Mónica, Diego, Lord Ferrari
Columna JFM

Mónica, Diego, Lord Ferrari

16-03-2016 “Una persona que nunca ha cometido un error nunca intenta nada nuevo”

                                  Albert Einstein

Mónica Arreola fue una mujer talentosa, inteligente, divertida, pasional, espiritual, una luchadora, siempre pero sobre todo desde que se le diagnosticó un cáncer que pensó haber superado y que, reaparecido hace unos meses, se la llevó a la medianoche de ayer. Fue dirigente política, legisladora, fue arrojada y superó esos golpes terribles que fueron para ella primero su enfermedad y luego la detención de su madre, Elba Esther Gordillo a la que la unía una relación estrechísima, no sólo filial sino también política.

En la crisis personal, familiar y política que significó la detención de Elba Esther, Mónica Arreola, ya senadora, supo mantener una actitud digna, propositiva, y alejada de rencores aunque fue la más férrea defensora de su madre. Fue una mujer que dejó amigos y buenos recuerdos en militantes y legisladores de casi todo el espectro político.

Mónica, con sus aciertos, sus errores, su temperamento, era mucho más que la hija de Elba Esther pero era consciente de que en muchos sentidos era definida por ello. Ayer Elba Esther, desolada, estuvo en su despedida: dicen quienes mantienen contacto frecuente con la ex lideresa magisterial que en estos meses no hubo nada que le doliera más que no estar acompañando a su hija en lo que era su inevitablemente su final.

Elba Esther Gordillo tiene más de 70 años y tiene derecho a esperar su condena (hasta ahora no ha sido condenada por juez alguno) en prisión domiciliaria. No se le ha concedido ese derecho por razones políticas, no legales. Apenas el lunes, cuando hablábamos del “gobierno de los jueces”, citábamos al ex presidente de gobierno español, Felipe González, que decía sobre el caso del ex mandatario brasileño  Luis Inácio Lula da Silva, en una reflexión muy aplicable para nuestro país, que cuando se reclama que haya casos “ejemplares” la justicia “no tiene que mirar al justiciable, sino a la aplicación de la ley. La justicia tiene que ser justa. Y si es justa, es ejemplar para todos por igual. Pero cuando se habla de ejemplaridad, se está pensando que con unos hay que ser más ejemplares que con otros. Y esto no es la aplicación de la justicia”. Aquello, decíamos nosotros, de “a los amigos justicia y gracia, a los enemigos la justicia a secas”, será muy juarista pero le ha hecho un daño enorme a nuestra sociedad.

Mónica, descansa en paz.

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Hoy es cuando cumple 75 años Diego Fernández de Cevallos. Lo festejó el sábado, allí estuvimos, en una reunión privada que la imprudencia hizo pública. No se trata de ocultar una reunión con cientos de invitados, sino de comprender que cuando comenzamos a perder la dimensión de la vida privada perdemos uno de los derechos individuales esenciales. Decía Mario Vargas Llosa en una entrevista para la presentación de su nuevo libro Cinco Esquinas (que transita, entre otros temas, por la pérdida de la privacidad) que “si desaparece el derecho a la privacidad, se destruye un valor fundamental para la supervivencia de los otros valores. Sin vida privada se produce un retroceso hacia la barbarie. La civilización se puede definir de muchas maneras, pero la más obvia es el cuidado de las formas. Es lógico que una persona pública —sobre todo un político— tenga que aceptar cierta vigilancia sobre su conducta, pero se ha llegado a unos extremos donde esa vigilancia se ejerce de una manera abusiva. Por una aberración, eso se confunde con la libertad de prensa”. Tiene razón.

En todo caso, esa violación a la privacidad, ha permitido corroborar cómo Diego logra juntar a festejarlo a quienes nos consideramos sus amigos porque ha logrado a lo largo de los años establecer lazos, relaciones, afectos, que no pasan por una opinión política y mucho menos por una coyuntura. Es la cosecha de años de estar, de opinar, de tener convicciones y de siempre estar abierto al diálogo sin abandonar principios. Decía Diego el sábado que ese tipo de encuentros le hacían bien al país, que los necesitaba. Creo que en la política y en el ejercicio del poder, nada puede reemplazar al contacto directo, al conocimiento personal, al poder compartir en privado los acuerdos y las diferencias. Y en eso Diego siempre ha sido un maestro. Felicidades en sus 75.

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No puede haber ejércitos privados recorriendo las ciudades. Lo ocurrido con los custodias de Alberto Senties Palacio, apodado Lord Ferrari por el carro que conducía, es inadmisible y debe ser castigado con toda la fuerza de la ley. Pero se debe ir más allá: no hay control sobre custodias y guardias de seguridad privados, éstos no pasan controles mínimos de confianza, no se rigen por norma alguna. Es un capítulo en el que resulta imprescindible poner orden, establecer derechos y obligaciones y encauzar a ese verdadero ejército privado en normas legales estrictas, acabando con su impunidad.

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