Un caso perdido
Columna JFM

Un caso perdido

¿Por qué mataron a Stanley? Esta es la pregunta que nos hacíamos hace un año y que hoy ya nadie recuerda, que está cada vez más lejos de obtener respuesta. Y después de ver la irresponsabilidad y frivolidad de la procuraduría capitalina citando a declarar a un periodista, Sergio Sarmiento, para saber ?como había concertado una entrevista? (fuera con Carlos Salinas de Gortari o con el asesino confeso del crimen), con lo cual no sólo no aportó nada a la investigación sino que violó flagrantemente la libertad de prensa, y observando la respuesta de Azteca que le contestó al procurador Samuel del Villar con un reportaje conducido por Lily Téllez que es la antítesis de varios principios de ética periodística, queda más en claro que nunca que jamás se sabrá realmente quiénes fueron los asesinos y porqué lo hicieron.

¿Por qué mataron a Stanley? Esta es la pregunta que nos hacíamos hace un año y que hoy ya nadie recuerda, que está cada vez más lejos de obtener respuesta. Y después de ver la irresponsabilidad y frivolidad de la procuraduría capitalina citando a declarar a un periodista, Sergio Sarmiento, para saber "como había concertado una entrevista" (fuera con Carlos Salinas de Gortari o con el asesino confeso del crimen), con lo cual no sólo no aportó nada a la investigación sino que violó flagrantemente la libertad de prensa, y observando la respuesta de Azteca que le contestó al procurador Samuel del Villar con un reportaje conducido por Lily Téllez que es la antítesis de varios principios de ética periodística, queda más en claro que nunca que jamás se sabrá realmente quiénes fueron los asesinos y porqué lo hicieron.
Hoy el debate está en otra parte. La procuraduría capitalina cada vez más errada y politizada, tiene una línea de investigación barroca: considera que como Stanley estaba ligado a los traficantes de drogas, éstos estarían ligados a esa televisora y como en Azteca habría algún tipo de relación con Carlos Salinas (a causa de aquel famoso préstamo de 27 millones de dólares que le hiciera Raúl Salinas a Ricardo Salinas Pliego), se quiere llegar a la conclusión de que el asesinato fue una suerte de ajuste de cuentas entre los narcotraficantes con Azteca o de los Salinas de Gortari con los Salinas Pliego (nunca han aclarado cuál es la tesis que priva). Que de todo esto no haya una sola prueba, independientemente de la sospecha social que persiste sobre el tipo de relación que mantenían a la hora de la compra de la televisora la dos familias Salinas, no es impedimento para que Don Samuel se lance de lleno contra sus adversarios, aunque en el camino tenga que vulnerar sus derechos.
Lo dijimos hace varios meses: el daño que le está haciendo esta forma de procurar justicia al gobierno capitalino es enorme: todos los casos importantes que ha asumido la PGJDF los ha perdido, absolutamente todos: ha perdido el caso Ericsson, el de IBM, el de Polo Uscanga, evidentemente está perdiendo el caso Stanley, ha violado principios que cualquier gobierno de un origen liberal y de centroizquierda, como es el que encabezó Cuauhtémoc Cárdenas y ahora encabeza Rosario Robles no puede perder, como el atacar a la comisión de derechos humanos y hostigarla, incluso judicialmente, por el simple hecho de que ésta cumpla con su deber y responsabilidad o, como dijimos, vulnerar, los principios elementales de la libertad de prensa citando a declarar a un periodista para que divulgue sus fuentes de información (por cierto, Rosario Robles, que comprende el daño que esto conlleva, está citando a un encuentro con periodistas para hoy, con el lógico objetivo de mantener la buena relación que ella ha logrado con la mayoría de los medios y comunicadores).
