Los aciertosu errores de los candidatos en el debate se proyectarán en forma casi inevitable, en la toma de decisiones de los próximos días. Los aciertos pueden ser más subjetivos, pero los errores e insuficiencias siempre resultan más claras. ¿Qué es lo que le falló a cada uno de los aspirantes el martes en la noche?.
Los aciertosu errores de los candidatos en el debate se proyectarán en forma casi inevitable, en la toma de decisiones de los próximos días. Los aciertos pueden ser más subjetivos, pero los errores e insuficiencias siempre resultan más claras. ¿Qué es lo que le falló a cada uno de los aspirantes el martes en la noche?.
Francisco Labastida se vio mejor que en los spots y actos de campaña de las semanas pasadas, más cómodo y más en su papel, más agresivo, tratando de refrendar la idea de que es el candidato de un cambio "con rumbo" y no de la continuidad. Pero cometió un error que pasó casi desapercibido pero que puede tener costos muy altos, como nos decía el martes en la transmisión de televisión María de las Heras. Durante todo el debate, Fox insistió en que las encuestas ya demuestran que es él quien va arriba en la contienda. Es más, durante el día de ayer el candidato de Alianza por el Cambio, respaldado por las encuestas sobre el debate, reiteró una y otra vez esa idea. Pues bien, Labastida durante el debate y en el post debate, jamás desmintió a Fox, jamás le dijo que no era verdad, o incluso que, en todo caso, las encuestas muestran un empate técnico entre ambos.
Y es grave no sólo porque de esta forma se asienta en el inconsciente colectivo la idea de que en realidad ya Fox está arriba, sino que puede ser un verdadero torpedo en el casco de la estrategia priísta. Mucha de la gente que vota por el PRI lo hace porque considera que ese es el partido "que gana" y que, por lo tanto será el que le resolverá los problemas. Por eso, en casi todas las encuestas cuando se pregunta por quién se votará, se encuentran unos porcentajes equilibrados entre distintos partidos y candidatos pero cuando la pregunta es quién ganará las elecciones, la respuesta, casi siempre abrumadora, es que el PRI.
En el momento, que sería inédito en la historia, de que el PRI se vea abajo en las encuestas, puede haber muchos votos que decidan emigrar y votar no por un candidato, una plataforma o un proyecto, sino por el partido que "ganará", y éste ya no sería el PRI. Insistimos, para muchos puede ser simplemente un detalle o un desliz, una forma de no hacerle el juego a las afirmaciones de Fox, pero quienes saben cómo se maneja el aparato y el voto priísta, saben que en el momento que esa expectativa de triunfo seguro se destruya, las cosas se pondrán muy difíciles para su partido. En esa lógica, éste es quizás el mayor error de Labastida en el debate y en las horas posteriores al mismo, un error que de no remediarse puede tener consecuencias muy negativas.
Vicente Fox se vio bien, sobre todo porque logró con creces su objetivo que era demostrar que la disputa real por la presidencia es entre dos, por eso tantos lo vieron ganar el debate. Pero a Fox también le han acompañado en estas horas sus inconsecuencias. En el debate mostró tres: primero, la de las encuestas, que han terminado siendo un arma en su favor por la indolencia de los priístas para responderle, pero la verdad es que la mayoría de las encuestas no muestran, aún, que Fox esté arriba en la intención de voto. Sí muestran que ganó el debate y que se ha logrado emparejar al candidato priísta, pero no llegan a colocarlo claramente arriba. Un segundo punto es Pemex: Fox no termina de presentar una explicación sólida sobre qué quiere hacer con los energéticos. Ayer en la tarde, en una entrevista que mantuvimos con él, mostró la que podría ser su salida más convincente: no hará nada al respecto sin una consulta o un plebiscito previo. Otro tema en el que no se muestra convincente y sí contradictorio es en lo del Fobaproa. Pero se debe reconocer que tiene algo fundamental a su favor: la indulgencia social. Los electores de Fox le están perdonando sus contradicciones e incluso sus errores. Esa frase que dicen que le envió Diego, "a mi se me podrá quitar lo majadero pero a ustedes lo corrupto nadie se los quita", es la demostración de ello.
