Los intereses de El Chapo en Chiapas
Columna JFM

Los intereses de El Chapo en Chiapas

La detención de El Chapo el 7 de junio de 1993 es importante para poder comprender lo que sucedió después y el contexto en el que se enmarca su fuga
El Chapo Guzmán fue detenido poco menos de dos semanas después de la muerte del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, según la versión oficial, en la frontera con Guatemala. Otras versiones aseguran que en realidad buscó refugio en el rancho del ex subprocurador, encargado de la lucha contra el narcotráfico al inicio del gobierno de Carlos Salinas, Javier Coello Trejo. Se hablaba también de la redes de El Chapo en Chiapas y de los enfrentamientos que tenía con los Arellanos Félix por el control de la zona. No estaría de más buscar al Chapo e investigar sus verdaderas conexiones, en terriotorio chiapaneco.

Aún no sabemos con exactitud cómo se fugó Joaquín El Chapo Guzmán de la cárcel de “máxima seguridad” de Puente Grande, pero no habría que preocuparse demasiado por ello: tampoco sabemos, con exactitud, cómo y dónde fue detenido el 7 de junio de 1993. La detención de El Chapo es importante para comprender lo que sucedió después y el contexto en el que se enmarca su fuga.

En aquella oportunidad, si bien según la versión oficial sobre el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo (por cierto ¿algún hombre de la iglesia puede lograr que su sucesor Juan Sandoval Iñiguez deje de hablar y opinar públicamente un día sí y el otro también de temas de los que no tiene la más remota idea, como ocurre con el caso de la fuga de El Chapo?) éste fue confundido con Guzmán Loera, lo que convertía a El Chapo en el objetivo de ese atentado, lo cierto es que paradójicamente, la búsqueda se centró en él, y no en los Arellano Félix que no fueron molestados en absoluto. Incluso en aquellos días el padre Gerardo Montaño, director del seminario de Tijuana (que según versiones no oficiales había sido construido con aportaciones de los Arellano Félix cuando el cardenal Posadas encabezaba esa diócesis), falsificó los libros de bautizo de una capilla para otorgarle una coartada a los Arellano Félix, tratando de demostrar que a la hora en que se produjo el atentado, éstos eran padrinos en esa ceremonia. Todavía el padre Montaño, fue quien trajo a los Arellano Félix a la ciudad de México a entrevistarse con el entonces nuncio apostólico, Girolamo Prigione, en dos oportunidades. Por alguna razón que nadie ha podido explicar, nunca se tomaron medidas penales contra el padre Montaño, que ahora fue retirado por las autoridades eclesiásticas de Tijuana a una localidad de California, para “protegerlo”.

Pero el hecho es que la persecusión se concentró en el Chapo Guzmán, que fue detenido poco menos de dos semanas después de la muerte del cardenal, según la versión oficial, en la frontera con Guatemala y entregado rápidamente al gobierno mexicano que lo presentó en el penal de Almoloya, junto con varios de sus acompañantes. Otras versiones aseguran que en realidad, El Chapo buscó refugió en el rancho, cerca de Tapachula de algún político de alto nivel, según esas mismas versiones no oficiales, habría sido en propiedades del ex subprocurador, encargado de la lucha contra el narcotráfico al inicio del gobierno de Carlos Salinas, Javier Coello Trejo, y que desde allí se habría operado la detención.

Sí se sabe con seguridad que la noche anterior a su detención El Chapo durmió en San Cristóbal. Algunas versiones, no confirmadas, aseguran que buscó al obispo Samuel Ruiz para deslindarse del asesinato de Posadas Ocampo. La ruta de huída era lógica porque el Chapo Guzmán tenía (y todo aparenta que los ha conservado) múltiples intereses y redes de protección en esa convulsionada Chiapas que en aquellos meses preparaba, con no tanto sigilo como se suponía, el levantamiento de lo que entonces las autoridades conocían como la guerrilla de Ocosingo y que unos meses después todos supimos que era el EZLN.

Casi al mismo tiempo que es detenido el Chapo en Chiapas, en julio de 1993 el entonces secretario de Desarrollo Social, Luis Donaldo Colosio entregó al presidente Salinas, una serie de documentos, elaborados por la delegación de la Sedesol en Chiapas, donde mostraba cómo se superponían geográficamente, las rutas del tráfico de drogas, la del tráfico de migrantes, las zonas de influencia de la guerrilla y las de extrema pobreza en el estado. Los documentos, de los que tenemos copia, planteaban un ambicioso programa social en la zona para tratar de romper ese esquema que se calificaba como altamente peligroso, pero también advertía sobre muchas de las relaciones que se estaban dando con el crimen organizado en esa zona desde varios años atrás.

