08-02-2016 La caída de Joaquín Guzmán Loera, lo escribimos aquí, recordaba en varios aspectos, la muerte, provocada por sus propios socios, entre ellos el propio El Chapo, entonces con una dimensión mucho menor, de Amado Carrillo Fuentes, el llamado Señor de los Cielos. Una mezcla de ansias de protagonismo social; de relajación de medidas de seguridad; de pasión por mujeres con una amplia exposición pública (Amado fascinado, entre otras, por Gloria Trevi, El Chapo por Kate del Castillo y colocando a su dama, Lucero Sánchez, en el Congreso); de una persecución implacable de las autoridades porque las habían ridiculizado (Amado Carrillo cuando se descubrió que que el zar antidrogas del gobierno mexicano, el entonces general Jesús Gutiérrez Rebollo era en realidad un operador suyo, al que el capo le pagaba desde las mujeres de compañía hasta el departamento en el que vivía; El Chapo por su fuga del Altiplano) lo hacían, a uno y a otro, peligrosos para sus propias organizaciones.
La información publicada ayer por Excélsior respecto a la violencia en Sinaloa durante los seis meses que El Chapo estuvo en libertad otorga algunas claves al respecto: durante ese semestre los asesinatos en Sinaloa aumentaron 16.36 por ciento, y alcanzaron las 501 muertes violentas por ajustes de cuentas, lo que indica que se recrudeció la lucha entre el Cártel de Sinaloa y el que encabeza otro Chapo, Fausto Isidro Meza Flores, El Chapo Isidro, que controla el norte de Sinaloa y buena parte de Sonora, herederos de los Beltrán.
Pero esa información hay que cruzarla con otra, que se divulgó también este fin de semana: durante su estancia en el Altiplano, El Chapo Guzmán terminó haciendo alianzas con personajes que habían sido sus enemigos, como
Sigfrido Nájera, El Canicón, líder de los Zetas, quien habitaba en la celda de junto a El Chapo y que murió de un paro respiratorio poco después de la fuga de Joaquín, y los hermanos García Simentel, que jefes de sicarios del cártel de los Arellano Félix. Los cuatro, le platicó José Jorge Balderas, El JJ (aquel que le disparó a Salvador Cabañas y miembro de los Beltrán Leyva) a su madre (la plática fue grabada) durante una visita al Altiplano, era que su gente tomara el penal y los cuatro se fugaran.
Lo cierto es que no asombra que personajes como El JJ o La Barbie estuvieran enfrentados con El Chapo, siempre lo estuvieron, o que, incluso, de alguna forma divulgaran información de sus adversarios, lo que llama la atención es la alianza de El Chapo con el jefe de Los Zetas, cuando ambas organizaciones están en el corazón de la guerra que se ha librado entre los cárteles desde el 2004 con miles de muertos. O con jefes de los Arellano Félix (aunque se dice, que El Teo García Simentel los habría traicionado antes de su captura).
No creo que esos acuerdos de prisión hayan caído demasiado bien entre los líderes que estaban en libertad, siendo parte, ellos sí, de esa lucha brutal. Llama la atención que vía grabaciones, seguimientos, datos recuperados, existen testimonios de que El Chapo estuvo con Kate del Castillo y Sean Penn, con su esposa Emma Coronel, con la diputada Lucero Sánchez, que viajó a Culiacán y Los Mochis, ¿y en todo ese tiempo, se reunió con El Mayo Zambada, con Esparragoza, con Dámaso López? ¿O, simplemente, será que éstos lo veían ya como un peligro, alejado de la operación, como 18 años atrás había sucedido con Amado Carrillo Fuentes?
JUECES Y SECUESTRADORES
La semana pasada informábamos aquí que Crescencio Hernández, apodado El R3, y segundo al mando en el cártel del Golfo, en Altamira, Tampico y Ciudad Madero, que fue detenido portando un arsenal, acusado de narcotráfico, secuestros, extorsiones y asesinatos, había sido dejado en libertad por un secretario de juzgado de Altamira en forma repentina y sin dar aviso a otras autoridades. Se fue por la puerta grande.
Ahora en Monterrey, un juez dejó en libertad a los cuatro secuestradores que hace cuatro años privaron de la libertad y asesinaron al empresario Damián González del Río. Se trata de Diego Zárate Ibarra, José Fidencio Armendariz Guardiola, José Antonio Porras Ramírez, y José Ángel Álvarez Lazo. La Fiscalía del estado demostró que asesinaron al empresario por una venganza de su exempleado Álvarez Lazo, que se quejó con el entonces jefe de Los Zetas en el municipio de Santa Catarina porque lo habían despedido. Entonces a Damián lo secuestraron y asesinaron.
Los cuatro habían sido sentenciados en 2013 con penas que iban de los 55 a los 90 años de cárcel. Apelaron la condena y se ordenó reponer el proceso. En abril del año pasado los cuatro fueron nuevamente declarados culpables y sentenciados, esta vez, a 74 años de prisión.
Pero esta semana el juez segundo de lo penal decidió que había habido “fallas al debido proceso” y liberó a los cuatro criminales. Decíamos la semana pasada que era indignante que un criminal se escape de una cárcel de máxima seguridad, pero mucho más indignante es que se vaya por la puerta grande, liberado por un juez asustado, incompetente o corrupto.