15-03-2016 Imposible sustraerse a la telenovela Kate-Chapo, Chapo-Kate. A la ofensiva mediática de El Chapo Guzmán ha seguido la de Kate del Castillo durante el pasado fin de semana, con adelantos editoriales, textos en México, una próxima entrevista en el prestigiado semanario The New Yorker y otra en el no menos importante programa de la televisión estadunidense 20/20 con Diane Sawyer.
Salvo lo de The New Yorker, y habrá que ver lo de 20/20, nadie intenta hacer periodismo ni cotejar información. El texto en Proceso de Kate y lo adelantado de las entrevistas puede ser interesante como chisme y hasta controversial, pero es, sobre todo, rosa. “Mi corazón se paró por unos segundos antes de empezar a batir a una velocidad increíble. Empecé a sudar, palidecí, mis manos temblaban…”, así dice Kate que se sentía cuando El Chapo la acompañaba, del brazo y estando ella ya un poco tomada por el consumo de tequila, a su dormitorio.
Le alcanzó, sin embargo, para decirle que la película que quiere hacer sobre El Chapo, podría estar destinada a “apoyar a las víctimas de la delincuencia organizada”, lo que no deja de ser interesante asumiendo, como nunca lo hace la actriz, que no hay mayor victimario, una persona que haya causado más muertes, más víctimas en este país que el propio Chapo Guzmán, al que en ningún momento Kate califica siquiera de delincuente o narcotraficante, mucho menos como asesino.
El Chapo está realizando su campaña mediática esperando mejores condiciones en prisión en México y, si realiza su extradición, a Estados Unidos. Esa campaña confluirá en la película. Lo que está haciendo Kate es una estrategia, muy bien armada, para primero tratar de deslindarse de problemas legales en su relación con El Chapo, aunque no lo logra del todo, hay temas como la renta de los aviones, el transporte, etc, que no quedan claros. Y segundo no lo critica ni con el pétalo de una rosa, en parte por inconsciencia (aunque está muy lejos de haber sido chamaqueada como declaró su padre, el actor Éric del Castillo), pero en muy buena medida también porque lisa y llanamente está cuidando su negocio: que no le quiten los derechos de la película que ya está negociada con los grandes estudios de Hollywood y que tiene como personaje central al director Oliver Stone. No hay chamaqueo, sino un frío cálculo de negocios en torno a un filme que puede dar enormes utilidades para sus productores (en primer lugar Kate) y que a El Chapo le servirá enormemente en su propia campaña y búsqueda de acuerdos para tener una condena y unas condiciones de detención más benignas: una cosa es ser el hombre más buscado del mundo luego de Osama Bin Laden y otra convertirse en una especie de latin lover mezclado con Robin Hood. Leyendo las entrevistas y textos de Kate ya sabemos desde qué ángulo se enfocará esa película, contando, además, con la muy clara posición de Oliver Stone y sus productores sobre el tema de las drogas.
Hasta ahí todo me parece transparente, o casi. Lo que resulta difícil de entender es la reacción de las autoridades ante el tema. Se comprende que no entren a una contracampaña que sólo puede alimentar la que están realizando Kate y El Chapo, cada uno por su lado, pero con una confluencia común. Pero sí debería contrarrestarla con el tema central de esta historia: El Chapo Guzmán es un criminal responsable de miles de muertes, torturas, vejaciones, es un personaje frío e inescrupuloso que ha construido un imperio con base en la violencia y las drogas, ha destruido hogares, familias, carreras, así como la juventud y la niñez de millones. La historia del hombre pobre que surgió de la nada y no tuvo otra opción más que convertirse en criminal es tan falsa como la del padre de familia amoroso que va dejando hijos regados por el mundo.
En algún lugar deben hablar y aparecer sus víctimas, sus socios, sus sicarios, los testimonios de los daños causados por él y sus secuaces. Debe aparecer toda la historia que ese “periodismo comprometido” y políticamente correcto se ha rehusado a hacer desde que consciente o inconscientemente se convirtió en parte de las campañas de Kate y El Chapo, entrevistando dulcemente a Emma Coronel, a los abogados defensores, inventando a Rosa Isela, entrevistando y publicando a Kate sin cuestionarla jamás, profundamente preocupados por las horas de sueño y la presión arterial de Guzmán Loera.
Todo eso ha desaparecido de la narrativa oficial sobre El Chapo y el narcotráfico, igual que las investigaciones sobre sus recursos, en dónde y con quién están invertidos, incluso, no sabemos algo tan simple como quién les paga a sus abogados, a sus promotores, de dónde sale su dinero, el de sus familiares, sus hijos, sus allegados. Y mientras tanto discutimos con amplitud la legalización de la mariguana, hablamos de El Chapo que duerme poco, del buen y cariñoso padre de familia, de su capacidad de amar y procrear, de sus ojos negros que penetraban a la pobre Kate.