Televisión Azteca se siente lógicamente hostigada por el procurador, pero olvida y nunca se ha autocriticado al respecto, del despropósito editorial que cometió entre el 7 y el 10 de junio pasado, con motivo del asesinato de Stanley, acusando en forma personal a Cárdenas de ser el responsable de ese crimen por el clima de inseguridad que vive la ciudad. Y si Andrés Manuel López Obrador, se equivocó por completo comparando a Samuel del Villar nada menos que con Benito Juárez, Azteca no está lejos al equiparar en el multicitado reportaje de Lily Téllez al asesinato de Paco Stanley con los del cardenal Posadas, Luis Donaldo Colosio o José Francisco Ruiz Massieu. Pero además, desde un inicio, Azteca ha vulnerado los principios éticos de un medio de comunicación, lo que la ha expuesto a la situación que sufre: se convirtió en una parte interesada, defendió (defiende hasta el día de hoy) la integridad personal de Stanley que es más que cuestionable, plantea sus estrategias informativas como la lucha entre dos poderes públicos y evidentemente ni es ni puede ser así. Al involucrarse a sí misma como parte interesada en el caso y al optar por los mismos mecanismos de guerra sucia con los que es atacada, Azteca se transformó, simplemente en la contraparte de un despropósito compartido: imponer la voluntad política, ambos por encima de una ley y una ética, que unos como medio de comunicación y los otros como autoridades, están obligados a respetar.
Todo esto es más preocupante porque ambos están utilizando las acusaciones de narcotráfico de forma por banal. El narcotráfico se ha convertido en una bandera propagandística de esta batalla absurda. Y eso se propaga, además, a los partidos y la lucha electoral.
De esta forma, la Procuraduría capitalina acusa a Azteca de estar ligada al narcotráfico sin aportar una sola prueba en ese sentido; acusa, aparentemente con toda razón, a Stanley de estar también relacionado al narcotráfico, pero luego, contra toda lógica, en lugar de investigar al cártel con el que presumiblemente estaba relacionado el conductor, el de Amado Carrillo, la investigación se centró en los Amézcua, cuando no existe ningún indicio de contactos previos entre ambos, y tampoco se lo ha podido descubrir hasta ahora en el curso de las investigaciones. Ahora, un año después, para tratar de darle algo de solidez al caso contra Paola Durante, "descubrieron" dos testigos que aseguran que la joven edecán vendía drogas en el medio artístico, aunque nadie lo hubiera sospechado anteriormente: ¿usted cree que es lógico que un reconocido narcotraficante permita que su "novia" se dedique al comercio al menudeo de drogas? Por su propia seguridad no lo permitiría. Con base en este razonamiento, si Paola vendía drogas es porque no estaba tan relacionada, como se dijo, con los Amézcua y si no la vendía, los testigos son, una vez más, inventados, como el ya famoso Flama.
Pero los enredos continúan y la banalización de los grandes temas también: porque al mismo tiempo que Del Villar acusa a Azteca de estar involucrada en el narcotráfico, en el PRD se dice que detrás de Azteca, hoy, estaría Vicente Fox. Y ambos, el PRI y el PRD en la Permanente votan porque se investiguen los recursos de campaña de Fox, supuestamente provenientes del exterior, mientras que el senador perredista Mario Saucedo asegura que en el fondo de la campaña de Fox (como de Azteca) está Salinas de Gortari. El PAN, a su vez, acusa al PRI de estar financiando, también, su campaña con recursos del narcotráfico y pide que se investigue: el PRI y el PRD votan juntos en la Permanente, rechazando la propuesta panista. Y finalmente a la perredista procuraduría capitalina se la acusa de contar entre sus principales mandos con hombres identificados con Javier Coello Trejo, que han sido acusados en el pasado de estar relacionados con el narco y de violación de derechos humanos, amén de contar entre sus filas con varios ex colaboradores de otro prócer: Pablo Chapa Bezanilla.
¿Y sabe qué? Todos parecen tener un poco de razón, pero todos, están equivocados.
Archivos recuperados
Habrá que prestarle atención a Alejandra Barrales, la dirigenta del sindicato de sobrecargos, que será, seguramente, diputada federal en la próxima legislatura por el PRD. Por lenguaje, por presencia, por su manejo de la negociación y su visión del sindicalismo parece ser de las poquísimas figuras nuevas e interesantes del escenario laboral en nuestro país.

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