30-06-2015 Lo escribió el poeta Jorge Luis Borges: “No nos une el amor sino el espanto”. El primer paso ya lo dio el Partido Acción Nacional este fin de semana: el partido, declaró Ricardo Anaya, no pude ni debe seguir compitiendo sin alianzas: la última que hizo a nivel federal, efímera por cierto, fue en el 2000 con el Partido Verde. La falta de alianzas no justifica los muy malos números que dejó Gustavo Madero en los comicios, pero es un componente esencial para repensar el futuro de ese partido con base en la forma en que se ha distribuido el equilibrio electoral en el país.
Y si seriamente en Acción Nacional quieren hablar de alianzas, su única opción real sería con el Partido de la Revolución Democrática. En un escenario en el que el priismo, sin duda, continuará con su coalición con el Verde y Nueva Alianza (y quizás con Encuentro Social), donde Morena (o seaLópez Obrador) ha decidido poner distancia con todos los otros grupos de la llamada izquierda (en realidad no es que no quiera sus votos: los quiere y necesita, pero no a través de acuerdos con sus dirigentes), con un PRD que corre el serio peligro de vaciarse de contenido si no articula rápidamente una respuesta política e, incluso, con Movimiento Ciudadano decidiendo qué hará con bases tan importantes como las que ha obtenido en Jalisco y, en menor medida, Nuevo León, las opciones reales de alianzas son entre el PAN y el PRD (con los que se quieran nuclear en torno a ellos) para competirle seriamente al PRI y a Morena.
El año próximo habrá doce elecciones estatales: yendo cada uno por su lado la oposición no ganará nada. En el 2010, las coaliciones PAN-PRD le terminaron dando el triunfo en Oaxaca, Sinaloa y Puebla. En esos tres estados se renuevan las gubernaturas, además de Aguascalientes, Zacatecas, Tlaxcala, Hidalgo, Quintana Roo, Tamaulipas, Chihuahua, Veracruz y Durango. En ninguno de esos estados Morena tiene presencia y, salvo los tres en los que hubo coaliciones en el 2010, en todos los demás gobierna el PRI que allí volvió a ganar los comicios intermedios de junio pasado. La única forma de que el PAN y el PRD sean competitivos es yendo juntos, por lo menos, en la mayoría de esos estados.
Por supuesto que existen dudas en los dos partidos sobre la viabilidad de esas coaliciones y, también, es verdad que hay sectores duros, o cuyos intereses pudieran ser afectados por una alianza de ese tipo, que se oponen a la misma. Pero en términos de política real, ni panistas ni perredistas tienen muchas otras opciones: quizás el PAN podría ganar Puebla, por el peso y la estructura de Rafael Moreno Valle; quizás en Oaxaca, José Antonio Estefanpodría nuclear el voto antipriista, pero fuera de esos estados ningún otro puede ser ganado, sin alianzas, por alguno de los partidos de oposición.
Pero el tema no es el 2016 sino el 2018. Y para ello se necesitan adecuar las candidaturas. Si algo aprendieron los partidos de los comicios pasados es que ya no podrán ganar unas elecciones presidenciales sólo con la fuerza de sus maquinarias partidarias, algunas de ellas muy menguadas, por cierto. Sí se requieren maquinarias y recursos, pero, sobre todo, acompañamiento ciudadano. Por eso resultan atractivas las candidaturas apoyadas por los partidos, pero que obtengan otro tipo de respaldo. Por eso se están moviendo en esa dirección Miguel Ángel Mancera, Margarita Zavala oRafael Moreno Valle. Por eso mismo Andrés Manuel López Obradorapuesta a sí mismo más que a cualquier estructura partidaria. Basada en ese tipo de criterios y con candidatos adecuados, una alianza PAN-PRD podría ser muy viable: por lo pronto, juntos e incluso después de esta mala elección, tendrían una base de cerca de 32 por ciento de los votos para comenzar sus campañas. Con buenos candidatos el porcentaje podría crecer.
Aún es temprano para adelantar vísperas, pero el experimento tendrá que realizarse en el 2016 si se quiere utilizar ese instrumento en el 2018. Lo que no puede esperar es que ambos partidos acometan, de una vez, su renovación interna luego de los resultados electorales obtenidos en junio.
El PAN, también, ha dado en ello su primer paso. Es muy difícil que alguien pueda superar en el blanquiazul a Ricardo Anaya. Pero su desafío es integrar a los que Madero ha dejado afuera. Es verdad que el calderonismo como tal ya no existe, pero el Partido Acción Nacional no se puede dar el lujo de dejar fuera a los sectores que se sienten representados por Margarita o por el propio Felipe Calderón o que simplemente no comulgan con
Madero. Nadie debería olvidar que muchos de los problemas que tuvo el PAN en el 2012, nacieron en el 2010 cuando el secretario de Gobernación,Fernando Gómez Mont y la dirigencia partidaria, entonces, en manos deCésar Nava, rompieron públicamente precisamente por desacuerdos respecto a las alianzas electorales entre Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática. Antes de apostar por una alianza estratégica externa, cualquier partido tiene que garantizar, primero, la unidad interna de sus principales corrientes. Ésa será la tarea de Anaya.