Finalmente, el 30 de diciembre pasado, el Vaticano decidió que el obispo coadjutor de San Cristóbal, Raúl Vera López (que en 1995 había llegado presentado como una carta de Girolamo Prigione previa al retiro de Samuel Ruiz y terminó convertido en un aventajado discípulo de éste) dejara la diócesis chiapaneca y, en lugar de ser el sucesor de Samuel Ruiz, se convirtió en el obispo de Saltillo. Ahora falta por decidir quién será el nuevo obispo de San Cristóbal y cuándo se dará el reemplazo.
Finalmente, el 30 de diciembre pasado, el Vaticano decidió que el obispo coadjutor de San Cristóbal, Raúl Vera López (que en 1995 había llegado presentado como una carta de Girolamo Prigione previa al retiro de Samuel Ruiz y terminó convertido en un aventajado discípulo de éste) dejara la diócesis chiapaneca y, en lugar de ser el sucesor de Samuel Ruiz, se convirtió en el obispo de Saltillo. Ahora falta por decidir quién será el nuevo obispo de San Cristóbal y cuándo se dará el reemplazo.
Se trata de un complejo proceso político, en la cual no sólo intervienen personalidades de la iglesia y la política mexicana sino también, y sobre todo, del Vaticano. La lucha que se ha dado dentro y fuera de la iglesia ha sido muy intensa, pero en ella la gente de Samuel Ruiz cometió algunos errores que condenaron el objetivo de mantener a Raúl Vera en la diócesis. El primero y principal de esos errores fue tratar de imponer, al momento de anunciar el retiro de Samuel Ruiz, a Vera como sucesor. Como se recordará fue la propia diócesis de San Cristóbal la que mediante un comunicado informó, desde agosto pasado, que Vera López sería el sucesor de don Samuel e incluso lo presentó en actos públicos en las comunidades indígenas como tal.
Ese intento de madrúguete tuvo un doble efecto: por una parte, la Conferencia del Episcopado Mexicano y la Nunciatura Apostólica, que mantenían (y aún mantienen) divergencias sobre la línea a seguir en Chiapas, emitieran un comunicado conjunto, firmado por el arzobispo Luis Morales y el nuncio Justo Mullor, donde expresamente desmentían el comunicado de la diócesis de San Cristóbal, argumentando que es el Sumo Pontífice “quien nombra libremente a los obispos, sin que a tal efecto intervengan otras instancias o tengan valor alguno ceremonias de transmisión de poderes no previstas en la legislatura eclesiástica”.
Desde ese momento, a pesar de las presiones que ejercieron los seguidores de Raúl Vera, su suerte estaba echada: antes del madrúguete incluso el propio Justo Mullor no parecía definitivamente contrario a la designación de Vera. A partir de allí Mullor cambió su posición y los principales hombres del Vaticano, quienes en realidad operan esa decisión, tuvieron claro que Vera no se quedaría en San Cristóbal. ¿Por qué? Porque Samuel Ruiz estaba desafiando, implícitamente a las propias autoridades vaticanas y para nadie es un secreto que las decisiones en Roma son verticales.
¿Quiénes son los que tomaron la decisión de trasladar a Vera a Saltillo?. Básicamente tres funcionarios de la Santa Sede con muy buenas relaciones en México, tanto con el gobierno federal como con el PAN y sectores de la iniciativa privada: el secretario de Estado, Angelo Sodano, el secretario sustituto de asuntos generales, Giovanni Battista Ré y el secretario para las relaciones con los Estados, Jean Louis Tauran, y aunque cada uno de ellos tiene contactos e intereses diferentes con la Iglesia mexicana y la Nunciatura, en esto estaban unidos. Desde principios de agosto, la decisión ya estaba tomada: no sería Vera el sucesor de Ruiz.
Mientras tanto, la gran mayoría de los obispos miembros de la conferencia episcopal apoyaban esa propuesta. Entre ellos destacaban los tres con mayor peso en este momento, el cardenal Noberto Rivera, Juan Sandoval Iñiguez y Onésimo Cepeda, pero también otros como Luis Morales, Emilio Berlié y Luis Reynoso. Ninguno de los otros dos obispos de Chiapas, Felipe Arizmendi, de Tapachula y Felipe Aguirre de Tuxtla, tomaron posición pública en este proceso. Paradójicamente el único obispo de peso en la CEM que apoyó a Vera, fue don Adolfo Suárez, el respetado cardenal de Monterrey que es originario de San Cristóbal (el cardenal Suárez era la propuesta de los colosistas como mediador en el proceso de paz cuando hace seis años apareció el EZLN pero se impuso la posición de Manuel Camacho para respaldar a Samuel Ruiz en aquellas negociaciones). En ese contexto, sólo estaba pendiente la forma en que se daría salida al obispo Vera.
Las alternativas eran dos: una propuesta que se manejó era llamarlo a Roma a través de la congregación de los Dominicos, para una responsabilidad en la curia vaticana y la otra, la que se dio, designar a Vera como obispo en una adscripción diferente a la de los Altos de Chiapas. Ahora bien, el 25 de enero próximo, Samuel Ruiz cumplirá 40 años al frente de la diócesis. Alrededor de esa fecha se deberá adoptar la decisión sobre su sucesor.
Para ello también se están manejando, actualmente dos posibilidades. Una es designar un Administrador Apostólico de transición, que estaría al frente de la diócesis hasta después de concluido el proceso electoral federal y estatal. En los hechos, este administrador de transición tendría una autoridad limitada y no orientaría la diócesis en ningún sentido en particular durante esa etapa, manteniendo de alguna forma el actual equilibrio de fuerzas. Esta opción hubiera sido más coherente con la decisión de designar a Vera en una posición en Roma: tomando en cuenta la decisión adoptada en los últimos días de diciembre, lo lógico es que el Vaticano se decida por la otra opción: designar un nuevo obispo en las próximas semanas (muy probablemente inmediatamente después de que don Samuel cumpla los 40 años en la diócesis) y darle toda la autoridad como para que comience a operar con una línea más moderada.
No hay demasiados candidatos para la rifa del tigre. Es verdad que la Iglesia Católica suele jugar cartas ocultas en este tipo de procesos, pero dada la situación que priva en esa zona de Chiapas, no parecieran existir muchas opciones. El candidato más nombrado es, sin duda, Felipe Arizmendi, obispo de Tapachula, con una cierta influencia en la zona de conflicto, a la que conoce perfectamente, y actual secretario general de la Celam (la poderosa Conferencia episcopal de América Latina). Si hubiera alguna sorpresa, ella podría pasar, muy probablemente por otro obispo, no demasiado conocido públicamente, pero con indudable influencia entre sus pares: Alberto Suárez Inda, actual obispo de Morelia.
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