La sucesión de Samuel Ruiz al frente de la diócesis de San Cristóbal, ha entrado en su recta final. Se espera que, a más tardar en la primera quincena de febrero, antes de que don Samuel inicie una larga gira que se prolongará hasta octubre (y que lo llevará a Francia, España, Suiza, Escocia, Canadá, Estados Unidos y Bolivia) el Vaticano decida quién será su sucesor.
La sucesión de Samuel Ruiz al frente de la diócesis de San Cristóbal, ha entrado en su recta final. Se espera que, a más tardar en la primera quincena de febrero, antes de que don Samuel inicie una larga gira que se prolongará hasta octubre (y que lo llevará a Francia, España, Suiza, Escocia, Canadá, Estados Unidos y Bolivia) el Vaticano decida quién será su sucesor.
Ya se sabía que el proceso sería rápido. La Santa Sede ha decidido darle salida a este tipo de procesos, no se quiere dejar pendientes en la secretaría de Estado de la curia romana. Un ejemplo: un caso similar al de Samuel Ruiz se produjo hace unas semanas en España, con el renunciante obispo de San Sebastián, José María Setién, considerado demasiado cercano al nacionalismo vasco, lo que había generado preocupación, de cara al fenómeno terrorista de la ETA, en el Vaticano y en el gobierno español. Muy relacionado con las organizaciones nacionalistas, el obispo Setién -que había sido intermediario en el diálogo entre el gobierno español y esas formaciones radicales y que consideraba que para obtener la paz el Estado español “tenía que pagar un precio”- presentó su renuncia a fines de diciembre y el 14 de enero, el Vaticano designó a su sucesor, Juan María Uriarte. Siguiendo con las analogías, el obispo Setién reconoció que su relación con Juan Pablo II era buena y que no tenía problemas con Roma. Pero todo mundo se sorprendió por la rapidez con que se aceptó la renuncia y ello se debió, publicó el periódico madrileño El País, por la preocupación que existía en Roma por las divisiones que estaba provocando las posiciones políticas del obispo Setién en la iglesia vasca.
Y decimos que la situación es similar porque si bien Samuel Ruiz se apresuró en asegurar que no había problema alguno con el Vaticano o con los otros grupos de la iglesia católica en México, lo cierto es que en la celebración de sus 40 años, de los 20 obispos invitados, sólo fueron cinco: nadie esperaba que fueran hombres que tienen diferencias históricas con don Samuel, como Onésimo Cepeda, pero tampoco llegaron el nuncio apostólico, Justo Mullor, ni el cardenal Adolfo Suárez, arzobispo de Monterrey pero originario de San Cristóbal (el único obispo nacido en esa ciudad), ni el presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, don Luis Morales.
¿Porqué el evidente boicot a la celebración de las cuatro décadas de la designación de Samuel Ruiz en San Cristóbal?. Las razones hay que encontrarlas en su origen, en aquel intento de albazo que trató de dar la diócesis en agosto pasado, adelantando que el sucesor de Samuel Ruiz era el obispo coadjutor, Raúl Vera. La reacción del Vaticano ante ello fue la designación de Vera como obispo pero en la otra punta del país, en Saltillo. Las fricciones han continuado, pero lo que decidió la ausencia de los personajes citados fue una operación realizada la semana pasada por la diócesis, cuando se ordenaron 150 nuevos diáconos, con lo cual suman ya 400 los diáconos en la diócesis, quienes son los “mandos” de ese “ejército catequista de liberación nacional” del que habló Enrique Krauze.
Y la denominación es correcta: cuando asumió la diócesis, Samuel Ruiz recuerda que había 800 catequistas, la mayoría con una línea ajena a la que el obispo impulsaría posteriormente. En 1968, Samuel Ruiz envió 13 catequistas a la Universidad Iberoamericana a estudiar antropología social. Regresaron a Chiapas y hoy, esos 13 hombres se han convertido en la cabeza de un ejército catequista que tiene ya 8 mil 900 miembros.
Esta masiva designación de diáconos fue interpretada como un nuevo intento de madruguete, como un intento por consolidar una estructura institucional en la diócesis que, quien sea el sucesor del obispo Ruiz, no pueda desarticular y quede atrapado en ella.
Un segundo punto molestó sobre manera al Vaticano y a los hombres de la iglesia en México. Las declaraciones de los dos vicarios de la diócesis, los dos hombres más cercanos a Samuel Ruiz, Gonzalo Ituarte y Felipe Toussaint, quienes dijeron que la designación de Raúl Vera en Saltillo debía interpretarse como un triunfo “militar” del gobierno contra los indígenas de la zona y criticaron la decisión del Vaticano. Pero fueron más allá, tocando dos puntos que son sumamente sensibles para la iglesia de Roma: criticaron el celibato y se mostraron abiertos a la posibilidad de que se ordenen mujeres como sacerdotes. El obispo Ruiz que conoce perfectamente bien como funciona su iglesia (no olvidemos que antes de estar en San Cristóbal, don Samuel estudió y trabajó en Roma) envió un comunicado deslindándose de estas declaraciones, pero el daño ya estaba hecho.
Finalmente, porque todo ello está llevando al Vaticano y a poderosos sectores de la iglesia mexicana, a considerar que en San Cristóbal se está incubando algo más que una corriente alterna a las hegemónicas en el mundo católico: están percibiendo la posibilidad de una escisión potencial, la formación de esa iglesia indígena de la que en muchas oportunidades ha hablado don Samuel y, sobre todo, sus más cercanos colaboradores. ¿Qué sucederá, se preguntan, cuando Samuel Ruiz no esté oficialmente al frente de la diócesis? ¿Cómo reaccionarán esos 400 diáconos y esos casi nueve mil catequistas comprometidos con él y su corriente?. La posibilidad de la ruptura es más que algo latente.
Por eso mismo se quiere apresurar la designación de un sucesor. Como se ha informado, hay una terna en Roma de la que saldrá éste. Sin embargo, como ya habíamos adelantado las apuestas giran y giran fuerte, en torno al obispo de Tapachula, Felipe Arismendi, actual secretario general de la Conferencia Episcopal de América Latina, un hombre que conoce y es conocido en la región, respetado y con influencia, con sensibilidad social, aunque evidentemente no es de la misma corriente que Samuel Ruiz. La moneda está en el aire. La decisión se conocerá, probablemente, en la primera quincena de febrero.
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Por cierto, hablando de los ausentes en la celebración de don Samuel y de uno de ellos, el cardenal Adolfo Suárez. El era la propuesta de Colosio en los primeros días de 1994 para que fuera el intermediario para la búsqueda de la paz en Chiapas. Pero, como sabemos, en los días posteriores al levantamiento, Manuel Camacho convenció con su propuesta a Carlos Salinas e impuso a Samuel Ruiz como intermediario y a él mismo como comisionado, lo que llevó a la crisis política que tuvo su punto culminante un día como hoy, un 27 de enero, pero de hace seis años, cuando Salinas de Gortari convocó a un desayuno a toda la cúpula priísta en Los Pinos, para pedirle que “no se hicieran bolas”, que el candidato de su partido era Colosio, lo que contribuyó a agudizar la crisis, aumentando las presiones sobre Colosio y el protagonismo de Camacho. Muchos polvos de aquellos lodos se están recogiendo en estas fechas.