que defender. Problemas tienen todos los países y por ende todos los mandatarios, sino habría que preguntarle a Barack Obama o a Vladimir Putin que hacían en Beijing.
Pero, además, había razones coyunturales, adicionales, para ir a China. El Eximbank de ese país tiene aprobados tres mil 500 millones de dólares para invertir en México en el tren de alta velocidad que unirá a la ciudad de México con Querétaro, con posibilidad de ampliarse a Guadalajara y Monterrey. Y como sabemos, la licitación de esa obra que se iba a financiar casi por completo con esos recursos y se había adjudicado a una empresa mixta (privada y pública) china, junto con cuatro consorcios mexicanos, se canceló la semana pasada, unos días antes del viaje presidencial. El mensaje que hubiera enviado el gobierno mexicano al chino si, además de cancelar esa obra, no iba el presidente a una cumbre que se estuvo preparando hace más de un año, y cuando México pretende convertirse en un socio estratégico de China, sería desastroso.
Incluso yendo se han pagado costos. El propio primer ministro chino, luego de reunirse con el presidente Peña dijo que sus empresas querían un trato justo en México, aunque también matizó sus dichos afirmando que luego de platicar con Peña veían buenas perspectivas y recomendarían seguir invirtiendo en México. Pero eso dependerá de que las cosas se concreten en un contexto, no podemos olvidarlo, en el que México es un socio estratégico de Estados Unidos y de los países de la Alianza para el Pacífico (Costa Rica, Colombia, Perú y Chile) que tendrán que definir posiciones ante la propuesta china para implementar una suerte de TLC para toda la región.
Hay una tendencia en nuestro país, afianzada a lo largo de muchos años, desde 1994 para ser exactos, de subestimar la inserción global de México en el mundo. Se percibe en muchos políticos que muestran una ignorancia supina respecto a lo que sucede en el mundo (o incluso en candidatos que se vanaglorian de no haber casi viajado al exterior), en los medios que hace años que no tienen secciones internacionales de real peso, en una opinión pública que considera cualquier acción internacional como superflua o parte del turismo político o parlamentario.
Valoramos la presencia de México en el mundo mucho menos de lo que el mundo valora la presencia de México. Y no terminamos de comprender que cuanto menor presencia tengamos en el mundo, cuando menos comprendamos en la sociedad, los medios o en el mundo político lo que sucede en el planeta y cómo está cambiando todo por las nuevas tecnologías y la globalización, cada día estaremos más rezagados. Y olvidamos que tenemos una situación geopolítica privilegiada, con acuerdos comerciales tanto en el Pacífico como en el Atlántico que le ofrecen al país enormes posibilidades. Pero si no estamos bien informados e integrados, tampoco le podemos exigir con certidumbre a los gobiernos que aprovechen esas oportunidades correctamente. Estaremos perdidos en un bosque de la China.
Jorge Fernández Menéndez