19-01-2016 Han pasado 18 años entre una historia y la otra, pero entre la muerte de Amado Carrillo Fuentes, El señor de los Cielos y la caída de Joaquín El Chapo Guzmán, hay una línea común. Ambos decidieron que ya era hora de comenzar a disfrutar la vida y desearon hacer lo único que no puede hacer un líder del narcotráfico que se respete: exhibirse públicamente. Los dos construyeron una leyenda y cayeron por ella.
Amado Carrillo Fuentes creó un verdadero imperio criminal. Recurrió, como todos, a la violencia, pero tuvo un muy bajo perfil, tanto que a pesar de haber estado preso en 1989, hasta 1993 no había más que una foto de Amado Carrillo y no tenía abierta en su contra ni una sola averiguación previa.
Cuando en noviembre de ese año sicarios de los Arellano Félix intentaron liquidarlo a él y a su familia, en el restaurante Bali Hai, en Insurgentes Sur, en la Ciudad de México, Amado fue detenido y dejado en libertad ese mismo día porque, supuestamente, no había ninguna denuncia en su contra. Pero para entonces ya tenía su flota de aviones operando, ya se había librado de Rafael Aguilar Guajardo, su socio y competidor en el cártel, y cambió la dinámica del narcotráfico en México al comenzar no sólo a ser intermediario de los cárteles colombianos para convertirse progresivamente en socio, productor y distribuidor.
Se comenzó a convertir en una leyenda (la canción Jefe de Jefes está dedicada a él, por el que era su grupo predilecto, Los Tigres del Norte) y comenzó a pensar en otros negocios: se asoció con el entonces gobernador Mario Villanueva para comenzar rutas que pasaban por Cuba, tanto para el tráfico de mujeres como de migrantes e, incluso, se instaló durante semanas en la isla, donde se dejó tomar fotos con bellas mujeres, disfrutando de los mejores lugares. Tuvo sociedad con políticos de Costa Rica y Panamá, con quienes terminó, incluso, produciendo ganado de alta calidad. Se fue a Chile y de allí a Buenos Aires. En la capital argentina, compró un departamento en el barrio de Recoleta, y una estancia a un conocido excorredor de automóviles y se metió al mundo del espectáculo y la política. Financió, incluso, parte de la campaña electoral de Enrique Duhalde y el excantante Palito Ortega.
En todo este camino fue dejando pistas. La fascinación del delincuente con la cantante Gloria Trevi (su joyero particular, Tomás Colsa McGregor, asesinado poco después, aseguró que Amado le enviaba con regularidad joyas a
Trevi y que se encontraron en, por lo menos, cuatro ocasiones) terminaron de disparar las alertas. Amado, además, se enamoró de una joven, Erin, con la que apareció en varias fotos y las autoridades descubrieron que vivía en un lujoso edificio en Polanco. Cuando llegaron a ella descubrieron mucho más: en el mismo edificio vivía y a ella le pagaba la renta y todos sus gastos (además, de acercarle otras damas de compañía) nada menos que el responsable de la lucha antidrogas, el general Jesús Gutiérrez Rebollo, que cayó en febrero de 1997.
Algunos dicen que en la muerte de Amado intervino, incluso, su esposa, otros que fue una decisión tomada por el mando del cártel (que, como ahora, tiene una estructura horizontal, mucho más parecida a un holding que los cárteles tradicionales con mandos verticales) que veían cómo la exposición de El Chapo los ponía en riesgo a todos, pero lo cierto es que la mañana del 3 de julio del 97, Amado Carrillo ingresó a un hospital de la Ciudad de México para hacerse una extensa cirugía plástica y fue asesinado con una sobredosis de anestésicos en el postoperatorio. Los cuatro médicos colombianos que supervisaron esa noche a Amado aparecieron muertos poco después, en tambos con cemento, en la México-Acapulco.
El cártel se organizó, entonces, con base en un mando conjunto compartido por El Azul Esparragoza, Ismael El Mayo Zambada, los entonces detenidos Joaquín El Chapo Guzmán y Héctor Luis El Güero Palma (que operaban desde la cárcel y cuyos intereses cuidaban El Azul y El Mayo) y Vicente Carrillo, hermano de Amado. Esa alianza se rompe cuando El Chapo se escapa de Puente Grande en 2001. Pero esa es otra historia.
Lo cierto es que después de la fuga de El Chapo el año pasado, éste decide esconderse en Sinaloa y en el triángulo Dorado, pero eso pone en riesgo a los verdaderos operadores, lo que se acrecienta cuando El Chapo comienza con planes para hacer una película, aceptar que Sean Penn lo entreviste y fascinarse con Kate del Castillo, tratar de formar una sociedad con ella e, incluso, darle un teléfono para que se comunicaran. Esa trama, descubierta, incluso antes de la fuga, fue la que le dio las pistas a las autoridades de seguridad para detenerlo. Pero también, esa trama, fue la que puso en alerta roja a sus socios. No era funcional: se había convertido, como Amado Carrillo, en un peligro para los intereses de su organización.