Hillary, inteligencia, emoción, cálculo
Columna JFM

Hillary, inteligencia, emoción, cálculo

11-10-2016 Quedan pocas dudas de que Hillary Clinton ganó el debate del domingo pasado ante Donald Trump, pero lo que nos seguimos preguntando muchos fue por qué, teniendo la oportunidad, no terminó de liquidar al candidato republicano azotado por el video sexual divulgado por The Washington Post y la dispersión de sus apoyos: más de 40 líderes republicanos anunciaron el fin de semana que no apoyarían a Trump.

Hay dos razones centrales. La primera es que Clinton no quiso hacerlo. A Hillary le conviene tener a Trump de rival y no le conviene un cambio de candidato. Hoy, literalmente, cualquier republicano puede ser mejor candidato a la Presidencia que Trump y eso lo vimos en el debate entre los aspirantes a vicepresidentes: el republicano Mike Pence se vio bien y gustó porque en el debate contra Tim Kaine, sencillamente, se dedicó a no defender a Trump.

Clinton podría haber tratado de ir por el KO contra Trump el domingo, pero, en un cálculo que puede ser arriesgado, probablemente decidió, asumiendo que sus índices de popularidad tampoco están por las nubes, no profundizar en las acusaciones contra Trump para que éste se mantenga en la carrera en un momento en el cual entre los líderes republicanos crecía la idea de que cambiar de aspirante no era tan descabellado.

El otro punto es que Hillary, una mujer brillante y con profundo conocimiento de la política estadunidense, es tan cerebral que le resulta muy difícil recurrir a la emotividad. Decía Gandhi que “es mejor tener un corazón sin palabras, que palabras sin corazón”. Y cuando le tiene que poner el corazón a las palabras, Hillary no muestra esa emotividad que es tan necesaria en una campaña.

La distancia con Bill Clinton o con Barack Obama, dos hombres que tienen una capacidad increíble para comunicarse con la gente, es notable en ese sentido. He tenido la oportunidad de estar con Bill Clinton y con Obama, y los dos imponen con su sola presencia, tienen esa cualidad tan difícil de encontrar, y valiosísima en un político, de simplemente con un apretón de manos hacer sentir a su interlocutor como una amistosa calidez. Llenan con su personalidad y carisma las habitaciones donde se encuentran.

 Cuando uno se encuentra con Hillary, lo que exuda es inteligencia. Unos ojos fríos e intensos que te hacen recordar que esa mujer sabe pero, sobre todo, puede. Más que simpatía te genera respeto. De Bill y de Obama uno quisiera ser su amigo, de Hillary uno no quisiera ser su enemigo.

Nada de esto es peyorativo, al contrario. La maquinaria política tan formidable que forman Bill y Hillary Clinton se explica por esa complementariedad inédita en la política internacional. No creo que Hillary quiera romper o sacrificar esa maquinaria que tan útil le va a ser cuando esté en la Casa Blanca. Y profundizar en el video sexual de Trump y en su desprecio a las mujeres hubiera terminado provocando que éste se lanzara, como lo hizo durante todo el domingo, antes del debate, con todo, con medias verdades y espectaculares mentiras, contra Bill.

Creo que Hillary podía haber ganado por KO el domingo, pero creo que ha pensado que era mejor ganar por puntos y mantener a Trump en una pelea en la que puede estar ya herido de muerte. Asumiendo, o confirmando, que lo suyo no es la emotividad, sino la inteligencia.

 

La víctima es Gonzalo Rivas

Vidulfo Rosales, el abogado del caso Ayotzinapa, ha sido terminante en su oposición a que se otorgue la Medalla Belisario Domínguez a Gonzalo Rivas, el ingeniero de Chilpancingo que salvó la vida de muchos ofreciendo la propia, cuando los jóvenes de Ayotzinapa incendiaron el 12 de diciembre de 2011, mucho antes de los hechos de Iguala, la gasolinera donde trabajaba. Hubieran podido morir decenas de personas si hubieran estallado los tanques de esa gasolinera que guardaban cien mil litros de combustible.

Ese día continuaron los enfrentamientos y dos jóvenes murieron por disparos de policías de Chilpancingo. Los policías fueron apresados, juzgados y condenados. Ninguno de los jóvenes que incendiaron la gasolinera y provocaron la muerte de Gonzalo Rivas fue siquiera molestado por las autoridades. La impunidad lo único que hizo fue acrecentar la violencia de estos grupos y también la de quienes se enfrentan a ellos.

Vidulfo Rosales no quiere que se otorgue la Belisario Domínguez a Rivas porque eso sería “criminalizar” a los jóvenes de Ayotzinapa. Es el mismo argumento que se usa cuando se denuncia la relación de los líderes de esos jóvenes con grupos armados y criminales. No se trata de criminalizar a las víctimas, sino de denunciar a los victimarios. Y en la normal de Ayotzinapa hay de los dos. Por lo pronto, la muerte de Rivas fue ocasionada por algunos de esos jóvenes, y pese a que existen pruebas sobre quiénes fueron los responsables, ahí están los videos, éstos siguen en la impunidad. Gonzalo Rivas merece la Belisario Domínguez, pero también que se le haga justicia.

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