González Pérez, y lo políticamente correcto
Columna JFM

González Pérez, y lo políticamente correcto

14-11-2014 Tuve la suerte de conocer a Luis Raúl González Pérez hace ya muchos años y lo traté aún más durante el tiempo en que se sacó la rifa del tigre: la fiscalía de los casos Colosio y Ruiz Massieu. Las dos investigaciones estaban destrozadas por la incompetencia de Pablo Chapa Bezanilla, pero también por un creciente desprestigio de la procuraduría y de todo el sistema de impartición de justicia. Más allá de sus gravísimos errores, el paso de Chapa por esa fiscalía logró destruir la confianza en la justicia como nunca antes lo habíamos visto. Misma que no se ha recuperado hasta el día de hoy.

La investigación que realizó entonces González Pérez no debía comenzar de cero, sino de mucho más atrás: había pruebas que habían desaparecido; otras que se habían manipulado; se había sembrado en el imaginario colectivo todo tipo de versiones descabelladas pero que fueron aceptadas porque se suponía que tenían el respaldo de las autoridades; hubo líneas de investigación en esos crímenes que jamás se habían seguido y otras que se habían inventado o impuesto. Hasta con la herencia de una bruja habilitada como testigo tuvo que encarar ese trabajo González Pérez.

Realizó una investigación impecable, para muchos controvertida porque no coincidía con lo que se había sembrado: no había dos, tres Aburtos; los disparos fueron hechos con la misma arma; no existió, por lo menos no en el momento de los hechos, un complot y una “acción concertada”; Aburto no tenía relaciones política y lo que aparecía en sus famosos cuadernos eran elucubraciones sin sustento. Había allí una pista que estaba pendiente, que Chapa nunca había querido investigar y qué sí siguió González Pérez: una posible relación con un grupo de narcos y sicarios que operaban en Tamaulipas, que entonces eran muy conocidos y que se hacían llamar Los Texas. Pero ya había pasado mucho tiempo y no se pudo encontrar nada sólido y creo que nadie quería que el asesinato de Luis Donaldo terminara siendo relacionado con el crimen organizado.

El informe fue exhaustivo y terminó siendo la única investigación seria, basada en pruebas reales y no en conclusiones predeterminadas, que hubo de toda esa negra historia, tanto en el caso de Luis Donaldo como el de Ruiz Massieu. A González Pérez esa investigación no lo hizo popular pero dejó la fiscalía siendo respetado. 

Lo reencontré años después como visitador de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Hizo un muy buen trabajo, incluyendo los casos de agravios o amenazas contra periodistas, me consta personalmente porque había sido uno de ellos. Investigó también, si mal no recuerdo, lo que estaba sucediendo en Oaxaca, en pleno conflicto de la APPO y la Comisión no se fue por el expediente de los políticamente correcto sino de los justo.

Con el doctor José Narro en la rectoría de la UNAM, González Pérez se fue a trabajar con él. Habían sido del mismo grupo académico por años, cercano Luis Raúl al doctor Jorge Carpizo, y se convirtió en el abogado general de la Universidad Nacional. Dicen que el rector Narro fue su principal aval para que llegara ayer a la presidencia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en una muy cerrada carrera donde el otro aspirante, Mauricio Farah, hubiera sido también una muy buena opción. Eso demuestra dos cosas: por una parte, la influencia creciente que está teniendo el rector Narro en muchos temas que trascienden el ámbito universitario. Hay que recordar que además de su larga carrera en la UNAM, Narro es un político con amplia experiencia administrativa y de gobierno, ha sido desde subsecretario de salud y subdirector del IMSS hasta subsecretario de Gobernación. Y esa doble condición, la situación en la que está la UNAM y sobre todo su enorme capacidad de interlocución con personalidadesd e todos los ámbitos y colores, es evidente y pesa. De una u otra forma, muchos cuadros actuales, del PRI y del PRD, incluso del PAN, del gobierno o de instituciones autónomas, han tenido una relación con Narro. 

También González Pérez, un hombre que tiene carrera y perspectiva como para darle a la Comisión Nacional de Derechos Humanos lo que perdió: el rumbo y el sentido. Más allá de aciertos o errores personales de Raúl Plascencia, lo que resultaba evidente es que la CNDH había sido rebasada por la realidad, que su estructura no es la adecuada para el momento que vive el país y que incluso su marco legal se ha convertido en un corset que no le permite cumplir adecuadamente con sus funciones. Por esas y otras razones se ha terminado alejando de la gente, lo peor que le puede suceder a un Ombudsman.

Estoy convencido de que González Pérez puede cumplir muy eficientemente con su nueva responsabilidad y en los hechos encarar esa refundación tan necesaria de la CNDH. Una buena designación en un momento oportuno.

 

Jorge Fernández Menéndez

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