26-10-2015 Pasado el susto y la notable labor de prevención civil realizada por el Estado mexicano ante la amenaza de Patricia, regresemos a Colima. Recuerdo que cuando Gustavo Madero, en medio de una profunda crisis interna y con la oposición de la gran mayoría de sus senadores, designó a Jorge Luis Preciado como coordinador panista en la cámara alta en lugar del experimentado Ernesto Cordero, me pregunté quién diablos era Preciado. Estaba a punto de comenzar mi programa de televisión, Todo Personal, y nadie sabía en la producción o la redacción quién era el nuevo coordinador panista. Lo primero que vimos fue su ficha curricular, que decía muy poco, y un viejo video donde estaba vendiendo creo que bienes raíces. Nos quedamos con cara de What!.
Cuando tuve mejor información sobre Preciado pensé que el nuevo coordinador no iba a durar ni un día enfrentado a pesos mayores de la política, como Cordero, Javier Lozano, Roberto Gil, entre otros, no hablemos entre sus opositores de un Emilio Gamboa o Miguel Barbosa. Pero Preciado lo hizo bien: no se enfrentó, concertó, llegó a acuerdos, fue respetado y querido por la mayoría de sus homólogos. Por eso, porque le iba muy bien, me sorprendió cuando un día me dijo que buscaría la gubernatura de Colima y que iba a ganar. Recuerdo que le dije que era imposible, que el PAN estaba como 25 puntos abajo y el PRI iría con un buen candidato, José Ignacio Peralta. Que mejor se quedara en el senado.
Obviamente no me hizo. No tenía 25 puntos de desventaja cuando comenzó la campaña sino 26. No fui a Colima pero cuando llegaban noticias de allá, lo que teníamos era a un candidato serio, originario de las áreas técnicas mejor calificadas del gabinete, como Peralta, haciendo recorridos formales en algo que no entusiasmaba pero que se alimentaba del ADN priista: no será un buen candidato pero será un buen gobernador, me decían. Enfrente Preciado hacía videos de todo tipo, manejaba redes, cantaba, bailaba, se juntaba con la gente, recorría el lugar que fuera para juntar votos. Y su gente recolectaba toda información sobre presuntas irregularidades que se le cruzara en el camino.
Pero también denunciaba que Colima estaba lejos de ser el territorio tranquilo, seguro, manejable, que muchos veían desde fuera. Un gobernador muerto en funciones con parte de su equipo en un accidente aéreo que jamás nadie ha podido explicar; otro ex gobernador asesinado en la puerta de su casa, se dice que por una venganza del narco (o de la narcopolítica, que no es lo mismo pero es igual); confrontaciones entre los cárteles de los Templarios y el Jalisco Nueva Generación por el control de Manzanillo, eran el escenario que modificaba, en la campaña, la visión de Colima y el único que se refería a ello era Preciado.
Llegó el día de la elección y todas las encuestas daban, como norma, un empate técnico entre Preciado y Peralta, con la diferencia de que, como se suele decir en este tipo de competencias, el que alcanza gana: la tendencia era un crecimiento notable del panista contra una caída del priista. Se habían cruzado las tendencias, lo único que no se sabía era si el día de las elecciones la operación política podría revertir esa caída. No alcanzó: contabilizados los votos y en medio de todo tipo de denuncias, la presidenta del instituto local primero dijo que había ganado Preciado, después que se había confundido y que la diferencia para Peralta era de apenas 503 votos.
Pero lo que terminó haciendo decidir al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que la elección se debía anular fueron las pruebas de intervención abierta de altos funcionarios en el proceso. La nota, ajena a las elecciones, pero con enorme peso en el inconsciente colectivo del estado, fue el atentado contra un tercer ex gobernador, Fernando Moreno Peña. La elección se anuló, se tendrá que designar un gobernador interino que reemplace el primero de noviembre a ese opaco mandatario que es Mario Anguiano, y habrá que reponer el proceso electoral, con la diferencia de que ahora esos comicios los organizará y supervisará el INE.
Creo que fue una decisión muy acertada del TEPJF, que además en forma pública, de una manera inteligencia, abierta, mostró sin tapujos, las dudas y hasta las diferencias internas a la hora de tomarla. Me parece un capítulo más en el muy buen desempeño de su presidente, Constancio Carrasco Daza, que muy pronto debería tener un lugar en las ternas de aspirantes a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Por lo pronto, habrá que preguntarse cómo hará, Peralta o quien sea el candidato del PRI, para evitar que Preciado se quede con el gobierno de Colima. Salvo alguna sorpresa mayor, sus bonos no pueden más que seguir subiendo. Y hace dos años, en el ámbito federal, nadie lo conocía. Una demostración más de que en política, hasta los tiempos que parecen cortos, terminan siendo, siempre, largos. Y las cosas pueden cambiar muy rápido.