Los candidatos presidenciales, no lo dude, deben estar tan hartos como usted o como yo de las campañas electorales. Estas han sido demasiado largas, demasiado desgastantes: Vicente Fox está en campaña desde hace tres años, Cuauhtémoc Cárdenas lleva, en los hechos doce años, pero dedicado de lleno a la actual campaña ha estado prácticamente desde 1996, cuando comenzó el proselitismo para llegar a la jefatura de gobierno del DF. Labastida comenzó en los hechos desde las primeras semanas de 1999, para pasar la durísima primaria priísta y luego la presidencial.
Los candidatos presidenciales, no lo dude, deben estar tan hartos como usted o como yo de las campañas electorales. Estas han sido demasiado largas, demasiado desgastantes: Vicente Fox está en campaña desde hace tres años, Cuauhtémoc Cárdenas lleva, en los hechos doce años, pero dedicado de lleno a la actual campaña ha estado prácticamente desde 1996, cuando comenzó el proselitismo para llegar a la jefatura de gobierno del DF. Labastida comenzó en los hechos desde las primeras semanas de 1999, para pasar la durísima primaria priísta y luego la presidencial.
En este sentido, cada día en el que la cuenta final da un paso más, se está llegando a un plazo literalmente extenuante: comparando con los treinta días de la campaña electoral en España o los tres meses de Argentina o Estados Unidos, las nuestras son campañas, incluso en sus plazos legales, desde los primeros días de enero, excesivamente largas y por lo tanto costosas: en este mismo sentido, nadie podría asombrarse de que, además, en esos lapsos tan largos de tiempo, se tienda a la polarización y al enfrentamiento personalizado (y prolongado) para mantener la atención de los electores.
En este marco, cada uno de los candidatos ha optado por diferentes estrategias para esta última semana de proselitismo, de acuerdo con sus expectativas para el domingo 2. Francisco Labastida siente que está arriba por unos pocos puntos en las encuestas y la decisión es no arriesgar y no cometer errores. Pero, sobre todo, como ha sucedido en forma insistente desde el fracaso del debate de fines de abril pasado, la apuesta se concentró en fortalecer el aparato, "el músculo" como decía la portada de Milenio el lunes, a costa de "la emoción". Y el aparato ha respondido con eficiencia. Falta por ver si ello es suficiente para ganar y para convencer de que se ganó. Pero el aparato y el voto duro, ahí están y podrían llevar a la victoria a Labastida. El complemento de todo ello es acrecentar el temor a la posible llegada de Vicente Fox a la presidencia y tratar de inducir una suerte de voto útil que se incline por el priísta para evitar que Fox llegue a la presidencia.
Por su parte, Vicente Fox está en una lógica similar pero diferenciada. Fox no quiere arriesgar demasiado, está apostando mucho a la presencia en medios de comunicación y, en su discurso, el eje está puesto sí en el ataque al PRI y a Labastida, pero sobre todo en tratar de quitarle la mayor cantidad de votos a Cárdenas. Fox sabe que será ya muy difícil quitarle votos al PRI, pero puede arrebatarle algunos al PRD y, sobre todo, busca tratar de convencer a los indecisos, que son cada vez menos. Por eso, Fox está concentrando sus ataques en dos niveles: trata de golpear lo más posible al gobierno y al PRI para polarizar la elección entre él y Labastida pero, al mismo tiempo, tiene que desprestigiar la candidatura de Cárdenas, aunque eso le implique un costo político adicional. Cometió un error de planificación que no tendrá demasiado efecto en los votos pero sí lo tendrá en imagen: decidió hacer su cierre en el DF el sábado, pero a las seis de la tarde. No es una buena decisión (no conocen bien el DF, se nota) porque la lluvia le puede jugar una mala jugada y arruinarle el mitin. Pero nadie debería subestimar las posibilidades de Fox: está muy cerca de Labastida y algunas encuestas que se darán a conocer en los próximos días, incluso lo tendrán un poco por encima del sinaloense, si bien en la mayoría se mantendrá unos cuatro puntos por debajo del priísta.
Cárdenas, por su parte, está realizando algunas acciones extrañas y que pueden ser resultado de cierta desesperación. Una de esas decisiones cuestionables, ya lo decíamos ayer, es la de ir mañana jueves a CU. Ojalá y todo salga bien en esa jornada pero lo cierto es que aunque la visita resulte perfecta, Cárdenas no ganará prácticamente nada en términos electorales y, por el contrario, podría perder mucho si se produce alguna provocación del CGH o de grupos porriles. Por lo pronto, el CGH se ha cansado de hacer declaraciones deslegitimando la visita y recordando las cuentas pendientes que tienen con el PRD y particularmente con Cárdenas. No tiene sentido, cuando, además, Cárdenas y López Obrador realizarán un seguramente masivo cierre de campaña el fin de semana en el Zócalo.
Otro error es haber dado a conocer la encuesta de la fundación Rosembluth, que divulgó ayer la presidenta nacional de ese partido, Amalia García, que le daría a Cárdenas el 36 por ciento de los votos contra 32 de Fox y 27 de Labastida. La encuesta no es seria: para empezar la fundación Rosembluth que trabaja y es financiada por el PRD, se equivoca en una elección sí y en la otra también. Sus métodos de trabajo son ampliamente cuestionables y han metido en muchos problemas a los dirigentes del partido, al proporcionarles resultados que casi siempre se confirman alejadísimos de la realidad. En la metodología de esta encuesta se dice que se aplicaron nada más y nada menos que 21 mil cuestionarios en apenas dos días, en un fin de semana. Cualquier encuestador serio sabe que ello no es posible, salvo que se contara con un verdadero ejército de encuestadores profesionales y evidentemente no es el caso: las empresas serias necesitan entre 4 y 5 días de trabajo constante para levantar entre mil y dos mil cuestionarios. En síntesis: el dar a conocer en conferencia de prensa un estudio de este tipo, lo único que hará es quitarle legitimidad a la causa perredista, porque, simplemente, es obvio que la tendencia actual en el proceso electoral es otra.
Estos errores se magnifican porque Cárdenas ha logrado con muchos esfuerzos levantar su caudal electoral, colocarlo en sus niveles históricos pero no debería olvidar que puede perderlo si se acrecienta la lógica del voto útil. Debe demostrar, paradójicamente, que el que se emita en su favor es también un voto útil y, para eso, no puede cometer errores.
Los otros dos aspirantes tienen espacios muy acotados y ambiciones diferenciadas. Gilberto Rincón Gallardo está apostando a obtener su registro, tener un grupo parlamentario propio y, si fuera posible, ganar algún distrito electoral. Y a partir de todo ello avanzar en la construcción de su partido. Es prácticamente seguro que lo logrará a pesar de que inició la campaña con muchísimas dudas. Sin embargo, en estos últimos días la atención tan concentrada en los tres principales candidatos podría perjudicarlo.
En el caso de Manuel Camacho su suerte parece echada: su campaña no tiene prácticamente repercusión, tampoco demasiada actividad y quien era su principal carta, Marcelo Ebrard, al declinar a favor de López Obrador, optó por una candidatura en el senado apostando todo al voto diferenciado pero diluyendo sus posibilidades en su único espacio con posibilidades electorales, el DF. Será realmente difícil que el PCD pueda conservar el registro.
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