09-06-2015 El desarrollo y los resultados de la jornada electoral del domingo no podrían haber sido mejores: un escenario donde se amplían el pluralismo y las distintas opciones; donde, más allá de triunfos y derrotas, nadie pierde todo y nadie gana todo; donde es notable la derrota política y social de los grupos violentos y donde la apuesta por el pluralismo , pero también por la gobernabilidad, es evidente.
Las elecciones confirmaron la existencia de un nuevo escenario político, con diferentes equilibrios, mayorías, grupos emergentes, un escenario que, por sobre todas las cosas, obliga a cambios profundos en los gobiernos y en la forma de gobernar, pero también en los partidos y hasta en la recién estrenada ley electoral.
Varios puntos son importantes: las elecciones se dieron en paz, y con una participación más alta que en todos los últimos comicios intermedios. Para ello fue fundamental el operativo de seguridad que se implementó en Guerrero, Oaxaca y otros estados, pero también esa participación ciudadana en los comicios, que le otorga al gobierno federal una base social para desmantelar las expresiones violentas y colocarlas en su justa dimensión, una dimensión en la cual el rechazo social hacia ella es clave, tanto que el PRI terminó ganando las elecciones en Guerrero y en Oaxaca.
Un capítulo decisivo en los nuevos equilibrios es que el PRI, con sus aliados del Verde y Nueva Alianza, mantiene e incluso amplía su mayoría en el Congreso. Es la primera vez, desde 1997, que un gobierno federal tiene mayoría legislativa en la segunda mitad de su administración. Para el presidente Peña es la oportunidad de avanzar en su agenda de reformas, recuperando como punto clave la Reforma Educativa, sabiendo que tiene ese respaldo legislativo.
A nivel local, el equilibrio también se rompió. La mayoría de las nueve gubernaturas que estaban en disputa, se las distribuyeron entre el PRI (que se quedaría con cinco) y el PAN (con dos), pero con alternancia en Sonora y Querétaro, pero también con un triunfo, que habrá que leer y seguir con mucha atención, del independiente Jaime Rodríguez en Nuevo León. Para el presidente Peña Nieto no deja de ser importante haber ganado el Estado de México y comenzar a recuperar posiciones en el DF.
El fenómeno de Jaime Rodríguez El Bronco, en Nuevo León, merece, sin duda, una atención especial. Terminó ganando por un amplio margen, con un respaldo clarísimo de distintos grupos empresariales y de poder: es un hecho, es legítimo y hay que destacarlo, porque sin ello ningún candidato independiente puede trascender. Las preguntas son: ¿qué se puede esperar de Rodríguez, una vez en el poder?, ¿con quiénes gobernará?, ¿qué tanto se puede avanzar sin un grupo parlamentario detrás y si se terminará concentrando en venganzas del pasado o encarará el futuro? Aquí dijimos que El Bronco nos generaba desconfianza, porque es un candidato que no se ha definido en, prácticamente, ningún tema, salvo la oposición al PRI y, sobre todo, al gobierno de Rodrigo Medina. Las primeras declaraciones deRodríguez han sido cautas, pero no se han apartado de esa lógica argumental. Por lo pronto, un triunfo tan amplio le otorga un enorme margen de legitimidad. En lo personal, El Bronco me recuerda mucho más a unVicente Fox que a un López Obrador. Habrá que ver si se parece más al primero que al segundo.
El triunfo de Rodríguez es un tema que deben reflexionar en el PAN. La elección no fue buena para Gustavo Madero: se quedó casi seis puntos debajo de lo que obtuvo Josefina Vázquez Mota en el 2012, y si en el 2009 el mismo grupo que encabeza hoy el PAN, el suyo, exigió la renuncia de GermánMartínez, porque había ganado “sólo” 142 diputados, ahora, en el más optimista de los escenarios ganarán “sólo” 116. Se podrá argumentar que ganó dos gubernaturas: Baja California Sur y, sobre todo, Querétaro; peroCarlos Mendoza y Francisco Domínguez son candidatos notoriamente calderonistas. Y el maderismo perdió, en forma notable, Sonora (lo de Padrésdebe ser dolorosísimo para su proyecto) y Nuevo León, donde inclusoJosefina había ganado. Y una figura clave en ello fue Fernando Elizondo, que renunció al PAN, como muchos otros panistas, por profundos desacuerdos con el maderismo. Sin la ruptura del PAN (y su descomposición política local), el triunfo de Rodríguez hubiera sido imposible.
Otro capítulo notable de esta elección es cómo quedan en el medio de la tabla cuatro partidos: el PRD, que tuvo una mala elección, Morena, el Verde y, sorprendentemente, Movimiento Ciudadano, que se benefició de una enorme cantidad de votos en Jalisco y en Nuevo León (con Alfaro y Rodríguez). Y, muy cerca de ellos, Nueva Alianza (indispensable para que el PRI tenga la mayoría en el Congreso) y, más atrás, pero con una bancada que puede llegar a los diez diputados, Encuentro Social. La cantidad de alianzas y acuerdos que se pueden tejer, de aquí al 2018, en ese escenario, es casi inabarcable.