Vicente Fox acaba de cometer un grueso error que puede ser decisivo para el futuro del candidato presidencial de la Alianza por el Cambio. Envió una carta a los principales líderes religiosos del país, en el que parece responder uno a uno a los puntos del perfil del candidato ideal que hace unos días difundió la Conferencia Episcopal Mexicana, porque no nos equivoquemos: independientemente de que el texto fue enviado a ?las iglesias?, su real destinatario es sólo una: la Iglesia católica, apostólica y romana.
Vicente Fox acaba de cometer un grueso error que puede ser decisivo para el futuro del candidato presidencial de la Alianza por el Cambio. Envió una carta a los principales líderes religiosos del país, en el que parece responder uno a uno a los puntos del perfil del candidato ideal que hace unos días difundió la Conferencia Episcopal Mexicana, porque no nos equivoquemos: independientemente de que el texto fue enviado a "las iglesias", su real destinatario es sólo una: la Iglesia católica, apostólica y romana.
Fox se compromete en esa carta a "promover el respeto a la vida", en otras palabras a no impulsar de forma alguna la despenalización del aborto; "apoyar la unidad familiar" (o lo que eso quiera decir: ¿quizás oponerse o hacer más restrictivas las leyes sobre divorcio?); "respetar que los padres decidan la educación de sus hijos", lo que en otras palabras se traduce como la posibilidad de establecer educación religiosa en la escuelas; "atender el reclamo de libertad de creencias" (¿acaso no hay libertad de creencias en México? ¿o que se entiende e interpreta por libertad?); "eliminar las contradicciones entre el artículo 24 y 130 de la constitución", con lo cual Fox quiere decir que apoyará que existan partidos políticos avalados por una fe religiosa desde su mismo nombre; "abrir el acceso a los medios masivos de comunicación", que debe entenderse no como la actual presencia y cobertura de la Iglesia y sus actos en los medios, sino que las iglesias sean propietarias de medios de comunicación y que los pongan a su servicio.
Otro punto es insólito: "deducir impuestos a las iglesias cuando contribuyan al desarrollo humano" (falto lo de integral), y entonces hay que preguntarse quién definirá qué se entiende por "desarrollo humano", quién lo establecerá y porqué no se le deducen impuestos a otras personas o instituciones que también pueden participar en el "desarrollo humano", sin ser religiosas. Lo que en realidad quiere decir es que le quitará la carga fiscal a la iglesia.
Otro punto es muy grave: dice que terminará "la discrecionalidad para la internación y permanencia en el país de los ministros de culto". Léase que la Iglesia podrá enviar a oficiar cultos al país a cualquier sacerdote que considere adecuado y que el Estado no tendrá, siquiera el derecho, como lo tiene con cualquier otro trabajador extranjero, de decidir si le otorga ese permiso o no: la consecuencia no vendrá sólo en torno a la iglesia católica, si una propuesta así se aprueba espere usted la invasión de los grupos religiosos evangelistas del norte de la frontera. El último punto es también absurdo desde la concepción de un Estado liberal y democrático: homologar los estudios eclesiásticos en el ámbito civil. O sea que la formación que se le da a un seminarista en una institución netamente religiosa sea homologada, con la que se ofrece, por ejemplo, en cualquier universidad.
Un programa, en síntesis, que está lejos, muy lejos, del centro y cerca, muy cerca, de la derecha más extrema y que no dudaría en firmar, punto por punto, la coalición cristiana estadunidense. ¿Tiene derecho Fox a presentarlo?. Por supuesto, pero esta estrategia será, muy probablemente la que le pueda quitar los votos que necesita para ganar la elección presidencial, salvo que alguien en su equipo de campaña considere que tiene ya tanta ventaja que sólo se debe dedicar a fortalecer su voto duro y olvidarse de buscar el electorado de centro o indeciso.
