30-06-2016 Los líderes del acuerdo comercial de América del Norte, Enrique Peña Nieto, Barack Obama y Justin Trudeau, más allá de las declaraciones, no pueden ignorar, ni subestimar, el peligro que significa Donald Trump para el propio acuerdo comercial y el proceso de integración entre los tres países. Ojalá hayan aquilatado en toda su dimensión, en la cumbre de ayer, la magnitud de ese desafío.
Los líderes europeos de alguna forma confiaron en que David Cameron, el conservador premier inglés y el líder del partido laborista, Jeremy Corbyn, mantuvieran bajo control el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Ambos demostraron su profunda incapacidad o, en el caso de Corbyn, su poca simpatía con la permanencia en el acuerdo europeo. Ambos, Cameron y Corbyn, perdieron el referéndum pero también, muy pronto, perderán sus posiciones políticas.
Pero hay, también, otras enseñanzas en el caso británico que no han sido tomadas en cuenta, aunque comienzan a percibirse en el horizonte. La Unión Europea no supo establecer una estrategia clara en el tema migratorio que fue clave en el resultado del referéndum. No lo hicieron por lo sorpresivo del fenómeno, pero también por insuficiencias internas, y en parte por la renuencia de la propia Gran Bretaña de tomar medidas comunes, aunque firmaron desde febrero un acuerdo de contención en el terreno migratorio que no terminó tampoco de ser implementado, plenamente, por las resistencias británicas y de otras naciones.
Pero lo mismo ha ocurrido con temas clave para la Unión Europea como concretar una verdadera unión monetaria con un banco central unificado y, sobre todo, en términos de seguridad continental: nunca terminó de integrarse plenamente el Reino Unido en esos temas y todos terminaron construyéndose en forma parcial. La lección que han sacado los principales impulsores (y en realidad creadores) de la Unión Europa, Alemania, Francia e Italia, es que ante la salida británica lo que hay que hacer es acelerar y profundizar la unidad en todos esos temas para que la Unión Europea funcione en forma más coordinada y eficiente. En otras palabras, buscan que la vacuna contra los nacionalismo sea más y mejor Europa para los países miembros.
Y, precisamente, por eso, piden que el Reino Unido acometa lo más rápido posible su salida de la Unión Europea: no quieren perder tiempo negociando esa salida, sino profundizando la unidad de los que se quedan. También, han advertido a Londres que no puede pensar, tras su salida, en conservar los beneficios de pertenecer a la Unión Europea librándose de todas sus responsabilidades y compromisos.
Así se debe enfrentar a Donald Trump en estos temas. En forma directa y frontal explicando, de forma abierta, lo que no se explicó en Gran Bretaña: los desafíos y beneficios reales que tiene el Tratado de Libre Comercio para Estados Unidos, de la misma manera en que se debe desmitificar el “daño” que hace la migración “robando” puestos de trabajo en la Unión Americana.
Trump, como Boris Johnson y Nigel Farage en Gran Bretaña, es el reflejo de la ignorancia y el rencor, que lo lleva a presentar un discurso xenófobo y populista que desconoce que entre siete y diez millones de empleos en su país, en Estados Unidos, dependen del comercio con México. Todos los países con los que se ha enfrentado Trump son los principales socios comerciales de la Unión Americana: Estados Unidos exporta productos por 230 mil millones de dólares al año a Canadá, por más de 180 mil millones a México, unos 130 mil millones a China, casi 67 mil millones a Japón y 61 mil millones a Alemania. Sólo en México las inversiones directas de empresas de Estados Unidos suman unos 15 mil millones de dólares al año. Romper el Tratado de Libre Comercio le costaría a Estados Unidos más de ocho puntos de su Producto Interno Bruto.
Esa ignorancia son parte ya de la estrategia de campaña de Trump para allegarse el voto de los más castigados entre la población blanca de Estados Unidos. Pero también debe ser una oportunidad para que, como país, regresemos a la ruta que perdimos desde que se firmó el propio Tratado de Libre Comercio: a construir la segunda etapa del mismo, con una integración regional mucho mayor, más intensa, más sólida y con mejores bases que vayan más allá del enorme comercio bi y trilateral.
Hay que aprovechar la reacción que provoca Trump, la llegada al poder de Justin Trudeau en Canadá, la inminencia de la elección estadunidense y redescubrir que ninguna otra región del mundo tiene hoy la potencialidad económica y social de América del Norte, más aún después del Brexit.
Con Trump el único destino posible de la relación regional es el retroceso. Para México es un tema de seguridad nacional y como tal debe ser asumido. Y en ese sentido, se debe estar abierto a acuerdos profundos con Estados Unidos y Canadá que busquen soluciones en las zonas grises del acuerdo trilateral, llevando la integración a un estadio mayor.