24-06-2016 Yo no sé usted, pero yo estoy un poco harto de las comisiones mediadoras, las comisiones investigadoras, los grupos interdisciplinarios y toda la parafernalia de grupos que, por supuesto, se presentan siempre como independientes, aunque tengan una militancia de toda la vida, partidaria o no.
¿Hay neutralidad en la comisión mediadora que arregló la reunión del miércoles en Bucareli entre la Coordinadora y la Secretaría de Gobernación? Pues pareciera que no. La mayoría de sus integrantes tienen buena relación con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el Ejército Popular Revolucionario, han estado ya en otros grupos mediadores con esas organizaciones, actuando como una suerte de voceros de las mismas. Están en su legítimo derecho de hacerlo y eso no los hace ni más ni menos respetables, pero el principio de neutralidad está muy lejos de alcanzarse.
Pero no deja de ser sugestivo que, precisamente, esos sean los mediadores. En realidad, luego de los hechos ocurridos en Oaxaca y Chiapas, en menor medida en Michoacán y Guerrero, lo que tenemos es una reunión de mediación no con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, sino con los grupos que le arrebataron la dirección del movimiento, precisamente las organizaciones de base del Ejército Popular Revolucionario y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. La Rayuela de La Jornada del jueves lo reflejó mejor que nadie: “Las partes que dialogan en Bucareli bien harían en seguir el ejemplo de Colombia”. ¿Son conscientes de lo que dicen? El diálogo en Colombia es para poner fin a una guerra civil de medio siglo, que ha dejado más de 250 mil muertos, miles de secuestrados, con un involucramiento abierto del narcotráfico en ella, en una lucha directa entre el Estado colombiano y una organización armada que ha tenido, en sus mejores momentos, control sobre parte del territorio, pero que con el paso de los años se ha ido debilitando y perdiendo territorio, líderes y autoridad, hasta negociar hoy su desarme y un alto al fuego definitivo. Qué bueno que se logró ese acuerdo entre colombianos en La Habana, pero ¿qué tiene que ver eso con un conflicto donde se supone que lo que se está debatiendo es una Reforma Educativa?. Querer darle a los enfrentamientos en Oaxaca y Chiapas la dimensión de una guerra civil es una locura.
Pero esa, el extrapolar la guerra, la represión, la violencia es la intención. Un ejemplo es lo que sucede en los medios. Cuando hay la más ligera agresión o sospecha de ella, contra algún comunicador, o alguien que siquiera lo haya sido alguna vez, aunque no tenga actividad profesional reconocida, y existe la presunción o la posibilidad de que pudiera haber alguna intervención gubernamental, las “buenas conciencias”, desde el representante en México del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas hasta Artículo 19 y detrás de ellos todos los membretes posibles, engrosan la lista de los reales o supuestos agravios y atentados a la libertad de prensa y de opinión.
Cuando los criminales son los suyos, simplemente, callan. El sábado fue asesinado por los vándalos de la Coordinadora en Juchitán, el reportero gráfico Elpidio Ramos: dos disparos en la cabeza efectuados por uno de los manifestantes, en represalia por tomar fotos de los actos de vandalismo. No ha habido ni de las “buenas conciencias” una sola manifestación al respecto. En medio de los hechos de Nochixtlán, fueron secuestrados los reporteros de Televisión Azteca, Fernando Albarrán y Pedro Cortés, exigían como rescate que Azteca les abriera espacios a los secuestradores. Su director Benjamín Salinas se negó terminantemente a ser chantajeado por los secuestradores. Estos amenazaron con quemar vivos a los reporteros pero finalmente tuvieron que liberarlos. Una actitud digna y valiente de Benjamín de Azteca, pero no he visto de las “buenas conciencias” una sola declaración, una sola muestra de solidaridad al respecto. Ayer fue finalmente recuperado por el gobierno capitalino, el principal centro de venta de drogas, extorsiones y chantajes de las colonias Condesa y Roma, el predio ocupado por Asamblea de Barrios en las calles de Benjamín Hill y Altata. Héctor de Mauleón, excelente escritor, reportero, analista, de El Universal y de Proyecto 40, había denunciado públicamente desde mayo lo que allí sucedía. Desde entonces y más desde la intervención del predio, Héctor ha sido constante y públicamente amenazado por Asamblea de Barrios. Ni una voz de las “buenas conciencias” y sus medios preferidos se ha levantado en su defensa. Y estamos hablando en los casos de Elpido, de Fernando, de Pedro y de Héctor de profesionales de la comunicación conocidos y reconocidos que han sido asesinados, secuestrados, amenazados por su trabajo.
Pero ellos no están en la agenda de la mediación ni en la agenda pública ni, mucho menos, en el reclamo de quienes sólo defienden la libertad de prensa para sus propios y exclusivos intereses. ¿Por qué? Porque de llegar algún día al poder, lo primero que harán será acabar con cualquier forma de libertad de expresión, una libertad que en su fuero interno, desprecian.