¿Por qué decimos que es un error?. Por la sencilla razón de que Fox ya tiene asegurado, desde antes del inicio de la campaña, el voto de la derecha y de los sectores religiosos que piensan que el país lo que requiere no es el fortalecimiento de las instituciones laicas en un marco de libertad religiosa, sino el integrar cada vez más al Estado con la religión. Lo que necesita Fox y en lo que se había empeñado con éxito en las últimas semanas, es convencer que el que se emita por la Alianza por el Cambio no es un voto por la derecha, sino por el centro, que el cambio que él representa no es un retroceso sino un camino con afianzamiento de libertades: así logró hacerse de compañeros de ruta provenientes incluso de la izquierda (algunos tan notables como Jorge Castañeda o Adolfo Aguilar Zínser) que le permitieron romper ese 20-30 por ciento que siempre le había resultado infranqueable al panismo.
Pues bien, con estas propuestas, colocadas por escritos y con un compromiso formal del candidato presidencial con la Iglesia, Fox muy probablemente perderá todo su encanto para buena para de esos sectores de centro y de izquierda que estudiaron historia y que no saben que cada vez que se han entremezclado, sin definir límites precisos, la Iglesia y el Estado en México, ello ha terminado en problemas graves para la sociedad. Llama aún más la atención que en este decálogo del foxismo para sus relaciones con la Iglesia, no exista ni siquiera un párrafo hablando de la tolerancia entre las distintas fe religiosas, respecto a quienes no profesan fe alguna o no aceptan los dogmas de cualquiera de las religiones institucionales. La palabra tolerancia no está en el decálogo y el termino integrismo lo permea de cabo a rabo.
Fox, con esto, le hace un enorme favor a Cárdenas, ya que muchos hombres y mujeres de izquierda que estaban pensando propiciar la alternancia en el poder vía el voto útil, lo pensarán dos veces antes de tomar una decisión: una cosa, para quienes provienen de sectores de izquierda o liberales, es votar por un opositor que plantea una política de unidad de amplio espectro y otra, muy distinta, votar por un candidato que enarbola los principales preceptos de la derecha: Fox, prácticamente le dio la razón a Cárdenas para negarse a declinar en su favor. Le hace, también, un favor a Labastida, porque en la medida en que Fox no pueda acumular los votos de los indecisos o de los sectores de izquierda dubitativos, la elección se torna más sencilla para el priísmo: su gran temor es que Cárdenas se pierda y la elección se polarice entre dos candidatos. En la medida que muchos electores no voten por el PRI pero distribuyan sus votos entre distintas opciones, el priísmo puede garantizar, con su voto duro, el triunfo del 2 de julio.
Por eso resulta absurdo cómo el candidato de la Alianza por el Cambio en este momento en el que tenía todo para dedicarse a sumar, realice una acción que, buscando ser espectacular, no le sumará un solo voto, pero que le puede restar muchos, o por lo menos, los cinco o siete puntos porcentuales que podrían hacer la diferencia el 2 de julio. Y no le sumará un solo voto, primero, porque, como dijimos, es obvio que la derecha lo apoya desde mucho antes de que iniciara la campaña; segundo, porque la propia Iglesia con su perfil de candidato ideal y con muchas de sus acciones, con su reciente endurecimiento en temas controvertidos como la sexualidad, la familia, la educación o el aborto, incluyendo algunas campañas de desprestigio contra medios y comunicadores que no aceptan indiscriminadamente sus opiniones, está dejando muy en claro con quien está su voto.
En ese contexto ¿qué necesidad tenía Fox de asumir él mismo un compromiso que estaba implícito pero que dejaba, antes de esta declaración, siempre un espacio para la discordancia?. Por ejemplo, la noche del debate, Jorge Castañeda explicaba en televisión que Fox no estaba de acuerdo con despenalizar el aborto y que él sí, pero que en la lógica de la campaña del guanajuatense, había respeto para todas las posturas: pues ahora el autor de La Herencia tendrá que reflexionar sobre el tema, porque el compromiso asumido por Fox en esta carta a las iglesias anula ese espacio, imprescindible para una alianza de fuerzas provenientes de distintos orígenes y convicciones.
Y el anular la expectativa de ese espacio de tolerancia, podría poner nuevamente las cosas como en el pasado: una derecha y una izquierda girando en torno a un PRI que aún con dinosaurios y todo, puede acomodarse en el centro. Si finalmente las cosas quedan así, el tricolor podrá ver con muchos mejores ojos, que en los días pasados, el 2 de julio.