21-08-2015 El dólar superó la barrera de los 17 pesos y puede seguir aumentando su valor contra el peso y las demás divisas, por lo menos hasta que la Reserva Federal en su junta del 16 de septiembre próximo decida qué hacer con las tasas de interés en la Unión Americana. Al mismo tiempo, el Banco de México disminuyó a 2% anual (el nivel máximo de 2.8 establecido parece más una expresión de buenos deseos que una realidad) las expectativas de crecimiento de la economía mexicana para este año. Pero también es verdad que han crecido las inversiones y que, como me decía un especialista en el tema hace un par de días, para las grandes empresas internacionales tener presencia en México no es hoy una simple opción, es un must, una obligación para jugar en el terreno comercial global en varios y diferentes ámbitos. Y paradójicamente la pérdida de valor del peso hace más eficientes esas inversiones y de la mano, con ello, impulsa el comercio internacional.
No estamos en coyunturas similares a las del pasado. Desde hace ya varios años, la economía nacional si bien sufre con el movimiento de todas estas variables (hoy estamos enfrentando simultáneamente la revalorización del dólar, la caída de los precios del petróleo y la crisis que generan economías tan poderosas como la china y una nueva crisis en ciernes, ahora política, en Grecia), no reflejará esos movimientos en una inflación desbocada. Esta crisis, con todo, no es mayor a la que sufrió el mundo, con hondas repercusiones en México, en el 2008, y se pudo mantener la estabilidad. No hay razón para que ahora no ocurra lo mismo… si se siguen tomando las medidas adecuadas.
El punto clave es el mercado interno. Hacia el exterior, la economía mexicana tiene un panorama si no boyante por lo menos mínimamente próspero. El problema es nuestro mercado interno que no crece y no tiene condiciones para hacerlo como debería: es verdad que hay mayor accesibilidad de créditos para vivienda, automóviles o artículos de consumo, pero también es verdad que falta dinero y que mucha gente no está consumiendo a la espera de ver cómo evolucionan las cosas. En estos días, que tanto se ha especulado con lo que incluirá el paquete económico de 2016, que presentará el gobierno federal el 8 de septiembre, se debe regresar al tema fiscal.
En ese paquete económico habrá, es parte del llamado Presupuesto Base Cero, una reducción del gasto público y se tendrán que implementar otras medidas de austeridad. Por eso habrá que actuar en el tema fiscal. No se puede reducir la recaudación, pero no se puede seguir cobrando más impuestos a quienes ya los pagan. Puede haber excepciones, pero lo que urge hacer es lo que frenó la reforma fiscal de 2013, que son los estímulos de inversión y consumo. Como han planteado muchos especialistas, una de las soluciones a este problema es regresar a lo que debería haber sido la Reforma Fiscal original: aumentar el IVA y reducir el ISR, establecer mecanismos de regreso fiscal a quienes paguen ese impuesto al consumo e impulsar el mismo por diversas vías, incluyendo mecanismos de repatriación de capitales sin penalización y haciendo cambios también sobre la ley de lavado de dinero, que termina siendo mucho más restrictiva en México que en Estados Unidos o en la Unión Europea con consecuencias también para el consumo.
Por supuesto que nadie está proponiendo una ruptura de la disciplina financiera, que se ha mantenido más allá de la alternancia durante por lo menos 20 años. Lo que se deben descubrir son mecanismos que impulsen esa economía interna que no crece y buena parte de esa razón está en lo fiscal. En 2012, es verdad que en otro entorno económico mundial, la economía nacional creció un 4%. En estos años no nos hemos acercado ni a la mitad de ese porcentaje, a duras penas alcanzaremos el 2% este año. Hay que reconocer que la reforma de 2013 tuvo resultados en la recaudación, pero no en el impulso de la economía interna, al contrario, fue un dique para la misma. En este paquete económico se debe tratar de modificar ese esquema para dejar de castigar, tanto a la economía doméstica como a las clases medias, que son las que asumen, en su mayor parte, ese costo.
Y eso tiene reflejos políticos. No es casual que el PRI esté muy lejos de gobernar el DF, Monterrey, Guadalajara y la mayoría de las grandes ciudades del país. Sin impulsar estímulos económicos, la inserción del gobierno en los sectores urbanos y las clases medias seguirá retrocediendo. Y de poco le servirá tener logros tan importantes como los alcanzados con la Cruzada contra el Hambre en los sectores de extrema pobreza. Éstos son parte de una lógica de una mínima justicia social, los otros son parte de una visión más global, donde se debe impedir que la falta de oportunidades acabe con el motor económico de cualquier sociedad, que son sus clases medias y urbanas.