02-08-2016 Las fotos, desnuda, de la época de modelo de Melania Trump, publicadas ayer por el sensacionalista New York Post, pueden ser un golpe durísimo para el candidato republicano Donald Trump, sobre todo con su electorado conservador, racista y bastante ignorante. Pero no es la primera vez que pensamos que Trump se va a hundir y ahí sigue.
Mucho más grave que las fotos de Melania es que Trump, por ejemplo, le pida al gobierno ruso de Vladimir Putin que siga hackeando los correos de su rival Hillary Clinton para “desenmascararla”. Que un candidato presidencial le pida a un gobierno extranjero que cometa un delito en su propio país para así sacar ventaja en una campaña electoral es una verdadera locura, además de un crimen que podría ser perseguido por las autoridades. Alguno hasta lo podría calificar como una traición a la patria. Y eso es lo que está haciendo Trump que, además, declara sus simpatías por el régimen de Putin, cerrado e intolerante como pocos.
Pero quizás más grave que eso, sobre todo para la sensibilidad de los estadunidenses, es que Trump haya descalificado a los padres del capitán del ejército Humayun Khan, muerto en combate en Irak en 2004. En la convención demócrata, el padre del capitán Khan pronunció un discurso, con su mujer al lado, en el que celebró el patriotismo de su hijo, un inmigrante musulmán. También dijo que Trump no había sacrificado nada por el país que quiere presidir, y que, con sus cuestionamientos por raza o religión a otros estadunidenses, ni siquiera había leído la Constitución.
En respuesta, Trump dijo que en esa intervención en Filadelfia sólo había hablado Khizr Khan, el padre del soldado, pero no la madre. Dando a entender que Ghazala Khan callaba, porque, al ser musulmana, no se le habría permitido hablar.
La indignación, incluyendo la de la señora Khan, ha sido generalizada. Ghazala Khan le contestó a Trump en varias entrevistas para televisión y en un artículo en The Washington Post.
Paul Ryan y Mitch McConnell, líderes republicanos de la Cámara de Representantes y de Senadores, respectivamente, lo mismo que el exprecandidato y gobernador de Ohio, John Kasich, se deslindaron del candidato de su partido y dijeron que no se puede faltar el respeto a un soldado condecorado con la Gold Star por su sacrificio por su país y también rechazaron la propuesta de Trump de prohibir la entrada de musulmanes a Estados Unidos. John McCain, excandidato presidencial republicano, gravemente herido y condecorado en la guerra de Vietnam (y que también ha sido insultado por Trump) y su colega republicano, el exjuez militar Lindsey Graham, deploraron que Trump haya violado un principio “sagrado” de la política de Estados Unidos: criticar a la familia de un soldado caído en batalla.
Ante toda esa tormenta, Trump ha refrendado su llamado a Rusia y ha dicho que ha hecho grandes sacrificios por Estados Unidos. Ha creado “grandes estructuras” (se refiere a los edificios que llevan su nombre aunque en muchas ocasiones Trump no es el constructor, sino simplemente el patrocinador) y que “ha donado dinero” para los veteranos de la guerra.
¿Alcanzará todo esto para hundir a Donald Trump? Quien sabe. Lo que sí se confirma es que, como dijo Hillary Clinton en su discurso de Filadelfia, es inimaginable pensar en un hombre de ese talante en la oficina Oval con el mando de las fuerzas armadas estadunidenses y con el botón nuclear junto. Es una suerte de Doctor Strangelove, aquella terrible comedia negra dirigida por Stanley Kubrick e interpretada por Peter Sellers en los años 60.
En la contienda estadunidense se comprende que el gobierno mexicano muestre públicamente neutralidad (aunque no tanto: la visita del presidente Peña a Washington fue algo más que una simbólica muestra de simpatía a los demócratas), pero no puede haberla, en muchos otros ámbitos, respecto a la candidatura de Trump. Sería un peligro y un desastre para su país, para México y para el mundo que llegara a la Casa Blanca.
Por supuesto que Hillary, por formación y por necesidad política, ha sido dura con México en muchos temas, sobre todo los relacionados con derechos humanos y también respecto a revisar algunos capítulos del TLC. No es nuevo. Pero quienes trabajaron con ella en la pasada administración, cuando Hillary fue secretaria de Estado, coinciden en que combinó la reciedumbre con mucha flexibilidad política en la relación con nuestro país. Es “cabrona, pero sabe”, me dijo gráficamente uno de esos interlocutores mexicanos que tuvo entonces Hillary.
Por eso me desconcierta que sólo Margarita Zavala haya tenido el tino de ir, fue invitada, a la convención de Filadelfia. Hubiera esperado representantes de alto nivel del propio PAN, del PRI y del PRD. Margarita, por otra parte, tiene una relación construida con Hillary de tiempo atrás y sabe que su propia apuesta tendrá, aunque sea en forma indirecta, relación con la suerte de la candidata Clinton. Es más que inteligente haber aprovechado esa oportunidad.