Finalmente Cuauhtémoc Cárdenas ha encontrado en la congruencia interna de su discurso su propio límite: la intervención de Cárdenas del martes podría haber sido colocada casi sin cambio alguno en el contexto de la campaña de 1994: dijo lo mismo, actuó igual, reaccionó casi de la misma forma. La consecuencia es sencilla: si no hay cambio alguno, tampoco cambiará su electorado y ello implica, también, que como máximo obtendrá los mismos votos que en esa ocasión, seis millones, bastante menos de la mitad de lo que ya tienen asegurados sus rivales del PRI y de la Alianza por el Cambio.
De Porfirio Muñoz Ledo se esperaba mucho y se obtuvo poco. Confundió el mensaje y a quién dirigirlo. Porfirio habló, con propuestas, pero con un tono de quien va encabezando las encuestas y está a punto de ganar, no de un político que tiene como objetivo posicionarse en una contienda. Buscó un público general pero aparentemente perdió al suyo, al que había puesto muchas expectativas en él antes del debate. A Manuel Camacho no le pudo ir peor: entre los nervios y el esquematismo, dejó en claro algo que en la noche exteriorizó con López Dóriga: le dijo a Joaquín que estaba contento porque había cumplido su objetivo, "desenmascarar a Labastida". Y alguien se preguntó, ¿su objetivo no era ser presidente?.
Quien menos errores cometió fue Gilberto Rincón Gallardo, para muchos ganador del debate -quizás porque para el gran público era un absoluto desconocido- en un grado tal que le permite, por primera vez, figurar con espacios reales en el escenario electoral y acercar seriamente la posibilidad de lograr el registro para su partido y mucho más. Pero Gilberto tiene que prestarle mucha atención a un punto: faltan dos meses de campaña y para él ya no habrá otro debate de estas características. El PDS no puede dormirse en los laureles del debate, porque sin una intensificación y mayor penetración de su campaña, los logros del 25 de abril se olvidarán con demasiada facilidad el 2 de julio.
Archivos recuperados
La noche del martes, concluido el debate, la empresa MVS Multivisión realizó un sondeo entre sus suscriptores para conocer el resultado del debate, mismo que sólo fue difundido internamente. Sus resultados son muy significativos. Sobre un universo de más de 11 mil consultados, el 63 por ciento no vio ni escuchó el debate. De los restantes, el 49 por ciento vieron ganar a Fox, el 10 por ciento a Labastida, el siete a Rincón Gallardo, el 4 por ciento a Cárdenas, el 3 a Porfirio, el uno por ciento a Camacho, y el 22 por ciento dijo que no sabía. De esos encuestados, el 51 por ciento dijo que votaría por Fox, el 12 por Labastida, el 6 por Cárdenas, el 3 por ciento por Gilberto, el 2 por ciento por Muñoz Ledo y menos del uno, 59 entre 11 mil encuestados, por Camacho. Pero lo importante es que la cifra de quienes aún no saben por quién votarán sigue siendo en este estudio muy alta: un 21 por ciento.
Es, sin duda, una muestra sesgada por el nivel socioeconómico de quienes tienen televisión de paga, pero también es geográficamente muy amplia: abarcó el DF y área metropolitana, Monterrey, Guadalajara, Tuxtla, Querétaro, Villahermosa, Mérida y León. ¿Dónde le fue mejor y peor a cada uno de los candidatos?. La mejor plaza para Fox, sin duda, fue León: el 77 por ciento, su porcentaje más bajo fue el DF y área metropolitana con 46 por ciento (donde por cierto Gilberto alcanzó el 9 por ciento, tres más que Cárdenas e igual que Labastida). Para el sinaloense, las mejores plazas fueron Monterrey, León y Guadalajara con 12 por ciento y las peores Querétaro y (atención aparato priísta) Villahermosa, con 6 y 7 por ciento respectivamente.