En esas investigaciones, ya se habla de las redes de El Chapo Guzmán en Chiapas y de los enfrentamientos que tenía con los Arellano Félix por el control de la zona. La confluencia de intereses de los grupos de El Chapo con las principales zonas de influencia del zapatismo, desde aquellos años, es notable. La cabeza de playa de El Chapo Guzmán en el estado fue a través de Víctor Mena Solís, uno de sus hombres de mayor confianza, detenido junto con él en junio del 93. Y el centro de operaciones fue ubicado en el ejido de Roberto Barrios, sí el mismo que acaba de desalojar el ejército y que era desde entonces uno de los centros de operaciones más importantes del EZLN, el mismo punto estratégico que permite un control sobre una amplia zona fronteriza para quien tenga a su vez el control del mismo. Ahí en Roberto Barrios convivieron por lo menos durante dos años, la gente de El Chapo, encabezadas por Mena Solís y los dirigentes zapatistas que estaban preparando el levantamiento de enero del 94.

Según las investigaciones que publicamos en aquella época (ver el libro De Chiapas a Colosio, el año que vivimos en peligro, 1995, Rayuela editores), del otro lado de la frontera, en Guatemala, el Chapo y sus asociados locales tenían un predio de más de 900 hectáreas con varias pistas de aterrizaje clandestinas. Desde entonces, esas operaciones se realizaban asociados con grupos colombianos y guatemaltecos, estos últimos sobre todo grupos armados (tanto guerrilleros como paramilitares) que habían quedado desactivados luego de los acuerdos de paz en esa nación centroamericana. Según la misma investigación que publicamos oportunamente, Mena Solis estableció, además, una sólida relación con el G-2 (el cuerpo de inteligencia militar) guatemalteco.

Y no hablamos de una zona de importancia menor para el tráfico de drogas, armas y personas: por esa zona de la frontera (ahora nuevamente desprotegida por la incomprensible decisión gubernamental de desmantelar el centro de control militar en Roberto Barrios), entraban en aquellos años unos cinco trailers y entre ocho y 15 camiones de los llamados tortones. Cada trailer transportaba hasta 40 toneladas de carga y los tortones unas 18 toneladas. En promedio, ingresaban por esa vía, unas 400 toneladas diarias de carga. En aquella oportunidad pudimos visitar la vistar la zona, tener acceso a las guías de transporte y la enorme mayoría de ellas especificaban que cargaban chiles, frijol o maíz importados de Guatemala, paradójicamente de zonas de donde ninguno de esos productos se da con facilidad pero de donde sí es intenso el cultivo de mariguana y de amapola, para la produccción de heroína que se estaba convirtiendo en los meses anteriores a su detención en un negocio controlado cada vez más a nivel nacional por el Chapo Guzmán y donde aterrizaban los aviones procedentes de Colombia con cocaína. Esos camiones, que casi nunca eran revisados, se dirigían siempre a tres puntos: Catemaco, San Andrés Tuxtla o Tierra Blanca. Esos traileros contaban entonces con una moderno sistema de radiocomunicación con torres de transmisión en Benemérito de las Américas en Chiapas y en Santa Elena, en el Peten guatemalteco y en Sayaxech, la localidad guatemalteca que con el tiempo se ha convertido en el refugio de uno de los principales cárteles de la droga con profundas ramificaciones en México. Hay datos más inquietantes aún, que confirman toda la operación. Dos días antes del asesinato del cardenal Posadas, Mena Solís y su gente se presentaron en la aduana de Benemérito de las Américas para exigir, mediante amenazas a los empleados, una guía de introducción para 20 toneladas de chile procedente de Guatemala (se supone que El Chapo y Mena Solís tenían una empacadora de chile en Tres Picos). Unos días después, poco después de la muerte del cardenal, esa misma unidad fue decomisada en Reynosa, Tamaulipas, pero en lugar de 20 toneladas de chile transportaba 20 toneladas de cocaína pura.

En 1993, todo ese territorio ya había quedado bajo control de El Chapo Guzmán y su socio, el Güero Palma, que con la gente de Mena Solís habían desplazado a los aliados de los Arellano Félix, de apellido Noyola. Allí buscó refugio El Chapo y, según la versión oficial, fue detenido en el pequeño puerto de Ocos, precisamente una de sus principales base de operaciones en la frontera guatemalteca, cerca de Tapachula, en una operación en la que participaron fuerzas de seguridad de Guatemala, de México y de Estados Unidos. Quizás se trata de una simple casualidad, pero no estaría de más buscar al Chapo e investigar sus verdaderas conexiones, en territorio chiapaneco.

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