27-10-2015 Cuando hoy Héctor Astudillo asuma el gobierno de Guerrero, se encontrará con una realidad desoladora. Los gobiernos de Ángel Heladio Aguirre y, sobre todo, el de Rogelio Ortega, destruyeron las redes de gobernabilidad, abandonaron la seguridad, ahondaron la pobreza, dejaron las finanzas en quiebra.
No hay ningún otro estado del país en una situación tan compleja, con una gobernabilidad tan endeble y una inseguridad tan manifiesta como Guerrero. En Chilpancingo la violencia, las tomas de oficinas públicas y la inseguridad son cosas de todos los días y ello fue solapado por el gobierno de Ortega que les ha destinado a la CETEG y a sus aliados millones de pesos (incluso, negándose a descontarles salarios de días no laborados) pese a que la disidencia magisterial representa apenas a siete por ciento de los maestros del estado. No ha procesado a nadie por los saqueos, secuestros, bloqueos y delitos que se cometen cotidianamente, pero además, muchos de los incendios en oficinas públicas estatales fueron selectivos, para destruir documentación comprometedora para esas dos administraciones.
No sólo desde el gobierno se ha fomentado y financiado a los grupos armados que se presentan como de autodefensa o de policías comunitarias, sino que, además, se liberó a los dirigentes de las organizaciones de guerrilla que estaban detenidos con condenas de hasta 40 años por asesinato y secuestro. Obtuvieron una amnistía del gobernador saliente.
Acapulco se ha convertido en la ciudad con el mayor índice de asesinatos del país. Los ajustes de cuentas no cesan y el propio Astudillo estuvo a punto de ser víctima de ello hace una semana cuando cenaba con su esposa en la costera.
En el terreno económico, la deuda que le deja Ortega a Astudillo supera los 15 mil millones de pesos, ocho mil de ellos en el rubro de la educación, en buena medida por los recursos otorgados por Ortega a sus grupos aliados. Mientras tanto, ni Aguirre ni Ortega han concluido las obras de reconstrucción de los daños provocados hace ya más de dos años por las tormentas Ingrid y Manuel, a pesar de haber recibido los recursos federales para ello, y centenares de damnificados siguen viviendo en campamentos provisionales. Nada ejemplifica mejor la desidia con que se gobernó el estado que el abandono a los damnificados. Es una de las tareas prioritarias para el nuevo gobernador.
Astudillo, un político serio y con mucha experiencia en el ámbito local, comenzará hoy su gobierno asumiendo estas realidades y buscando apoyos amplios dentro y fuera de su partido. Es consciente de que sin consensos, y sin la ayuda del gobierno federal no se podrá dar vuelta a la situación. Tiene todo el apoyo en el PRI, sobre todo, del exgobernador René Juárez, una figura clave para que haya logrado el triunfo en los comicios de junio, y también del exalcalde de Acapulco, cercanísimo a Manlio Fabio Beltrones, Manuel Añorve. Parece haber amarrado un acuerdo con sectores panistas y con cercanos al exgobernador Zeferino Torreblanca. Dos señales importantes, en ese sentido, son los posibles nombramientos en la secretaría de gobierno de Florencio Salazar Adame, un muy buen político guerrerense, que se alejó del Partido Revolucionario Institucional por diferencias con Roberto Madrazo y fue embajador de México en Colombia, durante el gobierno de Felipe Calderón, donde adquirió mucha experiencia en las estrategias de seguridad abordadas en ese país; y de José Luis González de la Vega, en educación. José Luis ya estuvo en esa cartera con Zeferino Torreblanca, antes fue un joven operador de José Francisco Ruiz Massieu, y más recientemente era jefe de la oficina del gobernador de Chihuahua, César Duarte. Las áreas de seguridad, abandonadas en el último año, tendrán como responsables a funcionarios acordados con el gobierno federal.
El desafío de Astudillo es devolverle el gobierno y la gobernabilidad a Guerrero: pese a todas las dificultades, la situación ha caído tanto que no existen condiciones como para recuperar espacios y, sobre todo, credibilidad de la gente en un estado que quedó en el abandono. Hoy debe comenzar una nueva etapa para esa entidad, con una presencia muy activa del nuevo gobierno local, un gobernador cercano a la gente y una intervención sólida del gobierno federal, sobre todo, en las áreas de seguridad y política social.
SILVA EN VERACRUZ
Como le adelantamos, Alberto Silva se convirtió en presidente del PRI en Veracruz, luego de que le tomara protesta Manlio Fabio Beltrones. Dijo que no se descarta de la candidatura a gobernador “porque nunca estuvo encartado”, que hablará con todos los aspirantes de su partido “que no le falten al respeto al gobernador” y que comenzará una gira por todo el estado. En febrero el Partido Revolucionario Institucional debe tener candidato. Estará entre la figura emergente de Silva y dos Yunes, José, senador muy cercano a Luis Videgaray, y un cada vez más lejano Héctor (hay nada menos que cinco Yunes en carrera entre priistas y panistas).