El caso del aparente suicidio del oficial mayor de la procuraduría general de la república, Juan Manuel Izábal Villicaña, quien hace una semana apareció con un disparo en la boca dentro de su camioneta, en la puerta de su domicilio, seguirá dando de qué hablar no sólo porque este hombre tenía una imagen de seriedad y verticalidad profesional, sino también porque el descubrimiento de nuevas cajas de seguridad en distintos bancos, con documentos, dinero en efectivo y cheques, no sólo a nombre del propio Izábal Villicaña y de su esposa sino también de su hermano Eduardo, que superan ya el millón 600 mil dólares, ahonda el presunción de corrupción, sino también porque ha golpeado en el corazón del equipo que encabeza la propia PGR.