09-03-2016 Cuando se ven las encuestas serias que comienzan a emerger sobre los comicios del 5 de junio lo que se observa con claridad es que salvo en el caso de Hidalgo (donde el PRI tiene amplia ventaja) las otras once elecciones están sin definir. Hay favoritos, existen tendencias pero a 90 días son demasiados los temas que pueden influir en las elecciones y cambiarlas. En Colima, hace una año, la ventaja de Ignacio Peralta sobre Jorge Luis Preciado era superior a los 15 puntos y terminaron casi empatados. Para la elección extraordinaria de enero, Preciado, que había alcanzado, salió con una ventaja importante, pero Peralta terminó ganando por cinco puntos de diferencia.
Hoy en todos los estados la situación para ser indefinida pero de las doce elecciones tres son claves: Veracruz, Oaxaca y Puebla. En las tres, el resultado dependerá de muchas cosas, pero sobre todo de la cohesión que cada partido pueda lograr en torno a sus candidatos. En Veracruz, ya lo hemos dicho, la alianza PAN-PRD ha tenido rupturas por la candidatura de Miguel Angel Yunes, pero no pareciera que ninguna sea muy significativa, en todo caso lo que más la dañará será Morena que le puede quitar por lo menos cinco puntos. En el PRI, Héctor Yunes, primo hermano de Miguel Angel, necesitará redefinir capítulos importantes de su campaña porque hacerla tomando como principal punto de ataque la propia administración priista en el estado puede ser suicida. Por supuesto que puede haber matices, diferencias, toda una gama de grises, pero si los discursos de ambos candidatos Yunes termina siendo el mismo, la gente se irá con quien represente a la oposición. Con un punto que no es menor: buena parte de la estructura del PRI en el estado sigue dependiendo del gobierno estatal, lo mismo que la propia estructura de gobierno. En un estado como Veracruz, el PRI debe apostar por el PRI, uno de los más disciplinados en materia electoral del país, de la misma forma que la alianza tendrá que apostar al más duro antipriismo, que también tiene mucha vida en el Golfo.
En Puebla, Antonio Gali no debería tener problemas graves: ha logrado sumar a Nueva Alianza, aunque el PRD se saliera de la coalición como consecuencia de las diferencias en Tlaxcala. Pero la presencia perredista en Puebla es menor y allí lo más importante, como en Veracruz o en Oaxaca, es la disputa entre la dirigencia perredista y Nueva Izquierda, contra la corriente que encabeza el senador Miguel Barbosa. Lo cierto es que esa disputa no le permitió al PRD ir en coalición pero tampoco tener un candidato competitivo propio. El PRI tiene una buena candidata en Blanca Alcalá, pero se ve realmente difícil que puedan contrarrestar la maquinaria panista en el estado.
El PRD, como consecuencia de la misma disputa de Puebla, se dividió en Oaxaca, aunque allí el partido está en la coalición con el PAN que encabeza José Antonio Estefan. Lo de Benjamín Robles es lamentable. El senador desde hace semanas había dicho que él estaría en la boleta, por el PRD o por quien fuera, como una suerte de chantaje. Perdió y decidió romper y buscar el registro por el PT (que desde que rescató el registro está increíblemente cercano al PRI). El único problema es que será impugnado y si el TEPJF actúa en consonancia con lo resuelto en la frustrada candidatura a diputado de Marcelo Ebrard, Robles no podrá ser candidato: no se puede participar en dos procesos internos, de dos partidos diferentes, en la misma elección. Con todo, en Oaxaca la alianza PRD-PAN tiene el mayor factor de cohesión posible que es su competitividad. Ante ello el PRI y su candidato Alejandro Murat tendrán que realizar su propio ejercicio cohesionador, porque con menos estruendo que en la coalición, sus fuerzas también están divididas.
Se ha dicho, con razón, que el PRI quiere ganar por lo menos nueve de estos comicios para mantener mínimamente sus posiciones actuales. Pero será en estas tres entidades donde estará puesta la atención: si gana las otras nueve y pierde estas tres será una derrota. Si gana Veracruz, Puebla y Oaxaca, más allá del resultado en las otras nueve entidades, que difícilmente será muy negativo, su panorama de cara al 2018 será mucho más claro.
La huella de Aguirre
Según la Auditoría Superior de la Federación durante el 2014, el gobierno de Angel Aguirre Rivero no acreditó en qué gastó 69 millones de pesos de tres fondos federales claves para la seguridad en el estado: el de Aportaciones para la Seguridad Pública, el de fortalecimiento de la seguridad pública y el de la implementación de la reforma judicial. Desapareció 69 millones de pesos en el estado que se convirtió ese mismo año en el más peligroso e inseguro del país y mientras los que equipaban a las policías, para que trabajaran para ellos, eran personajes como los Abarca y Guerreros Unidos. Eso explica la inseguridad guerrerense pero no termina de explicar cómo es que Aguirre sigue descansando en su casa.