08-04-2016 La nota no tendría que ser la tarifa del Uber, ni siquiera el color del engomado de los carros que dejan de circular cada día. El verdadero dato duro de la emergencia ambiental se ha exhibido incluso ante los diputados, se ha filtrado a la prensa y nadie parece tomarlo en cuenta: en el último año ha habido 22 mil muertos prematuramente como consecuencia de la contaminación ambiental en el área metropolitana de la ciudad de México, según informó el Coordinador Ejecutivo de la Comisión Ambiental de la Megalópolis (Came), Martín Gutiérrez Lacayo. En los últimos cinco años, dijo, son más de cien mil muertos por la contaminación, muchas más que las producidas por cualquier otro fenómeno, incluyendo el narcotráfico y la violencia en la megalópolis.
Hace siete años el país se paralizó por la pandemia de la gripe AH1N1. No hay cifras concluyentes sobre cuántos muertos provocó en México, pero se estima que fueron 135, aunque cifras más recientes de la Organización Mundial de la Salud consideran que pudo haber hasta 200 mil muertos en todo el mundo, durante los prácticamente dos años que duró la pandemia. El hecho es que en aquella ocasión, hace siete años, la movilización gubernamental fue notable. El 25 de abril, el presidente Calderón declaró una emergencia que le concedió amplias facultades. Hubo cierre de actividades en restaurantes, se movilizaron tropas. Las escuelas (desde preescolar hasta la universidad), así como bibliotecas, museos, conciertos y cualquier lugar público de reunión, fueron cerradas desde el 24 de abril sobre todo en la capital y el estado de México hasta el 6 de mayo. Durante diez días se cerraron los establecimientos nocturnos y los espectáculos en lugares cerrados para evitar nuevas infecciones. Se estableció un sistema de cuarentena en los aeropuertos y estaciones de autobuses. Y con todas esas medidas extremas se logró controlar la pandemia y el número de infectados. Con todo, hubo, como decíamos, 135 muertes por el AH1N1.
Por eso asombra que ante las cifras divulgadas por la Comisión Ambiental de la Megalópolis ante los diputados federales, de que la contaminación ambiental ha matado 22 mil personas en la megalópolis en sólo un año, no se dispararan todas las alarmas y se le diera esa dimensión real a las medidas adoptadas, mucho menores y menos eficientes, por cierto que las de abril de hace siete años.
El desafío de la contaminación se debe atender desde esa perspectiva, no desde los números vacíos para todos del monitoreo ambiental o los carros que no circulan cada día. Si la gente asume y comprende que la contaminación está matando a 22 mil de nuestros amigos, familiares, padres, hijos, esposas cada año, se comprenderá a lo que nos estamos enfrentando, pero entonces se tendrá que asumir, de parte de todas las autoridades, un desafío mucho mayor: trabajar para evitar que esos miles mueran prematuramente cada año porque los gobiernos no han hecho su tarea; porque no se han controlado las emisiones en las industrias; porque no se ha mejorado el transporte público; porque el congreso no legisla y las mafias del transporte impiden que se tomen medidas de fondo; porque se limita el tránsito vehicular pero nunca las manifestaciones y bloqueos; porque ha privado el oportunismo en los partidos y los jueces han tomado malas decisiones. Pero el hecho es que la contaminación mata cada año en esta ciudad a 22 mil personas, y nadie parece escandalizado por la cifra.
Hablando de números, de muertes, de contaminación y de medidas radicales para atacarla: la Semarnat destina a mejorar la calidad del aire, 42 millones de pesos anuales, pero para construir su nuevo edificio cuenta con dos mil 282 millones de pesos. Y hay 22 mil muertos por respirar aire contaminado.
Nueve años
Cuando el Chapo Guzmán se fugó de Puente Grande en enero del 2001 llamó profundamente la atención que no lo acompañara el hombre con el que tenía el control de esa prisión, su amigo y socio Héctor El Güero Palma. En realidad el Güero no se quiso fugar porque a pesar de todos sus delitos, sus condenas terminarían en cinco, seis años y esperaba quedar en libertad. Lo cierto es que en otro enero, pero del 2007, el Güero Palma fue extraditado a Estados Unidos, junto con otros narcotraficantes, entre ellos Osiel Cárdenas. En EU, tanto Osiel como Palma, tuvieron penas extrañamente benignas: Osiel, 20 años en un penal de mediana seguridad y el Güero, 16 años en el de Atwater, en California. Palma saldrá en libertad el próximo 11 de junio, con apenas 9 años de prisión, por buena conducta.
Muy atrás han quedado los tiempos en los que el mayor terror para cualquier narcotraficante era ser extraditado a Estados Unidos. En los últimos años allá obtienen condenas reducidas y buenas condiciones de reclusión si llegan a acuerdos con las autoridades de ese país, independientemente de los delitos que hayan cometido. No es un dato menor y el caso del Güero Palma lo escenifica de forma transparente.