09-06-2016 Lo dijo Javier Corral, quien será el próximo gobernador de Chihuahua: “no tiene vuelta de hoja, estoy convencido de que para poder reconciliar la diversidad política en la unidad debemos pasar por el encarcelamiento de César Duarte”. Si César Duarte violó la ley, y probablemente hay muchos elementos para juzgarlo, por supuesto que debe responder por ello. Pero es un sinsentido decir que la reconciliación y la unidad de un estado pasan por encarcelar a alguien.
Corral no dice siquiera que presentará ante los jueces demandas contra Duarte, dice lisa y llanamente que lo va a encarcelar.
Lo de hoy es dirimir los conflictos políticos con la cárcel. No es que muchos políticos actuales sean más corruptos que muchos del pasado, pero hoy esa corrupción es imposible de ocultar y la gente quiere justicia. En el caso de César Duarte y de otros gobernadores, ha indignado la corrupción, pero también la intención de concentrar tanto el poder que buscaron tener control sobre todo. Un priista experimentado me decía ayer que son personajes que no entienden el poder y que creen que ser gobernador les autoriza o requiere que metan las manos hasta en la elección del comité de alumnos de una escuela primaria. Todos tienen que ser los suyos y si no son enemigos, adversarios, sin espacios públicos.
Pero seguir el discurso del odio, pensar que con encarcelar a alguien se reconstruye un tejido social, se reconcilia una sociedad, es una falacia. Está de moda y todos hablan de mandar a la cárcel a sus predecesores. Muchos hacen de ello su única agenda política o lema de campaña (“la mafia del poder”). Y no se dan cuenta de que la cárcel no sirve, no alcanza para gobernar. En Sonora, Claudia Pavlovich ha puesto un énfasis inusitado en perseguir a Guillermo Padrés Elías, muy probablemente con razón, pero pasa el tiempo y su agenda se está agotando en la propia persecución. En Tabasco, Arturo Núñez pasó más de la mitad de su administración concentrado en meter a la cárcel, y lo logró, a su antecesor, Andrés Granier Melo, pero el estado vive una grave crisis de seguridad y económica, el reclamo ya no es para Granier, es para Núñez; Jaime Rodríguez El Bronco se tardó once meses para comenzar a perseguir a Rodrigo Medina, lo hace ahora quizás porque su gobierno hace agua y necesita revitalizarlo. Miguel Ángel Yunes está convencido de que debe mandar a la cárcel a otro Duarte, Javier, que quería hacer lo mismo con Miguel Ángel. Ahí están los ejemplos en Argentina y Brasil, donde todos quieren meter a todos a la cárcel y parece que para lograrlo están decididos a acabar con sus naciones.
Pero lo cierto es que, en muchos casos, más que hacer justicia lo que se quiere es venganza o, simplemente, ganar tiempo. No estoy defendiendo ni a los Duarte, ni a Granier, ni a Padrés, ni a muchos otros políticos que merecen estar tras las rejas. Lo que digo es que el procesar a alguien es un tema del Ministerio Público, no del gobernante. Que Corral (un hombre en muchas ocasiones soberbio, rencoroso y que aceptó el apoyo de personajes a los que ha insultado y difamado públicamente sin jamás retractarse) tendría que decirnos qué va a hacer con la seguridad en Chihuahua, con la economía, con una frontera problemática. Qué va a hacer con Ciudad Juárez, en donde hay que reconocer que hubo avances muy importantes en seguridad (que se están comenzando a perder) y donde ganó un independiente (que fue quien le dio la verdadera ventaja a Corral) como Armando Cabada, sobre todo porque el gobernador Duarte tuvo la necedad de candidatear por tercera ocasión a Héctor El Teto Murguía, un político populista y que no generaba expectativa alguna. Qué va a hacer con José Luis El Chacho Barraza, un independiente al que Corral identificó como un enemigo, pero que tiene 16 por ciento de los votos y un peso importante en la iniciativa privada del estado. Eso, entre otras cosas, es lo importante y por esas políticas y decisiones pasará en todo caso la reconciliación y la prosperidad de su estado, más allá de que se encarcele o no a Duarte.
Cuando los ganadores y gobernantes se siguen comportando como políticos en campaña se equivocan. La gente podrá querer y necesitar circo, pero, sobre todo, quiere pan y seguridad. Cuando le preguntaron a un digno antecesor de Corral, un político respetado como Francisco Barrio, ya entonces secretario de la Contraloría con Fox, si prefería una reforma energética para la que necesitaba los votos del PRI o perseguir a exfuncionarios de la administración de Zedillo, contestó que él no cambiaría charales por peces gordos. La conclusión fue que Fox (y el país) se quedó entonces, hace quince años, sin reforma energética a un costo social altísimo y Barrio se conformó con charales, porque no tuvo elementos legales para encarcelar a ninguno de los supuestos peces gordos.
Decía Benito Mussolini que la política era sencilla, que no había de qué asombrarse: “primero me encerraban ellos a mí. Ahora los encierro yo a ellos”. Recuerden cómo terminó el Duce y cómo dejó a Italia.