Pasó anoche el debate entre los candidatos, pero la campaña, la real, la que definirá la situación de los candidatos entre el electorado apenas si está comenzando a partir de hoy: quedan los 60 días finales y todos los aspirantes y partidos se enfrentan a ellos con desafíos importantes en distintos frentes, con divergencias internas y posicionados en forma diferente ante el electorado.
Pasó anoche el debate entre los candidatos, pero la campaña, la real, la que definirá la situación de los candidatos entre el electorado apenas si está comenzando a partir de hoy: quedan los 60 días finales y todos los aspirantes y partidos se enfrentan a ellos con desafíos importantes en distintos frentes, con divergencias internas y posicionados en forma diferente ante el electorado.
Francisco Labastida y el PRI están en una situación compleja: la distancia con Vicente Fox, sea cual fuere la encuesta que se elija para analizar la situación que vive el proceso electoral, se ha reducido y mucho, comparada con noviembre pasado. Para Labastida, la hora parece ser la de avanzar mucho más en su campaña, de darle un tono y un sentido diferente mucho más personal que hasta ahora. No es sólo un problema del candidato presidencial, sino de todo el partido, que está lejos aún de haberse mostrado como tal en esta campaña, combinado con una estrategia de extrema protección al candidato en el que éste no se percibe cómodo o ágil.
Pero ello tiene que ver, también, con la respuesta que de aquí al 2 de julio, el equipo de campaña obtenga del aparato partidario. Aparentemente no habrá en el seno del PRI rupturas importantes en lo que resta del proceso electoral. Seguramente a la hora que se dé a conocer la lista de candidatos plurinominales a la cámara de diputados, algunos hombres o mujeres que no figuren en ella, se alejarán del tricolor, pero, insistimos, no se espera ninguna ruptura dramática.
El problema no es ese, lo que está pendiente y por saber en el PRI, es hasta dónde llegará el apoyo real de todos los sectores de ese enorme aparato que conserva el priísmo, hasta qué punto se involucrarán realmente en la campaña no sólo los sectores partidarios y más cercanos a Labastida sino también todos los grupos, incluso aquellos que se sienten desplazados, que no se han ido del PRI pero que tampoco se sienten conformes con la situación interna. Es verdad que éstos quizás son minoría frente al resto, pero en la actual coyuntura, Labastida debe garantizar, y buscar, un apoyo total de los distintos grupos de su partido y eso requerirá una labor de amarres y ajustes importantes que no se podrá abandonar en los dos meses de campaña que restan. En este sentido, el equipo de operadores de Labastida y particularmente el equipo de Emilio Gamboa Patrón, tendrá que abocarse de lleno, porque de esos amarres dependerá mucho para llegar a los 16 millones de votos que, como mínimo, estima el propio PRI que necesita para ganar.
Evidentemente ello implica que el otro gran grupo del equipo de campaña, el que encabeza Esteban Moctezuma, realice los ajustes en el tono de la campaña, en la generación de mayores expectativas. Pero, sobre todo, debe lograr que el labastidismo le encuentre la cuadratura al círculo y logre escapar de la trampa dialéctica que les ha tendido Vicente Fox, al polarizar la elección entre la continuidad -que representaría el propio Labastida- y el cambio, que Fox identifica con sí mismo.
Allí está el mayor acierto logrado, hasta ahora, por Vicente Fox y que explica su crecimiento electoral en las últimas semanas. Pero allí puede estar su talón de Aquiles. El simple concepto de cambio si no va adicionado de otros condimentos, puede no resultar suficiente: ¿cambios hacia dónde? ¿cambio para qué? ¿cuál es el margen de certidumbre que ese cambio permite?. No en vano Fox en las últimas semanas ha decidido transformar en buena medida su imagen, mostrando un candidato, como él mismo ha dicho, más "presidenciable".
La estrategia, nos decía esta misma semana su coordinador de asesores Eduardo Sojo, es arriesgar, seguir arriesgando y tiene toda la razón. Incluso aunque se tomen en cuenta los estudios y encuestas que muestran una suerte de empate técnico entre el propio Fox y Labastida se suele olvidar que el PRI, gracias a su enorme estructura nacional y a la movilización que suele generar en el llamado voto verde, siempre tiene entre un cinco y un siete por ciento diferencial en su favor que no suele aparecer en las encuestas.
Entonces Fox debe arriesgar porque aún necesita, si realmente desea la victoria el 2 de julio, un caudal mayor de votos que los actuales. Y necesita arriesgar, primero, porque el cambio de imagen hacia un candidato más "presidenciable" no lo puede llevar a perder los votos de los que gustan de un Fox "aventado". Por la otra, porque deberá buscar más votos y muchos ya están amarrados con distintas opciones. En realidad, como decíamos el lunes, quedan entre un 7 u 8 por cientos de votos indecisos que son los que definirán la elección. Pero allí debe entrar también la estrategia del voto útil y ver si Fox puede lograr que alguno de los partidos y candidatos más pequeños declinen en su favor y, sobre todo, ver en qué medida su apuesta le puede quitar votos a Cárdenas y el PRD, asumiendo que, de acuerdo con las encuestas, en torno al tres veces candidato presidencial el índice de adherentes circunstanciales se ha reducido mucho y lo que queda es en buena medida voto duro perredista.
Precisamente por ello, en estos dos meses, pero sobre todo en la primera quincena de mayo, la presión sobre Cuauhtémoc Cárdenas será, sin duda, brutal, buscando su declinación. Salvo que por alguna razón, Cárdenas logre un crecimiento inesperado en las dos próximas semanas, se encontrará alrededor del 15 de mayo en una situación muy difícil. Si continúa con sus porcentajes actuales quedará en claro que no puede ganar, pero también que sin esos votos perredistas difícilmente tampoco Fox pueda ganar. La disyuntiva es sencilla de plantear pero difícil de resolver: ¿debería Cárdenas, por encima de sus principios, declinar la candidatura a favor de Fox o debe insistir en su candidatura, defender sus principios y convicciones aún a costa de propiciar un nuevo triunfo del priísmo?.
Si nos atenemos a sus últimas declaraciones, Cárdenas hace ya semanas que ha tomado una decisión al respecto: no declinará. El punto es saber si el resto de su partido piensa igual, en qué medida las diferentes corrientes que confluyen en el PRD resistirán los cantos de sirena que provendrán del foxismo para incorporarse a un carro que puede ser ganador. No olvidemos que el debate sobre la declinación sigue vivo en el PRD y esta misma semana, fue la familia de Heberto Castillo -que en 1988 declinara a favor de Cárdenas- la que lo uso nuevamente en el debate. Queda pendiente por ver, además, como actúan los presidentes municipales y los gobernadores perredistas que no son de la línea dura y que podrían darle alguna sorpresa a Cárdenas hacia fin de mayo. En los hechos, quizás para Cárdenas ésta sea la más compleja de las situaciones que le ha tocado vivir en las campañas presidenciales, en buena medida porque no toda la decisión está en sus propias manos.