10-11-2016 No, Hillary Clinton no será la primera mujer en ser presidenta de los Estados Unidos. No, ese país prefirió el salto a lo desconocido que significa la presidencia de Donald Trump que permitir que una mujer llegara a la Casa Blanca. Sí, fue una suerte de Brexit, pero las encuestas no se equivocaron tanto como parece: finalmente en el voto popular Clinton le ganó a Trump por unos 150 mil votos, pero perdió la presidencia en el Colegio Electoral, al no imponerse en ninguno de los estados cambiantes, sobre todo en Pennsilvania, Michigan y Florida que fueron los que terminaron definiendo la elección.
Los primeros estudios de opinión comienzan a mostrar con bastante claridad lo ocurrido: Trump ganó con el voto de los hombres, un 53 por ciento de ellos votaron por él, pero sobre todo de los hombres mayores de 45 años, que fueron también el 53 por ciento de sus electores. Los menores de 45 años no votaron por Trump sino por Hillary pero su participación fue baja. Trump tuvo el voto del 58 por ciento de los blancos, pero también del 8 por ciento de los afroamericanos y de un 29 por ciento de latinos. La preferencia por Trump fue importante entre quienes tienen ingresos superiores a los 100 mil dólares anuales y prácticamente todos los que se consideran a sí mismos conservadores (más del 81 por ciento) votaron por él.
En otras palabras, Trump ganó con el voto de los hombres blancos mayores de 45 años y logró mantener en ese grupo social a las mujeres (53 por ciento) como una reacción directa de esa población contra Hillary Clinton, son los que no querían una mujer en la presidencia; se quedó con el voto de las personas de mayores ingresos, seguramente gracias a sus promesas fiscales. Se quedó con el voto abrumador de los conservadores: la mezcla de misoginia, racismo (la mayoría dice que votó por Trump por la economía y su postura antiinmigrante), el sí a las armas y el no al aborto le dieron la presidencia.
Ya podemos vislumbrar quiénes y porqué lo eligieron y el tipo de país que buscará favorecer. Si algo puso de manifiesto esta elección es que, más allá de razas y género, Estados Unidos es, por lo menos, dos naciones completamente diferentes: una cosa son Nueva York, Massachussets, New Jersey, New Hampshire, Maine, Washington DC, e Illinois en los grandes lagos (sorprendió el voto en Pensilvania) lo mismo que California, Oregon y Washington, ahora junto con Nevada, en la oeste, y otra el resto del país: no son los mismos valores, no es la misma información, los medios no tienen una influencia homogénea en las dos regiones, y tampoco lo es la calidad de vida, la educación, las oportunidades.
El Estados Unidos azul, el demócrata, está enlazado a la globalización, a la apertura comercial, a las nuevas tecnologías, allí están las mejores escuelas y universidades, las oportunidades. Puede haber algunas excepciones que se pintan de rojo republicano por cuestiones ideológicas o históricas pero que comparten esa dinámica y calidad de vida, como Texas y Florida, son las excepciones, pero es ese Estados Unidos azul el que genera el crecimiento del país, el que lo convierte en una potencia mundial.
Lo que puede ser la tragedia de un gobierno Trump es que vaya precisamente contra ellos y sus valores, económicos, comerciales y sociales. Ayer decíamos que ojalá la sociedad estadounidense despidiera a Trump gritándole, como él lo hacía en el programa The Apprentice, you’re fired, estás despedido. Parece que nosotros y los estadounidenses que mayor prosperidad le dan a su país estaremos fuera: we’are fired.
Marihuana y pena de muerte
Más allá de que la elección presidencial, en esos comicios hubo muchas consultas populares que fueron desde la legalización de la marihuana en buena parte del país, hasta la permanencia de la pena de muerte en varios estados, en forma destacada en California, pasando por consultas sobre el salario mínimo o la utilización de condones en las películas pornográficas.
Para México, dos de las consultas son muy importantes: la legalización de la marihuana para uso recreativo en California y otros estados, sobre todo en Nevada, y la reducción de los tiempos para aplicar la pena de muerte en California. La legalización de la marihuana obliga al estado mexicano a cambios importantes en su política de seguridad y de prevención de adicciones. Simplemente nuestra actual política se tornará imposible de sostener en ese nuevo contexto. Sacar adelante la iniciativa que presentó Roberto Gil Zuarth sobre el tema y que fue desechada hace apenas unos meses, parece ser la vía más seria y prudente para adaptarse a la nueva realidad.
En el caso de la pena de muerte, si bien ésta existía en California durante años habían sido pospuestas las sentencias. Ahora no sólo se mantiene la pena de muerte sino que se busca acelerar los procesos: muchos de los condenados son mexicanos.
Trump, marihuana legal y pena de muerte ¿qué puede reflejar mejor esa contradictoria sociedad estadounidense que exhibió la elección del martes?